La falta de tiempo parece ser la excusa que se encuentra de moda, cuando en realidad hay tiempo para todo; lo que pasa es que no lo administramos y no ordenamos prioridades, para hacer que nos alcance el día para tanto que hay que hacer.
Estamos siempre tan llenos de actividades que pocas veces disfrutamos de un tiempo relajado, y peor aún, nos falta tiempo para Dios; hay ocasiones en las que nos esforzamos para poder hacer muchas cosas, pero en el momento de planear el tiempo que le dedicaremos a Dios cada día, terminamos dándole un pequeño espacio de nuestra llena y pesada agenda, sólo un poco, sólo un momento, y creemos que con eso puede ser suficiente.
¿Cuánto tiempo le dedicas a Dios? ¿Cuánto te interesas en tu relación con Él? La verdad es que cuando comenzamos a sentir un indescifrable y enorme vacío, es cuando nos damos cuenta de que es poco, pues el corazón de alguien que ama a Dios está diseñado con un espacio que sólo Él llena. Por eso al alejarnos o descuidarnos, sentimos ese vacío inexplicable, y cuanto menos tiempo le dediquemos más crecerá el sentimiento de vacío.
Un orden de prioridades incluye a Dios en el primer lugar, sea cual sea la manera en que manejas tu vida. Sin importar a lo que te dedicas o lo saturado de tu agenda, siempre es mejor beber el agua directa del manantial, que esperar la poca que llega después de un largo recorrido y, además, llena de impurezas.
Cuando Dios es lo primero en tu vida, todo lo demás llega por añadidura, cuando le dedicas una buena parte de tu tiempo, en realidad estás invirtiendo para ganar con intereses.