Muchas personas dicen creer en Dios, pero a la hora de la verdad solo creen en Él mientras todo sale bien, mientras no haya tormentas que afrontar. Es fácil decir creo en Dios, de hecho la mayoría de la gente lo confiesa con sus labios; sin embargo, no basta con confesarlo, hay que demostrar que realmente creemos en Él, y esto solo se puede probar cuando estamos en medio de una tormenta.
Pues asimismo somos nosotros cuando estamos atravesando por una dificultad; cuando creemos que todo se escapa del control empezamos a dudar y a pedir a gritos la ayuda del Señor, pero no con el ánimo de manifestar nuestra fe sino por el contrario, nuestra desesperación, nuestra falta de ella. Impresiona cómo Jesús despertó y le ordenó al viento y al mar que se quedaran en silencio y se calmaran; inmediatamente todo quedó completamente tranquilo. Solo bastó la orden de Jesús para que la tormenta cesara. Entonces, ¿por qué dudamos en los momentos de dificultad y de crisis que Él hará lo mismo que hizo con esa tormenta?, ¿acaso no decimos creer en Él? Cuando Él Señor calmó la tormenta le dijo a los discípulos ¿Todavía no tienen fe?, y esto mismo nos pregunta Él a nosotros en este momento.