Así que, ¿cuál es la clave para conocer verdaderamente a Dios? Primero, es imperativo entender que el hombre, por sí mismo, es incapaz de conocer verdaderamente a Dios debido a su pecado. Las Escrituras nos revelan que todos somos pecadores (Romanos 3:11-20) y que nadie alcanza el estándar de santidad requerido para tener comunión con Dios. También se nos dice que la consecuencia de nuestro pecado es la muerte (Romanos 6:23) y que pereceremos eternamente sin Dios, a menos que aceptemos y recibamos la promesa del sacrificio de Jesús en la cruz. Así que, a fin de conocer realmente a Dios, primero debemos recibirlo en nuestras vidas. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (Juan 1:12). Nada es tan importante como entender esta verdad cuando se trata de conocer a Dios. Jesús deja en claro que solo Él es el camino al cielo y al conocimiento personal de Dios: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6).
No hay ningún otro requisito que no sea el de aceptar y recibir las promesas arriba mencionadas. Jesús vino a darnos vida al ofrecerse Él mismo como sacrificio, para que nuestros pecados no nos privasen de conocer a Dios. Una vez que hayamos recibido esta verdad, podemos comenzar la jornada de conocer a Dios de una manera personal. Uno de los ingredientes clave en esta jornada, es entender que la Biblia es la Palabra de Dios y es la revelación de Él mismo, de Sus promesas y Su voluntad. La Biblia es esencialmente, una carta de amor escrita por un Dios amoroso para nosotros, quien nos creó para conocerlo íntimamente. ¿Qué mejor manera de saber acerca de nuestro Creador que sumergirnos en Su Palabra, revelada a nosotros por esta misma razón? Y es importante continuar este proceso a través de toda la jornada. Pablo le escribe a Timoteo, “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:14-17).