martes, 8 de abril de 2014

Nuestra Cita

Hola, ya estoy aquí,
¿puedo pasar,?, traté de estar puntual en nuestra cita.
Qué bonito es saber que has estado esperándome para que hablemos,
tengo tantas cosas que decirte...
Hoy aprendí mucho en tu casa,
aprendí que si hay barreras que nos impidan trabajar para ti,
las debemos derribar con optimismo porque eso nos hará fuertes;
aprendí que si me siento como un árbol seco,
contigo seré como un árbol plantado junto al agua,
me harás reverdecer porque un día Tú recogerás mis frutos.
Aprendí que no debo sentirme más grande que los demás,
debo ser humilde como Tú, Jesús.

¿Sabes?, es tan difícil tratar de imitarte...,
pero día a día me esfuerzo por agradarte,
no soy perfecta, Tú lo sabes,
pero te amo; también Tú lo sabes.
He aprendido que a cada prueba, obstáculo o barreras,
siempre debo apoyarme en ti y tener paciencia, pues Tú estás al mando, pues me estarás moldeando hasta lograr convertirme en tu mensajera.
Porque, ¿cómo ser la que Tú deseas, si no moldeas mi ser?
Ahora puedo comprender lo que ayer me confundía,
gracias te doy por hacerme tu escogida. 
Quiero ser un barro fino en tus manos, para que le des forma a mi vida, y agradarte a ti, ¡gracias por todo tu amor, Señor!
Bueno, me despido, pero mañana vuelvo a tu nido,
para compartir contigo lo que he aprendido.

¿Qué es el crecimiento espiritual?

El crecimiento espiritual es el proceso de volverse más y más como Jesucristo. Cuando ponemos nuestra fe en Jesús, el Espíritu Santo comienza el proceso de hacernos más como Jesús conformándonos a Su imagen. El crecimiento espiritual quizá esté mejor descrito en 2 Pedro 1:3-8, donde se nos dice que mediante el poder de Dios: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro señor Jesucristo.”

En Gálatas 5:19-23 encontramos dos listas. 

En Gálatas 5:19-21 están enlistados los “hechos de la carne” Estas son cosas con las cuales se identificaban nuestras vidas, antes de confiar en Cristo para salvación. Los hechos de la carne son las actividades que debemos confesar, arrepentirnos de ellas, y con la ayuda de Dios, vencerlas. Mientras experimentamos el crecimiento espiritual, los “hechos de la carne” serán cada vez menos y menos evidentes en nuestras vidas. 
La segunda lista es “el fruto del Espíritu” (Gálatas 5:22-23). Esto es por lo que, a partir de ahora, nuestras vidas deben ser identificadas, ahora que hemos experimentado la salvación en Jesucristo. El crecimiento espiritual se identifica por el evidente crecimiento del fruto del Espíritu en la vida del creyente.

¿Qué es Ayunar?

Ayunar: Abstenerse total o parcialmente de comer o beber. Guardar el ayuno eclesiástico. Privarse o estar privado de algún gusto o deleite.
Dios creó el cuerpo humano de manera que necesitara alimento para funcionar. Y para asegurarse de que el cuerpo fuese alimentado, puso dentro de nosotros el apetito por la comida, al que denominamos “hambre”. El comer satisface nuestro apetito y nos da las fuerzas necesarias, para realizar las actividades que tenemos que hacer a lo largo del día. Entonces, ¿por qué una persona elegiría ayunar y permanecer sin comer durante un período de tiempo?
Desde la perspectiva de Dios, la razón es simple. El ayuno puede utilizarse para lograr un propósito espiritual. En el Antiguo Testamento se les ordenó a los israelitas que ayunaran una vez al año: “El día diez del mes séptimo ayunarán” (Levítico 16:29). Ese día, el Sumo Sacerdote realizaba sacrificios especiales para expiar los pecados del pueblo. Durante el servicio, entraba al Lugar Santísi­mo en el centro del templo, por única vez en el año. A través del ayuno, Dios quería que su pueblo recordara la experiencia de su salvación. Todos ayunaban para identificarse con el Sumo Sacer­dote, quien sacrificaba un cordero para el perdón de los pecados.

Hoy, como cristianos, vivimos bajo la gracia y ya no se nos exige ayunar. Sin embargo, Jesús aclara en Mateo 6:16 que podemos ayunar por determinados motivos: “Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que estos ya han obtenido toda su recompensa”. De igual manera, en Mateo 9:15, Jesús declara: “¿Acaso pueden estar de luto los invitados del novio mientras él está con ellos? Llegará el día en que se les quitará el novio; entonces sí ayunarán”.
Los apóstoles de la Iglesia primitiva también ayunaron por un propósito espiritual: “Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: ‘Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado’. Así que después de ayu­nar, orar e imponerles las manos, los despidieron” (Hechos 13:2-3).
Las personas que nunca antes ayunaron, ven con temor la po­sibilidad de abstenerse de comer. Se preguntan: ¿tendré hambre?, ¿toleraré el no comer por una cantidad determinada de tiempo?, ¿podré llevarlo a cabo? Creen que será una experiencia desagradable. Sin embargo, puedes estar seguro de que ayunar no te hará ningún daño. Estudios realizados demuestran que, ayunar en realidad es bueno para el cuerpo porque le hacen eliminar toxinas.
El propósito del ayuno no es hacer una demostración visible de tu dedicación religiosa a Dios, sino realizar un compromiso personal con Él. No siempre es fácil porque, como con cualquier otra disciplina, sin duda encontrarás resistencia y oposición. Comienza el ayuno comprendiendo realmente de qué se trata. Aunque tal vez el camino sea difícil, las recompensas serán grandes.

Carta a Lucía

Amada Lucía:
Te estoy escribiendo esta carta a las 3:00 de la mañana, ya que no puedo dormir y quiero compartir contigo. Hoy fue un día muy importante en tu vida al matricularte en la universidad. Fue realmente tu día, estabas muy entusiasmada por iniciar una nueva etapa en tu vida. Mientras escuchaba hoy la orientación espiritual para padres, un consejero nos compartió acerca de la montaña rusa emocional en la que estamos embarcados. Como madre de una adolescente… creo que el símil incluso se queda corto.
Entonces no comprendía las emociones encontradas que experimentaba, ya que mi orgullo estaba nublado por la egoísta tristeza de perder a mi niñita. ¿Cómo sabría que habías crecido lo suficiente, para sobrevivir a ciento veinticinco kilómetros de mamá? Eres una persona sorprendente y la verdad es que estabas lista para tu nuevo destino, ¡era yo quien no lo estaba! Tienes una perspectiva fantástica de la vida, y tu fuerte fe en Dios me da mucha paz y tranquilidad, ¡gracias!
Todo lo que pensaba era en qué darte para que te aferrases a esa gozosa ocasión. Estabas tan entusiasmada, que seguías diciéndome que recordarías ese día para siempre, en el que yo hasta me pregunté, si ese día estaría en tu mente dentro de treinta años… ya que yo no podía recordar el mío, cuando me lo propuse un día. Como ves,... estaba equivocada.
Así que, aquí está mi regalo para ti. Estoy compartiendo tu día con todos los que quieran. Todo el que te conoce sabrá de tu naturaleza dadora. Estoy usando tu historia para darle a otros, conforme a tu hermoso corazón, sabiendo que cuando das, que siempre lo haces,... recibes.
Vivimos juntas tu último año y, aunque ya he pasado por esta experiencia dos veces antes con tus hermanos, su intensidad nunca disminuye. Fue una gran experiencia ver tu gozo en todas las festividades de tu último año de secundaria.
El final, tu baile de graduación, fue un auténtico clímax: fue uno de los momentos más emocionantes de tu vida... y la mía. Tu “grupo” de amigos estaba compuesto por nuevos y viejos, pero un denominador común era que todos eran buenos muchachos. Algunos de ellos, eran parejas, otros sólo amigos y un chico loco fue solo… su nombre: Matías. Eso no importó, habías estado cerca de él mucho tiempo, y recibió el afecto de todas las chicas que le simpatizaban, como tú.
Ese espíritu libre, al que había conocido hacía cuatro años, cuando le trajiste a la cena de la práctica de la boda de tu hermana, pude ver claramente por qué te agradaba. Era la imagen del buen chico, íntegro, que uno aprobaría siempre, de existir algún chico digno de estar cerca de nuestra hermosa hija, nuestra bebé. Se quedó en tu vida a lo largo de toda la secundaria, y no podría estar más contenta, si todos los que llevases a casa fueran como él.
Recuerdo las fotos que tomamos en nuestra casa antes del baile de graduación, y también recuerdo haberme sentido triste por él, sin pareja, hasta que su fantástica personalidad le hizo el centro de atención. Sus fotos reflejaron que estaba en su elemento. Alquilaste una limusina, y me sentí aliviada de que el riesgo de que bebieses y condujeses fuese eliminado. El grupo satisfizo mis expectativas, y todos regresaron a casa sanos y salvos, habiendo disfrutado realmente ese día. Estabas mostrando señas de crecer… eras la chica perfecta.
De camino a casa después de la matrícula, sonó el teléfono. Era tu hermano, y yo creía que llamaba para felicitarte en tu día especial. Su voz fue solemne, me pidió que te pusiera al auricular. Al tú escucharle, pude verte por el espejo retrovisor del conductor. Yo conducía a casa. En esos momentos vi en tus ojos lo que las palabras nunca podrán describir: envejeciste años en sólo unos momentos. Nunca olvidaré esa mirada en tus ojos. No estabas preparada, no habías sido advertida para poderte proteger. Sólo nuestra fe en Dios nos permite soportar esos momentos. Recuerda siempre que esta fe es lo que necesitas para seguir adelante.
Cuando colgaste, balbuceaste que Matías se había ido. Tuve que hacerte mil preguntas para sacarte alguna información, porque el “shock” te había atontado. Tus primeros pensamientos fueron de ira porque “alguien del grupo le hubiese permitido beber y conducir”. Los detalles de cómo murió no son importantes, lo que importa es que Matías era un buen chico que nos dejó en lo mejor de su vida. Sé que cuestionabas por qué Dios permitía esto. Intenté imaginar el dolor que su familia sentía y los pensamientos devastadores, de todo padre que tiene que enterrar a su hijo. Cuando seas madre algún día, podrás comprender que no puede haber nada peor.
Han pasado ya horas, y estás exhausta y semidormida, tus ojos rojos y tu rostro triste. Mi corazón se rompe al no poder librarte del dolor que sientes. El servicio conmemorativo de velas de esa noche en la secundaria, estuvo lleno de muchos que amaron a Matías. Lo único que puedo darte es el regalo de la fe. Una fe de que Dios tenía el plan especial para Matías de tocar las vidas de muchos, y tuvimos la bendición de compartirle aunque fuera por breve tiempo. El don de Matías de tocar a tantos, se hace evidente ahora que se ha ido.
Vaya un mensaje "para hacer saber a todo amigo que nunca está bien beber, ni siquiera una gota, y colocarse detrás del volante de un coche. Para no temer llamar a un padre o a un amigo y pedirles que nos recojan, si hemos estado bebiendo. Que ninguna decisión es buena cuando la hacemos bajo la influencia del alcohol. Que todos somos capaces de tomar la mala decisión de beber, sin importar lo buenas personas seamos". 
Todos somos humanos y podemos ser perdonados por nuestro Hacedor, por nuestros padres y por nuestros amigos. El sacrifico final de Matías tocará las vidas, tanto de ustedes como de las de muchos amigos, y aquí está mi oportunidad de honrarle.