miércoles, 19 de agosto de 2015

¿Cuál es el significado de la vida?

¿Cuál es el significado de la vida? ¿Cómo puedo encontrar propósito, realización y satisfacción en la vida? ¿Tendré potencial para lograr algo de importancia duradera? Mucha gente nunca se ha detenido a considerar cuál es el significado de la vida. Años más tarde, miran hacia atrás y se preguntan por qué sus relaciones se han desmoronado y por qué se sienten tan vacíos por ello, cuando todo lo pudieron haber conseguido al emprenderlas. A un jugador de béisbol que figuraba en el paseo de la fama del béisbol, se le preguntó qué le hubiera gustado que le dijeran al principio, cuando empezó a jugar el béisbol. Él respondió, “Hubiera deseado que alguien me hubiera dicho que cuando alcanzara la cumbre, no encontraría nada ahí”. Muchas metas revelan su vacío solamente después de que se han desperdiciado años en su búsqueda.

En nuestra sociedad humanística, la gente persigue muchos propósitos pensando que en ellos van a encontrar significado. Algunas de estas búsquedas incluyen: éxito en los negocios, riquezas, buenas relaciones, sexo, entretenimiento, hacer el bien a otros, etc. Pero la gente testifica que mientras alcanzan sus metas de riquezas, relaciones y placer, todavía sienten un profundo vacío interior; un sentimiento de un vacío que nada lo parece llenar.


El autor del libro bíblico de Eclesiastés expone este sentimiento cuando dice, “¡Vanidad de vanidades! ¡Vanidad de vanidades! ¡Todo es vanidad!”. Este autor tenía riquezas sin medida, sabiduría más que cualquier hombre de su tiempo o del nuestro, mujeres a cientos, palacios y jardines que eran la envidia de los reinos, la mejor comida y el mejor vino, y poseía cada forma de entretenimiento disponible. Hasta cierto punto verosímil, es que dijera que cualquier cosa que deseaba su corazón, él la buscaba. Y aún así,
 resumía diciendo “la vida debajo del sol ¡es vanidad!” (La vida vivida solo como lo que está al alcance de lo que podemos ver con nuestros ojos y experimentar con nuestros sentidos). ¿Por qué hay ese vacío?.... Porque Dios nos creó para algo más allá de lo que podemos experimentar en el aquí y ahora. Salomón dijo de Dios, “Él también ha puesto la eternidad en los corazones de los hombres…”. Somos conscientes de que, en nuestros corazones, este “aquí y ahora” no es todo lo que hay.

En Génesis, el primer libro de la Biblia, encontramos que Dios creó a la humanidad a Su imagen (Génesis 1:26). Lo que significa que somos más como Dios que como cualquier otro (que cualquier otra forma de vida). También encontramos que antes de que la humanidad cayera en pecado y la maldición cayera sobre la tierra, las siguientes cosas fueron verdad: (1) Dios hizo al hombre una criatura social (Génesis 2:18-25); (2) Dios dio al hombre trabajo (Génesis 2:15); (3) Dios tuvo compañerismo con el hombre (Génesis 3:8): y (4) Dios dio al hombre dominio sobre la tierra (Génesis 1:26). ¿Cuál es la importancia de estos caracteres? A cada uno de estos, Dios intentó añadir 
satisfacción en la vida a su cumplimiento, pero todo esto, especialmente el compañerismo del hombre con Dios, fue perjudicado por la caída del hombre en pecado y la maldición resultante sobre la tierra (Génesis 3).

El cristianismo de cada día

Dios es bueno. ¡Siempre! El Salmo 31:19 dice que Él atesora su bondad para quienes lo temen, lo reverencian y lo adoran. Este versículo también hace hincapié en la importancia de confiar en Dios delante de la gente. Esta frase sugiere que si yo rehúso ser lo que algunos pueden llamar un “cristiano encubierto”, y, en cambio, estoy abierto y vivo mi cristianismo delante de la gente, Dios atesora su bondad para mí. 
Muchas personas profesan ser cristianas pero no quieren admitir o vivir los principios de su fe cristiana fuera de los círculos del cristianismo. Son “cristianos de domingo”, pero su comportamiento el lunes no es diferente al de los no creyentes. Son “santos del domingo y pecadores del lunes”.
¡Alguna vez yo fui así! Acostumbraba a hacer todas las cosas consideradamente “correctas” en los círculos cristianos, pero no demostraba una fe vital y verdadera en cualquier otro lugar. Pertenecía a la junta de la iglesia, mi esposo era un anciano de la iglesia, nuestros hijos iban a una escuela cristiana, nuestra vida social giraba en torno a la iglesia, e incluso teníamos una serie de adhesivos cristianos pegados en el parachoques de nuestro coche. Sin embargo, ninguna persona de mi vecindario, habría hallado diferencia alguna entre mi comportamiento y el de una persona no salva. Tampoco en el trabajo, pues cualquier persona podría encontrar diferencia entre mis palabras y mi comportamiento, y me vería igual que los demás compañeros no salvos. ¡Quizá hubiera alguna diferencia, pero nadie la apreciaba! Yo no tomaba la firme posición que debería haber tomado por Dios.

Mientras el Señor nos guíe

Cuando los hagan comparecer en las sinagogas, ante los gobernantes y las autoridades, no se preocupen de cómo van a defenderse o de qué van a decir, porque en ese momento el Espíritu Santo les enseñará lo que deben responder. Lucas 12: 11, 12, NVI.

Una mañana salí a trabajar a las 6:30, y el camión en el que iba y que llevaba su carga al mercado paró. No habíamos avanzado mucho cuando la policía nos detuvo. Para mi sorpresa y consternación, todos los hombres se escaparon y me dejaron sola. El policía me llevó a la estación policial donde tuve que pagar una multa en efectivo y esperar el día de mi audiencia. Allí me enteré de que el camión llevaba mercancía ilegal.

Cuando llegué a la audiencia, aproveché la oportunidad para venderles algunos libros a las personas en el juzgado, mientras esperaba que comenzaran los procedimientos. Cuando llegó el juez, me di cuenta de que ya le había vendido libros en el pasado. Menos mal, porque el Espíritu Santo me ayudó a decir y hacer lo mejor en esas circunstancias. Alabo a Dios, porque el juez me dejó en libertad para que pudiese continuar vendiendo libros y haciendo la obra de Dios.

¿Pedir o no pedir?

“Porque todo aquel que pide, recibe” Mateo 7:8
Hace poco una amiga me hizo un comentario muy interesante.
Mientras impartía su clase en un seminario bíblico, uno de sus alumnos le hizo la siguiente pregunta: ¿No es contradictorio que en unos pasajes se nos motiva a orar por nuestras necesidades y en otros se nos dice que no nos preocupemos, que Dios suplirá?
Mi amiga me recordaba algunos versículos que hablan del pedir, como el famoso capítulo 7, versículo 7 del evangelio según Mateo: “Pedid y se os dará,…” en Juan 14:13-14: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré”. En Mateo capítulo 6, el Señor Jesús anima a sus discípulos a no angustiarse por el vestido o por la comida: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6.33
El comentario entonces, fue el siguiente: “Si un hermano en necesidad, que tiene hambre, está sin trabajo, no tiene con qué vestirse,... ¿debo decirle que busque el Reino de Dios primero?, ¿que se dedique a ORAR por las cosas espirituales, y mandarlo a su casa de esta manera? ¿No hace falta que él ORE por comida pues Dios se la dará, y lo mando a su casa con hambre? ¿Qué se debe hacer en ese caso? ¿Es malo, entonces, pedir por las cosas materiales?
No se trata, ahora, de entrar en análisis interpretativos profundos, pero sí de reflexionar acerca de lo que nos dice la Biblia tomándola como un todo. Vamos, también, a ir un poquito más allá de la típica respuesta: “es que a Dios le gusta que le pidamos”.
Aparte de la exhortación categórica y directa del Apóstol Pablo en su primera epístola a Timoteo en el capítulo 2, hay una oración en la Palabra que tiene dos características muy especiales: una por Ser quien la realiza, y segunda, porque está considerada la oración por excelencia. El Padre Nuestro.
Vemos en el evangelio de Mateo:
“Vosotros, pues, oraréis así:

9 Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea tu nombre.
10 Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
12 Perdónanos nuestras deudas
Como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 No nos metas en tentación,
Sino líbranos del mal,
Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria,
Por todos los siglos. Amén”

 ¡Hermosa oración! Comienza con una alabanza reconociendo la divinidad del Padre, pero el versículo 10 no es otra cosa que una petición; El versículo 11 una petición por el pan diario; El versículo 12 una petición por perdón; el 13 una petición para ser librados de la tentación y el final del versículo 13 concluye explicando el porqué de esas peticiones: “¡porque de Él es el Reino, el poder y la gloria por todos los siglos!”
Si el Señor sabe que necesitamos alimento, entonces, ¿para qué pedirlo, como en el Padre Nuestro? Vayamos más allá; si Dios sabe que nosotros tenemos necesidad de perdón, ¿para qué pedir perdón? ¿Y por qué ser específico? ¿Ha pedido perdón alguna vez diciendo “Señor perdóname por el pecado aquel… Tú sabes cuál… el del sábado…, o no dice la Biblia que debemos confesar nuestros pecados?, pero ¡si Dios ya los conoce!
Porque el pedir significa reconocer que dependemos de Dios para todas las cosas y le estamos agradecidos por ellas. Si yo lucho trabajando fuerte para tener dinero y comprar, ¿debería entonces cancelar el versículo 11 de mi Padre Nuestro? No necesito pedir pan, pues me lo gano yo con mi trabajo. Eso sería soberbia, soberbia pura y dura.
Debemos hacer peticiones NO porque Dios no las sepa ya, sino porque de esa manera reconocemos en humildad, primeramente, que necesitamos de Él para suplir dichas necesidades, y en segundo lugar reconocemos que a Él le pertenecen todas las cosas. Del Señor es la tierra, su plenitud, el mundo y todos los que en él habitan. ¡Dame el pan de cada día, porque aunque trabajo y creo merecerlo, todo el pan es tuyo y está en ti dármelo, así como todas las cosas!