jueves, 21 de marzo de 2013

Una Sopa en Navidad - Reflexiones en Vídeo

Muchas veces recibimos regalos que no esperamos ni deseamos, pero la realidad es que hay situaciones simples que pueden enseñarnos grandes lecciones en la vida. 
En una tarde  navidad un mendigo entró en un pequeño restaurante de un pueblo, con un aspecto y una vestimenta muy... extraña y sucia. No pasó desapercibido entre la gente que estaba dentro del restaurante.
sopa navidad2La camarera sólo le miró de lejos hasta que le ordenaron que le atendiera. Ella, de muy mala gana, fue a tomarle su pedido. Le ofreció el plato más barato, que era  de maíz con pollo y él le preguntó el valor de ésta. 
3.50 dólares, le respondió ella. Él, metiendo la mano en su bolsillo, le preguntó que si le quitaba el pollo a la sopa en cuánto se le iba a quedar. Y ella, ya bastante molesta, le dijo: en $2.50.
Démela sin el pollo entonces, le dijo el mendigo sonriendo a la camarera, que sólo quería que él se fuera rápido.
Después de terminar la sopa, ella no quiso ir a dejarle la  ya que le había dado asco este caballero, así que otro camarero le dejó la cuenta.
Al retirarse el mendigo ella tuvo que retirar las cosas de la mesa y, para su sorpresa, vio un billete de $1 y una nota escrita en una servilleta que decía: “No me alcanzó para el pollo pero aquí esta tu propina. "Felicidades.”

El único capaz - Devocional, reflexión

Sentirse sucio por cometer frecuentemente el mismo pecado, o sentirse incapaz de desprenderte de eso que tanto mal te está haciendo, son unas de las sensaciones con las cuales muchas veces nos enfrentamos.
Tal parece que por más que queramos dejar algo, cambiar algo u olvidarnos de algo, simplemente no podemos, somos incapaces de lograrlo.
Intentar una y otra vez vencer ese aspecto de tu vida con el que diariamente luchas y no ver resultados, te hace sentir derrotado, y sobre todo incapaz de lograrlo.
Sabemos qué se siente al fallar muchas veces en el intento de superar una área, sabemos la sensación que queda en nuestra vida, cuando nos damos cuenta de que somos incapaces de lograrlo. Hemos experimentado la sensación de derrota y en muchas ocasiones hasta de no intentarlo más y rendirnos.
Sin embargo, a veces rendirte es la clave; sí, rendirte a todo el esfuerzo humano que tú estás haciendo, para superar eso que tanto trabajo te cuesta y que hasta hoy no lo habías podido lograr.
Cuando nosotros nos rendimos a nuestros propios intentos de cambiar y le cedemos el lugar a Dios, y depositamos nuestra confianza en que Él, y solo Él, es el único que puede sacarnos de ese lodo en el que muchas veces nos encontramos, es cuando realmente comienza la victoria que todos buscamos.
El salmista David reconoció, que el ÚNICO CAPAZ de sacarle de una situación difícil era Dios, que no había intento humano más poderoso que lo que Dios es capaz de hacer en nosotros, cuando en Él esperamos y depositamos nuestra confianza en Él.

¿Cuáles son las Cuatro Leyes Espirituales? - Bíblicas - Vídeos

Respuesta: Las Cuatro Leyes Espirituales son una manera de compartir las buenas nuevas de salvación disponible por la fe en Jesucristo. Es una simple manera de organizar la información importante en el Evangelio.


"Así como hay leyes que rigen el Universo, también hay leyes espirituales que rigen nuestra relación con Dios."

PRIMERA LEY
Dios te AMA, y tiene un PLAN MARAVILLOSO para tu vida.

El amor de Dios
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16)

El propósito de Dios
(Cristo afirma) "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Una vida completa y con propósito). (Juan 10:10)

¿Por qué la mayoría de las personas no experimentan la vida en abundancia?


Porque,
SEGUNDA LEY
El hombre es PECADOR y está SEPARADO de Dios; por lo tanto no puede conocer, ni experimentar el amor, ni el plan de Dios para su vida.

El hombre es pecador
"Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios." (Romanos 3:23)
El hombre fue creado para tener una relación perfecta con Dios, pero debido a su egocentrismo y desobediencia, escogió su propio camino y la relación con Dios se interrumpió. Este acto de voluntad propia, que se manifiesta por una actitud de rebelión activa o indiferencia pasiva, es una evidencia de lo que la Biblia llama pecado.

Está separado
"Porque la paga del pecado es la muerte" [separación espiritual de Dios] (Romanos 6:23)

Dios es santo y el hombre pecador. Un gran abismo les separa. El hombre trata continuamente de encontrar a Dios y la vida abundante mediante su propio esfuerzo,"no haciendo mal a nadie", con una vida recta, con filosofías, etc., pero todas sus tentativas son en vano.

La Tercera Ley nos da la única solución a este problema.....


TERCERA LEY
Jesucristo es la ÚNICA provisión (solución) de Dios para el pecador. Sólo por Él, puedes conocer el amor y el propósito de Dios para tu vida.

Él Murió en Lugar Nuestro 
"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).

Él Resucitó
"Cristo murió por nuestros pecados... Fue sepultado..., Resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;... Y se apareció a Cefas... Y después a los doce... Después se apareció a más de quinientos." (1a Corintios 15:3-6).

Él es el Único Camino
"Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).

Dios ha salvado el abismo que nos mantenía separados de Él, al enviar a Su Hijo, Jesucristo, para que muriera en la cruz en nuestro lugar.

No es suficiente conocer estas tres leyes. 

Disfruta La Lectura - Crecimiento personal-espiritual

No recuerdo el título, pero recuerdo que tenía 254 páginas. Lo obtuve de una librería móvil que llegaba a nuestro pueblo cada tres semanas, cuando era muchacho. Era el libro más grueso que había intentado leer hasta ese momento. Lo hallé en la tablilla de libros de ministerios para jóvenes, en aquel maravilloso autobús con olor a libros, lleno de delicias para leer.
La lluvia, empujada por el viento, golpeaba bulliciosamente contra la ventana de mi habitación, mientras abrí la tapa y volví las páginas del libro hasta el capítulo uno. Durante varias horas me perdí en la historia; miré el número de la página en la que estaba y vi que era la número sesenta.
“No está tan mal”, pensé, “casi estoy a un cuarto del total.
Veía el número de páginas en un libro como una tarea amedrentadora. A lo largo de mi adolescencia, siempre revisaba el número de la página que leía y la comparaba con el total, ansioso de terminar con la tarea, ya fuese una lectura de placer o escolar. Medía mi progreso por saber cuán cerca estaba del final. Mi satisfacción venía al cerrar el libro en la última página.
Cuarenta años más tarde, embelesado por una buena historia, nunca miro el número de la página; disfruto la historia. El final no es más que un suspiro de alivio, es triste el momento en el que tengo que dejar el mundo de las páginas y regresar al mundo real. Saboreo cada momento de la vida a la que soy transportado entre sus páginas.
Fue en aquellos mismos años mozos cuando añoré volar, sentirme libre, vivir la vida que quería; no saboreé bien las páginas al voltearlas.
Hoy espero que mi última página no esté tan cercana. Quiero saborear la historia que las páginas de mi vida me ofrecen. He aprendido a disfrutar la historia. Cada página es cuidadosamente leída por mí y amada por la información que atesora; ¿qué me enseñó el ayer?
Volteo la página hacia el mañana; ¿qué nuevo misterio y aventura se habrán de desplegar?
Ya no ando apurado en la vida; ahora disfruto la lectura.

Interesante reflexión. Nos identificamos con ella al recordar las asignaciones de lectura de libros en el colegio, cuando teníamos que leer El Quijote, Don Segundo Sombra, La Cabaña del Tío Tom, etc. Lo cierto es que a medida que han pasado los años, todavía sigo pendiente del porcentaje del libro leído, cuando siento que necesito leerlo aunque no sea enteramente de mi agrado.
Pero no cabe duda de que, en cuanto a la vida, todos necesitamos disfrutar leerla un poco más… El cumplimiento de tareas, el logro de objetivos, etc., podrán parecer muy importantes en un momento determinado, pero su satisfacción es efímera y simplemente dan paso a otras tareas y objetivos.
A fin de cuentas, es el trayecto, la travesía por este mundo, una travesía que habrá de finalizar tarde que temprano, lo que debe captar nuestro entusiasmo, ya que Dios nos puso aquí con un propósito. Sepamos gozar cada día de este lado del cielo, aferrados al Señor y alineándonos con Sus planes para nuestras vidas. Adelante y que Dios les bendiga.

Dios se asombró - Devocional - Vídeo

“Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe”
(Mateo 8:10).
No sabemos su nombre, tampoco conocemos sus facciones, aunque lo imaginamos fornido, de bíceps prominentes, tríceps ondulantes y abdomen de lavadero. Vestía una túnica corta de color blanco, una armadura de cota de malla, un cinturón que rodeaba la túnica por la cintura, protección en las piernas, sandalias claveteadas, un casco con una cresta roja que cruzaba lateralmente su cabeza, y una espada corta en el lado izquierdo, conforme a la costumbre de los centuriones romanos de aquella época.
Estaba acostumbrado a dar órdenes, pero esta vez venía para hacer una petición. Por tradición, los romanos despreciaban a los pueblos conquistados, pero llama “Señor” a este judío Jesús. Usualmente debía ser adusto e implacable, pero ahora ruega. Todo ocurre a la entrada de Capernaum, después  de que Jesús sanara a un leproso. Se posponen los protocolos que establecían la costumbre romana y los largos saludos judíos. La razón para ello cae por su propio peso cuando el centurión le dice al Maestro: “Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado” (Mateo 8:6). Jesús responde raudo y misericordioso: “Yo iré y le sanaré” (Mateo 8:7). Pero su interlocutor se niega, argumentando que no es digno que Jesús entre en su hogar y que una sola palabra de autoridad suya podría anular la enfermedad. Dios entonces se maravilla, la divinidad echa carne se asombra ante la fe de un gentil. En efecto, da la orden y el criado sana, ya anda por sus pies y goza de ánimo y salud. Dios actuó a causa de la fe osada de un hombre común y corriente. Su historia nos alecciona todavía hoy.
Las preguntas son inevitables ¿De qué manera nos estamos acercando a Dios? ¿Es nuestra fe enjuta, o robusta? ¿Es Jesús para nosotros alguien inaccesible y distante, o cercano y bondadoso? En la práctica, ¿cuáles son las respuestas verdaderas a estas interrogantes? Cuando examino cómo me he comportado algunas veces ante Dios, me pregunto si le he asombrado con mi fe, o le he incomodado con mi incredulidad. Leo la historia del centurión romano y me desafían sus convicciones. Me comparo con él y quiero imitar su ejemplo.
Quiero ir a Jesús sabedor de que todas mis necesidades están cubiertas por su gracia infinita. Ir a su presencia sin preámbulos autoimpuestos, sin prejuicios religiosos, o presuposiciones teológicas acerca de una Divinidad demasiado ocupada para atenderme. Acercarme sin otra credencial aparte de mi fe, y sin otro recurso que mi humillación. Venir ante su presencia elogiando su autoridad, validando con mis palabras su poder y reconociendo el poderoso alcance de su generosidad.

Rechazo cualquier actitud de timidez espiritual. Me niego a sucumbir ante las circunstancias poco prometedoras. Quiero estar ante Jesús con una fe osada que reposa en sus promesas imperecederas. Quiero ir por la vida con una certeza inmutable de que Dios me favorece y se agrada de mí, aunque no lo merezco. Quiero ser más audaz, para asir aquello que por la misericordia de Dios puedo obtener. Una fe así de fervorosa, una determinación innegociable, un andar seguro en Cristo, eso es lo que asombra a Dios y nada debe detenernos en el empeño honroso de lograrlo.