sábado, 25 de octubre de 2014

¿Qué dice la Biblia acerca de la fe?

Hebreos 11:1 nos dice que la fe es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve." Tal vez ningún otro componente de la vida cristiana sea más importante que la fe. No la podemos comprar, ni vender, ni tampoco dársela a nuestros amigos. Pues, ¿Qué es la fe? y ¿qué papel juega la fe en la vida cristiana? El diccionario define la fe como "la creencia en, devoción a, o confianza en alguien o algo, especialmente sin prueba lógica.” También define la fe como "la creencia en y devoción a Dios". Pues la Biblia tiene mucho más que decir sobre la fe y lo importante que es. De hecho, es tan importante que sin fe no tenemos ningún lugar con Dios, y es imposible agradarlo (Hebreos 11:6). La fe es la creencia en el Dios único y verdadero, sin verlo en realidad.

¿De dónde proviene la fe? La fe no es algo que aprendamos por nuestra cuenta, ni es algo de nacimiento, tampoco es el resultado de la diligencia en estudiar o buscar lo espiritual. Efesios 2:8-9 dice claramente, que la fe, junto a la gracia de la salvación, es un don de Dios, no porque la merezcamos, la hayamos ganado, o seamos dignos de tenerla. No es de nosotros mismos; es de Dios. No se obtiene por nuestro poder o nuestro libre albedrío. Simplemente es dada a nosotros por Dios junto con su gracia y misericordia, según su santo plan y propósito, y por eso Él recibe toda la gloria.

¿Por qué tener fe? Dios diseñó una forma de distinguir entre aquellos que le pertenecen a Él y quienes no, y esta se llama la fe. Muy sencillamente, necesitamos fe para complacer a Dios. Dios nos dice que le agrada que creamos en Él, aunque no lo podamos ver. Una parte clave de Hebreos 11:6 nos dice que "es galardonador de los que le buscan". Esto no quiere decir que tenemos fe en Dios solo para obtener algo de Él, aunque Dios quiere bendecir a aquellos que son obedientes y fieles. Vemos un ejemplo perfecto de esto en Lucas 7:50.  En este  verso. Jesucristo dialoga con una mujer pecadora y nos da una idea de por qué la fe es tan gratificante. "Tu fe te ha salvado; ve en paz". La mujer creyó en Jesucristo por la fe y Él la recompensó por ello. Finalmente, la fe es lo que nos sostiene hasta el final, sabiendo por ella, que estaremos en el cielo con Dios toda la eternidad. "Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso, pues obtienen la meta de su fe, que es su salvación" (1ª Pedro 1:8-9).

Dios quiere felicidad para todos nosotros

Vivamos plenamente, la felicidad que Dios nos ofrece cada día.
Decir que Dios desea mi felicidad sería criticable y cuestionado por ciertas personas infectadas por un virus, que viene desde la profundidad del reino del mal. Infectados, esos seres humanos contaminados defenderán por enseñanza ajena, su dolor y su desdicha permanente. Dirán que es voluntad divina el pesar y el sufrimiento permanente que viven Incluso se atreverán a decir que su dolor y angustia exalta el nombre glorioso del Creador.
Pero quien piense de esta manera contradice el propósito original de la creación. A esta declaración anterior, argumentarán y añadirán que es justo el dolor y que lo merecemos por la caída de nuestros primeros padres. Sin embargo, consultando a las Sagradas Escrituras, descubro un desenlace diametralmente opuesto al pensamiento general de una gran parte de la población, que se ha convencido a sí misma, que Dios se glorifica con nuestro pesimismo vivencial.
¡Oh, vaya!, ahora el del mensaje se puso espiritual, dirán aquellos. Cuando la realidad es, que para aquellos que su dios es pábulo de su amargura, su resentimiento, su desesperanza, rencor y desánimo, se resistirán a entenderlo. Estar convencido de que Dios quiere nuestra felicidad se sustenta con la verdad bíblica. Y debo empezar por entender que la dimensión de la felicidad no es consecuencia de mis circunstancias, emociones o sentimientos. No, la filosofía describe el término felicidad como un estado emocional que se produce en la persona, cuando cree haber alcanzado una meta deseada. Este estado es el que verdaderamente, propicia paz interior y un enfoque positivo del medio, al mismo tiempo que estimula a conquistar nuevas metas
Pretender limitar y restringir el valor ilimitado de la experiencia de la felicidad, interna y externa, a solo elementos terrestres y efímeros, equivale a negar la grandeza de la esencia de Dios. El afecto de alguien, la estimación o el respeto de otros académica o profesionalmente, un nivel bueno en lo social y económico, o el poder de adquisición de bienes materiales, jamás se debe interpretar como felicidad. No lo son, aunque sí tienen valor porque componen parte del desarrollo como individuo.

Definitivamente, lo Proclamo Rey de Mi Vida

“Y póstrense ante él todos los reyes de la tierra; sírvanle todas las naciones”. Salmo 72:11
El mundo está lleno de gobernantes, y cuando llegan las elecciones, la lucha es encarnizada entre ellos, es ardiente su deseo de ser presidente o gobernador. ¿Qué es lo que mueve al  ser humano a esta lucha encarnizada?
¿Realmente es el deseo de servir a la comunidad?  o ¿es el deseo ambicioso de ser el primero, de ser reconocido y llegar al enriquecimiento?.
La Biblia habla de un gobernante que no buscó ser Rey porque su deseo siempre fue el de servir,   Jesús. Él es el único Rey eternamente y siempre, el verdadero gobernante ungido. Quien tiene el favor del Padre y la plenitud de ser Dios. Hoy, como su seguidor, lo proclamo Rey de toda mi vida.
Dios le ha dado todo poder y toda autoridad a Jesús. Como el hijo de Dios, Él es ahora cabeza sobre todas las cosas de su iglesia, Él reina sobre el cielo y sobre la tierra, y tiene las llaves de la vida y de la muerte. Es Rey porque prevalece su humildad, porque si llamara a su iglesia para que lo eligieran por votación, todos los creyentes lo votarían con gozo y efusión.
No hay desilusión entre los realmente redimidos por su gracia y amor. La iglesia no escatimaría ningún gasto para proclamarlo Rey, y si hubiese sufrimiento en esa proclamación, el sufrimiento sería placer. No solamente es Rey…seguirá siendo Rey…y reinará. Eternamente Él es Rey. Hoy todos te saludan, ¡oh Rey!
"Almas vírgenes van delante de ti poniendo alfombras a tus pies y esparciendo en tu camino, azucenas de amor y rosas de gratitud. Traigan delante del Rey la diadema real y coronémoslo delante de todos".

Si Tú me faltaras, ¿qué sería de mí?

A veces, cuando las personas están enamoradas dicen frases como las siguientes: “mi amor, sin ti no podría vivir, mi vida no tendría sentido”. Otras personas, cuando sufren una desilusión amorosa exclaman: “¡no sé como vivir sin ella/ él, me quiero morir!” Pero, pese a lo que sintieron cuando lo dijeron, lo cierto es que logran sobrevivir y sobreponerse al desamor o la ausencia de quien los dejó.
Yo me pongo a pensar y me preguntó: “Dios, ¿qué sería de mí si me faltaras? ¿Tendrían colores mis días, encontraría las fuerzas para seguir adelante? Porque pienso que sin Su presencia en mi vida yo respiraría, caminaría, existiría, sí, pero no podría disfrutar de todo lo bello que contemplo. Ni sentir esa emoción que embarga mi interior al saberme amado por el Señor y al poder compartir ese amor con otros.
Sin Él ya hace tiempo que hubiera desertado. Quizá ni pudiera escribir porque mi motivación mayor al hacerlo, es que las personas reciban paz, amor, consuelo, gozo y que todos esos sentimientos les impulsen a acercarse más a Dios, a conocerle y a creerle. Porque hay muchos que están convencidos de que lo necesitan y otros de que tienen a Dios en su vida, pero no hacen nada por transmitirle ese amor a Dios.
¡No, no soy un fanático! De hecho soy una persona muy imperfecta y lucho cada día por ser alguien mejor. No por lo que los demás puedan pensar u opinar de mí, aunque hasta cierto punto esto es importante, sino porque deseo tener siempre una conciencia tranquila y mucho más, porque quiero que mi Padre Celestial se sienta muy orgulloso y muy amado por mí. Pues el lugar más especial en mi vida lo ocupa solo Él. Yo sé que no lo puedo impresionar, pero quiero servirle y venir ante Su presencia tal como soy y sin reservas. Quiero que mi vida esté aferrada a Dios porque sencillamente, sin Él todo sería muy carente de sentido para mí.

Admitir que Jesús es Señor y Dios

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Juan 6:40
Ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios. Hechos 26:17-18
Inline image 1(Lea Juan 9:13-38)
Este relato bíblico sobre la curación de un ciego de nacimiento por parte Jesús, nos muestra cómo podemos llegar a conocer a Jesús, el Hijo de Dios. El ciego recobró la vista y, al  mismo tiempo
, descubrió quién era Jesús. Al principio, para él, Jesús no era más que un hombre; luego avanzó un paso más. A la pregunta de los fariseos: “¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?”, respondió: “Que es profeta” (verso 17). Y luego, después de su segundo encuentro con Jesús, exclamó: “Creo, Señor; y le adoró” (verso 38). Así lo reconoció abiertamente, como su Señor y su Dios.
La Palabra de Dios nos invita a preguntarnos personalmente: ¿Cuál es mi posición respecto a Jesús? ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí? Nadie niega la existencia de Jesús como hombre; incluso es reconocido a veces como un profeta, un enviado de Dios. Muchos se detienen ahí, pero no es suficiente.
Para ser salvo es necesario, como hizo el ciego, reconocer en Jesús al Hijo de Dios, al Señor que adoramos como Dios. La fe de la Biblia es creer en una persona: Jesucristo. 
La curación del ciego ilustra la respuesta a nuestras necesidades, pues en cierto modo, todos somos ciegos de nacimiento en el ámbito espiritual. Si reconocemos nuestro estado de pecadores ante Dios, Él nos dará el ojo de la fe que permite discernir a Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador.