“Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio, teme al SEÑOR y aléjate del mal”. Proverbios 3:5-7 (BIBLIA NTV)
La imprudencia es un hecho contundente, propio de la humanidad. Los hombres y las mujeres en nuestra soberbia, tomamos decisiones con ligereza sin tener en cuenta el mal que acarrearán a nuestras vidas. Cuando estamos en "nuestro" momento nada nos importa, no hay advertencia o precepto establecido que obstaculice nuestros caminos; la cruda verdad es que somos tercos y testarudos, somos imprudentes cuando no buscamos la sabiduría divina. Por desgracia, muchas veces sabemos lo que tenemos que hacer y sencillamente no lo hacemos, porque estamos tan centrados en lo que nosotros creemos o pensamos que pasamos por alto lo que Dios ha establecido en su palabra, ignoramos los consejos de nuestros padres terrenales o autoridades (que al final es nuestro padre celestial hablando a nuestras vidas a través de ellos)…
Próximo a una ciudad había un terreno que se distinguía por su tranquilidad y seguridad. Un día los habitantes del mismo fueron sorprendidos, cuando recibieron un aviso de las autoridades, informando que a las 5:00 pm harían un toque de queda en la última calle del mismo, pues, ellos explicaban, se habían escapado unos delincuentes de la cárcel, y al interferir los datos de unos móviles que ellos habían robado, lograron descubrir un plan que ellos tenían: iban a robar en una casa de ese campo justo a esa hora, en esa calle, por lo cual los policías avisaron a todos los jóvenes, que por favor a esa hora evitasen pasar por esa calle; estaremos escondidos, tenemos orden de detenerlos, y como esos señores son expertos cambiando de apariencia, dicen a todo aquel que pase por allí: a esa hora le mataremos. ¡Madres y padres, tomen las medidas correspondientes!
La comunidad del campo hizo una reunión, en la que exhortaban a sus hijos a quedarse en sus casas ese día para evitar desgracias. Pero un grupo de jóvenes se mostró confiado, y contradijeron a sus padres diciendo a los demás que nada ocurriría, que ellos les iban a demostrar que los policías estaban mintiendo, que seguramente quienes iban a robar eran ellos y por eso no querían que nadie estuviera allí, para no tener testigos. Las mamás ofendidas daban voces diciendo: hijos, independientemente de lo que vaya a suceder, lo único que sabemos es que ya tenemos una advertencia, no pasen por allí. Si ellos van a infringir la ley no nos compete a nosotros entrometernos, obedezcamos las advertencias y no salgamos.
Llegada la hora establecida, el grupo de jóvenes rebeldes se echaban suertes para ir a la calle, pero uno de ellos se apartó y corrió a su casa. No pasaron ni diez minutos de haber llegado el joven a su casa, cuando se oyó un fuerte golpe, gritos de dolor, y muchas mujeres llorando. Finalizado esto, todas las personas se acercaron y vieron a dos hombres que yacían muertos en el pavimento, el joven que escapó pensó que eran dos de sus compañeros, y con temor se acercó y notó que no eran los cadáveres de ellos. En ese momento los policías trajeron al grupo de jóvenes rebeldes esposados, y golpeados, y al entregarlos a sus padres les dijeron: solo por esta vez respetamos sus libertades porque pensamos en sus familias, pero la próxima vez que desobedezcan pagarán justos por pecadores. Tuvieron su merecido para que les sirviera de experiencia…