jueves, 9 de julio de 2015

Aprovecha el poder Divino

Dios es todo lo que necesitas.
Todos los días la vida nos presenta vicisitudes, alegrías y problemas, nuevos desafíos, y con cada desafío muchas veces vienen nuevos golpes y nuevas caídas. Como consecuencia, los corazones pueden romperse con cierta facilidad. Cuando esto ocurre nos sentimos perdidos, vacíos y sin esperanza en nuestra lucha por superar la adversidad y tomar una nueva dirección.

Dios es todo lo que necesitamos para salir adelante. Y si ponemos nuestra confianza en Él en nuestra vida cotidiana, Él nos fortalecerá y nos dará nuevas esperanzas.

El Salmo 103 supone una fuerte reafirmación de lo que Él hace por cada uno de nosotros, cuando lo dejamos entrar en nuestras vidas.

1. Él perdona todos nuestros pecados . 2. Él sana todas nuestras enfermedades. 3. Él redime la vida de la destrucción. 4. Él nos colma de bondad amorosa y tierna misericordia. 5. Él satisface nuestras bocas con las cosas buenas, para que nuestra juventud se renueve como el águila. 6. Él hace justicia y juicio contra nuestros opresores. Él nos hace libres. 7. Nos da a conocer sus caminos. 8. Él nos brinda su gracia y misericordia en tiempos de necesidad.
Todas estas cosas pueden estar a nuestra disposición, y solo tenemos que reclamarlas a Él a través de Jesucristo.

Dios es todopoderoso y omnisciente. Él es todo lo que necesitamos y podemos aprovechar su poder sin fin en cualquier momento, y tomar una dirección diferente en la vida, poniéndolo a Él en todo lo que pensamos, decimos y hacemos. En sus promesas se puede confiar plenamente.

No es culpa de Dios

Recordando el pasado, por ejemplo la historia de Noé, en la que la incredulidad era muy grande y todos estaban muy relacionados con el pecado, vemos que Dios mandó un diluvio para destruir la tierra; sin embargo, mientras se construía el arca, Él le dio a la gente la oportunidad de cambiar de decisión pero no lo hicieron. 
Igual pasó con Sodoma y Gomorra; las personas estuvieron perdidas en los pecados de la carne e hicieron que Dios tomara la decisión de destruir esas ciudades con fuego. Pero entonces, ¿dónde está ese Dios bueno y misericordioso?
Ante todo, debemos saber que todo lo que hoy sucede en el mundo, como también lo que ocurrió hace tiempo, no es culpa directa de Dios; es consecuencia de la desobediencia a Él, del hecho de tener la oportunidad de conocer a nuestro Padre y rechazarlo como Salvador.
De la misma forma como hace muchos años, Dios dio la oportunidad a la humanidad para arrepentirse y salvarse, ahora es más grande esta dádiva, pues sólo necesitamos aceptar a Jesucristo como Salvador y caminar de acuerdo a lo que dice su Palabra. Tenemos esa opción, aprovechemos este tiempo de gracia que Dios nos regala.
Los tiempos finales se acercan, y aún tienes el libre albedrío para decidir qué camino seguir y a quién creer. Si tomaste la decisión de seguir a Cristo es una gran alegría, pero si estás decido a seguir tu vida sin Él, no culpes a Dios por esa decisión y por lo que pueda ocurrir.

Enemigo oculto

Hace unos días, le oí a un Pastor decir que aquel que no tuviera claro que estaba en medio de una guerra espiritual, vivía en la derrota permanente. Es importante conocer a nuestro enemigo para utilizar contra él las armas correctas. La palabra nos advierte:
Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar(1 Pedro 5:8 NVI) 
Los que creemos que son nuestros enemigos, son personas que por la ausencia de Dios en sus vidas, son manipuladas por Satanás para hacernos caer, sufrir, llorar o fracasar. Nosotros no conocemos bien a nuestro enemigo, pero él nos observa todo el tiempo, sabe cuáles son nuestras debilidades, y al no estar precavidos, su ataque llega con más fuerza con el único objetivo de derribarnos, matarnos o destruirnos.
El enemigo, está presente en cosas tan sencillas como el alcohol, las drogas, la fornicación, el divorcio, la guerra, las peleas, las disensiones, los celos, el maltrato,... es quien causa divisiones y discordia en la Iglesia, y toda la maldad que a diario percibimos alrededor del mundo; nos seduce con el éxito, la vanidad, el poder o el dinero fácil.
Estamos en una constante guerra espiritual, y nuestro enemigo tiene nombre, se llama Satanás, diablo, Lucifer, el padre de la mentira. Su victoria más importante es hacernos creer que no existe. Su odio hacia ti, es real, te odia porque conoces la verdad, te odia a muerte y hará todo lo que esté a su alcance por verte derrotado. Siempre sigue la misma estrategia, es poderoso, ataca sin piedad y es el rey del arte de la manipulación, no se rinde ni descansa, y su ejército de demonios se encarga de asediarte con el único objetivo de hacerte caer en la desgracia.
“Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales”. (Efesios 6:11-12 NVI)
Afortunadamente para todos, Jesús ya libró la batalla por nosotros y venció en la cruz. Somos triunfadores en Cristo, si nos llenamos de la fuerza y autoridad que Él en su amor nos ha dado. El diablo existe en el mundo, Dios lo permite así para glorificarse y brillar con todo su esplendor una vez que en medio de nuestras luchas, confiemos y creamos en su justicia y su misericordia; porque cuando reconozcamos su obra en nosotros, nuestro compromiso con Él, será aún mayor.

No sé quién eres, aunque creo que... sí sé quién eres

No sé quién eres, aunque creo que... sí sé quién eres. Llegaste a mi vida de la mano de Dios y ahí estás, leyéndome.
Con un corazón contrito y humillado, con tu alma herida, tu salud quebrantada, o tal vez una amarga decepción… un hecho terrible que le dio un vuelco a tu vida y la hizo girar en otro sentido.
Hasta ayer tú eras alguien con proyectos, ilusiones, esperanzas. Hoy pareces otra persona. Las ilusiones se derrumbaron, los proyectos... literalmente se evaporaron, y las esperanzas se perdieron.
En medio de las heladas aguas del mar de tu naufragio escuchaste muchas voces. De esas que hablan mucho y no dicen nada. Como cuando aprovechando su sapiencia, los inteligentes y bien ordenados argumentos de los eruditos de turno no llegaron a tu corazón roto, ni fueron capaces de aportar entendimiento ni consuelo a tu alma herida; pero entonces, un día te hallaste frente a la pantalla de un ordenador, y sin saber cómo ni por qué, comenzaste a leer un “mensaje de ánimo”. De la mano de Nuestro Amado Señor, con palabras sencillas y llenas de la Gracia Divina, te habló personalmente.
Habías clamado a un Dios que creías que no te estaba bendiciendo. Sentías que tus oraciones no salían de tu habitación. En la fría soledad de tus días, sentías el amargo sabor de la derrota, pero Dios puso en el corazón de alguien escribirte un mensaje sin saber el destinatario. Como todos los mensajes que vienen de allí, vuelan lejos de las manos de sus autores, como la paloma del Espíritu, para posarse y aportar alivio y consuelo en un corazón lejano y dolido.

Un aterrizaje forzoso

"Gracias a la magistral pericia del piloto, 129 personas sobrevivieron", informó un diario sobre la increíblemente hábil maniobra del capitán de vuelo, el sueco S. Rasmussen. Ambos reactores del avión habían dejado de funcionar, y la aeronave tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia.
Un pasajero comentó: –No sólo tuvimos suerte, ¡sino que presenciamos un milagro! ¿Quién lo hizo? Realmente, ¿fue solo el piloto?; sin dejar de reconocer su mérito. 
¿Seguro que no estaba presente ese "Alguien" que guía el destino de todos los seres humanos y a quien se debería atribuir este milagro, es decir, Dios? Pero no se dijo nada de Él. ¿Nadie pensó en Dios y en la eternidad?
En cambio, así se expresó otro pasajero durante los momentos más críticos: –¡Vamos al infierno! ¿Habría ido él verdaderamente al infierno? Podría suponerse, porque cuando una persona no conoce el camino al cielo, va a “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:44).
Esto es conmovedor, pero es la verdad, pues así lo dijo Jesús, el Hijo de Dios. Pero esto no es lo que Dios quiere para los seres humanos. Vino del cielo en la persona de su Hijo Jesucristo y nos abrió el camino hacia Él.
Todo aquel que está dispuesto a reconocer su propia incapacidad para salvarse por ser pecador, hallará en el Señor Jesús al Salvador que le preparó una eterna felicidad, y quien dijo: “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Dios redimirá su alma para que no pase al sepulcro, y su vida se verá en luz. Job 33:28