Hechos 19:10-11 Así continuó, Pablo, por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús. 11 Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo.
Definamos primeramente qué es un milagro: Un milagro es la intervención sobrenatural de Dios en una situación de crisis.
De esta definición y de los versículos anteriores, podemos entresacar dos puntos muy importantes: los milagros vienen directa y únicamente de Dios, y los milagros se manifiestan en las necesidades del ser humano.
En la palabra de Dios podemos ver cuáles son los elementos indispensables para que los milagros puedan ser una realidad en nuestra vida.
El versículo nos dice “si permanecéis en mí”; y tenemos que saber que nuestro Dios ya se hizo cargo de eso (1 Juan 4:13-15). Toda persona que ha confesado a Cristo como su salvador y que ha recibido el Espíritu Santo de parte de Dios, permanece en Dios y Dios en él.
Pero hay un elemento en el texto de Juan 15:7 que sí depende de nosotros: “Si mis palabras permanecen en vosotros”. Cada uno de nosotros tenemos que tomar la palabra y guardarla en nuestro corazón, y para eso tenemos que escuchar la palabra, leerla y escudriñarla.
La palabra de Dios puede obrar milagros y maravillas; la palabra de Dios tiene poder. —Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado sanará. (Mateo 8:8).
La Palabra es como una semilla de Dios sembrada en nuestro corazón, que produce milagros y maravillas.