miércoles, 28 de marzo de 2018

¿Cómo puedo saber si algo es pecado?

Podemos dividir en dos partes esta pregunta. 
(1) Hay cosas que la Biblia menciona y declara específicamente que son pecado. Ejemplos de estas listas se encuentran en: Proverbios 6:16-19Gálatas 5:19-211 Corintios 6:9-10. No hay ninguna duda de que las Escrituras presentan estas actividades como pecaminosas, cosas que Dios no aprueba. Homicidio, adulterio, mentira, robo, etc., indudablemente la Biblia presenta estas cosas como pecados. 
Resultado de imagen de ¿Cómo puedo saber si algo es pecado?(2) Otras, más difíciles de determinar como pecado, están en áreas en las que la Biblia no las señala específicamente. 

Cuando la Biblia no cubre un tema determinado, tenemos algunos principios generales en Su Palabra para guiarnos.
(a) Cuando no existe una referencia específica en las Escrituras, es bueno preguntarse no si cierta cosa está mal, sino si es valorada como buena. La Biblia dice, por ejemplo, “aprovechando bien el tiempo” (Colosenses 4:5). Nuestros pocos días aquí en la tierra son tan cortos y preciosos en relación con la eternidad, que nunca debemos desperdiciar el tiempo en cosas egoístas, sino usarlo solo en lo que “sea bueno para la necesaria edificación” (Efesios 4:29).

(b) Otra buena prueba es determinar si podemos, honestamente y con buena conciencia, pedirle a Dios que bendiga y utilice esa actividad en particular para Sus propios buenos propósitos. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). Si existe alguna duda en que complazca o no a Dios, entonces lo mejor es dejarlo. “....todo lo que no proviene de fe, es pecado.” (Romanos 14:23).

Huesos secos

Recientemente tuve la oportunidad de escuchar un vibrante mensaje sobre el capítulo 37 del libro de Ezequiel. Tanto el mensaje, como la lectura del pasaje bíblico, me aportaron nuevas esperanzas y una renovada energía a mi alicaído espíritu.
El profeta Ezequiel se encuentra en medio de un campo lleno de huesos secos y esparcidos. De repente cada uno de estos huesos comienza a unirse con sus otros huesos correspondientes; Dios hace crecer nervios, carne y finalmente sopla aliento de vida en ellos, hasta quedar formado todo un ejército, una muchedumbre.
Más allá de cualquier consideración, simbolismo o interpretación del pasaje, si hay algo que me quedó absolutamente claro, es que Dios tiene el poder de convertir todo un campo de huesos secos en un ejército viviente. Como en la profecía, es Su Soberana Palabra la que dice “hágase” y tan sencillo como decirlo, es un hecho.
Hoy recuerdo con tristeza las buenas oportunidades que tuve y que no supe valorar, aprovechar ni agradecer como es debido. Malas decisiones, falta de experiencia, de criterio...; un poco de ignorancia y puede que alguna dosis nefasta de arrogancia me condujeron a situaciones difíciles y penosas. En pocas palabras, hice de mi vida un valle de huesos secos.
Hoy recuerdo las muchas veces en que mi vida estuvo hecha un campo de huesos secos. Todas aquellas veces -y tal vez hoy esté pasando por uno de esos períodos- en los que el desaliento, la frustración, la ira mal contenida, la tristeza y la desesperanza ganaron terreno sobre la fe y la esperanza; pisaron sueños y derribaron ilusiones.

El buen samaritano

En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? 1 Juan 3:16-17
El buen samaritano
Lucas 10:29-37
Un hombre preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29). Jesús le respondió mediante una parábola: un hombre cayó en manos de ladrones, los cuales lo dejaron gravemente herido al borde del camino. Por allí pasó primero un sacerdote, y luego un levita, pero ambos continuaron su camino sin hacer nada para ayudarlo. Un hombre de Samaria, despreciado por los judíos, pasó por el mismo lugar. Y viendo al herido, tuvo compasión de él, lo curó, lo llevó a un albergue, lo dejó en manos del mesonero y pagó todos los gastos.
Entonces Jesús preguntó quién había sido el “prójimo” del hombre herido. De esta manera puso a su interlocutor, no en la posición del benefactor, sino en la del pobre que depende de los cuidados de un extranjero despreciado. El hombre reconoció claramente que el prójimo era el samaritano. Jesús concluyó diciendo: “Ve, y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37).
El herido representa al hombre maltratado por Satanás, quien abandona a sus víctimas. Los hombres religiosos no hacen nada por él. El samaritano es la figura de Jesús, quien se compadece de cada ser humano. Se encarga de él y lo salva por la eternidad.
La conclusión es importante: para ayudar a los demás eficazmente, hay que empezar por considerar ser uno mismo el objeto de los cuidados de Jesús. Tenemos que reconocerlo como nuestro Salvador. Solo entonces, Jesús puede invitarnos a actuar como Él.