El estar enamorado trae consigo acciones, la necesidad de estar cerca del ser amado, de agradarle, de hacer todo lo posible por darle bienestar. Hay alegría y satisfacción de poder compartirlo todo, y eso es lo que a veces nos hace falta para sentir que el corazón nos late de nuevo, para experimentar un acercamiento más íntimo con Dios, justo como sucede cuando una pareja está enamorada. No es sólo dejarse guiar únicamente por sentimientos, sino de ser sensibles al amor, de conocerlo de cerca, de conquistar y no sólo desear, de vivir las cosas y no sólo decirlas.
El amor de Dios es lo más constante que existe, y no por mucho decirle te amo va a amarte más; a Él no le hace falta enamorarse de ti, porque Él siempre está cerca, tratando de entenderte, de ayudarte, de compartirlo todo contigo, de hacerlo todo por ti, ¿verdad?; la necesidad de enamorarse está en nosotros, en corresponder a tanto amor, en cultivar esa relación con Él, en tener un acercamiento real, íntimo y sincero.
Es necesario llegar a conocer íntimamente a Dios para poder experimentar su amor, desear realmente su compañía, dejarse envolver en su presencia olvidando todo lo que sucede a nuestro alrededor, tener tiempo de calidad con Él. Buscad a Jehová y su poder, buscad su rostro continuamente. 1 Crónicas 16:11. Hay que cultivar la relación como una planta, no podemos dejar que pase el tiempo y descuidarla, porque se seca y terminamos por perderla.
Pasan tantas cosas por nuestra mente todo el tiempo, que aún estando pensando en Dios pensamos en otras cosas; entonces olvidamos lo que estábamos haciendo y volvemos a dar vueltas a los viejos pensamientos de nuevo. Somos así, nos preocupamos de tantas cosas por hacer, que sin darnos cuenta le quitamos su lugar poco a poco y después no nos explicamos por qué ya no sentimos su presencia como antes.