Iba Jesús de camino, cuando vino
uno corriendo, se arrodilló delante de él y le preguntó:
— Maestro bueno, ¿qué he de
hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le respondió:
— Os aseguro que no hay nadie
que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras por
causa mía y dé la buena noticia, 30 y no reciba en este mundo cien
veces más en casas, hermanos, madres, hijos y tierras, aunque todo ello sea con
persecuciones, y en el mundo venidero la vida eterna. 31 Muchos que ahora son primeros,
serán los últimos, y muchos que ahora son últimos, serán los primeros.
Marcos 10.17-29,31
En una famosa película aparecía un personaje con una brújula
muy peculiar. Su brújula apuntaba a lo que más quería. Si esta brújula
existiera en la realidad ¿A dónde apuntaría?
Enfoquemos nuestra atención en el elemento más importante de
este pasaje: Para el joven, su riqueza era más importante que Dios.
Todos podríamos argumentar: “Pero es que él fue un hombre
bueno, sabía la palabra de Dios, obedecía sus mandamientos desde muy pequeño;
¿Por qué Jesús le dijo, a un hombre tan “bueno” como ése, que debía
vender todo lo que tenía? ¿Por qué Jesús no aceptó rápidamente en sus filas a
un hombre tan “correcto” y “justo”? ¿Qué vio Jesús en este hombre tan “perfecto”, que nosotros no vimos?”
Hay muchísimas personas que viven en la misma condición que
este joven, no adulteran, no matan, no dan falso testimonio, honran a
padre y madre..., de forma que nosotros no tendríamos inconvenientes en decir
que son “buenas personas”, y aún así están muy lejos de Dios. ¿Por qué?
Jesús, a través de este pasaje, nos enseña una verdad
grandiosa: La fe cristiana trata de tener a Dios en el primer lugar de
nuestras vidas. De nada sirve ser un buen hijo, alguien que cuando ora
los enfermos se sanan y los endemoniados son liberados, alguien que no dice
mentiras, ni mata, ni fuma, ni bebe, ni adultera, ni hace nada malo según
nuestro contexto, pero si no ama a Dios con todo su corazón, que
es el primer mandamiento y más importante, ni ama al prójimo como si fuera él, básicamente no está haciendo nada.
Jesús es grandioso reconociendo qué es lo que nos impide
acercarnos a Dios. Recordemos que nosotros nos fijamos en las apariencias pero
Dios se fija en el corazón.
Jesús tiene un propósito con nuestras vidas y
es acercarnos a Dios Padre, pero para acercarnos a Dios se debe destruir el
impedimento, esa roca grande y pesada que nos obstaculiza el camino para llegar
a Él.
Mientras nosotros veíamos a un personaje bueno,
justo y honesto, Jesús veía a un personaje que tenía su mirada puesta en sus
riquezas y no en Dios. La Biblia dice que, cuando Jesús le miró, le amó; seguro
que Jesús quería que este joven llegara a Dios, pero la voluntad del joven no
le permitió hacerlo, porque tenía su confianza en las riquezas.