“El ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y le dijo: Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo, afirma el Señor, que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia.”
Génesis 22:15-18
Nueva Versión Internacional (NVI)
Al Señor se le conoce con muchos nombres y uno de ellos es este, Jehová Jireh, que significa Dios proveerá. Era inmenso el respeto del Pueblo de Israel al pronunciar su nombre, por lo que sustituyen su nombre por Adonai, El Señor, El Todopoderoso, El Eterno y otros. Dios, en su inmenso amor, conoce y discierne las intenciones del corazón y todo lo que nos da y nos habla en su Palabra es verdad; además nos da herramientas de poder, de su inmenso poder, la Palabra de Dios tiene poder, y ellas son escudo y protección a nuestra vida cuando las declaramos con fe, con sinceridad, con amor y con fuerza.
Abraham, conocido como el padre de la fe, al estar dispuesto a obedecer al Señor y sacrificar a su hijo, fue bendito por Dios y por su fe, y fuimos benditas todas las naciones de la tierra. Imaginemos por un instante los pensamientos, el temor, el dolor que esta situación pudo haber causado en el corazón de Abraham en esos momentos. Si él se hubiera dejado dominar por esos sentimientos, ¿qué habría pasado? Pero por fortuna para todos, su confianza en Dios y su fe fueron más fuertes que sus temores y triunfaron para darle la victoria y también darnos la victoria a nosotros.