miércoles, 11 de julio de 2018

Recibir sin dar…

Hay muchos tipos de personas, tantos como habitantes hay en el mundo, y por esto mismo nos es difícil ponernos de acuerdo e intentar vivir en paz. Dentro de todo este “zoológico” de especies humanas nos podemos encontrar con gente con personalidades excéntricas y otras más comunes y corrientes, ¡vaya!, diríamos de forma coloquial.
Dentro de nuestra especie humana, hay gente capaz de una generosidad que supera los límites de nuestra propia comprensión; son seres casi celestiales capaces de darse al otro desinteresadamente. Son casi como los “super héroes” que vemos en reportajes de la televisión. Sin embargo, recientemente cambió un poco mi percepción sobre ellos.
recibir sin darA lo largo de nuestra vida nos tocará enfrentar diversos desafíos e ir superando distintas etapas. No es nada novedoso ni muy inteligente. Todos lo sabemos desde el momento casi de nuestra concepción. Lo que no sabemos es que en esas etapas también estaremos rodeados de personas que algo aportarán a ella o la harán más difícil, depende de la asignación que tengan para nuestras vidas.
Es así, como nos encontraremos con personas con quienes pasaremos tiempo, invertiremos recursos cognitivos y emocionales en hacerles compañía, y no recibiremos absolutamente nada a cambio. Es una relación en una sola dirección, sin ningún tipo de devolución por la otra parte. A cambio, y para sobrevivir a estas relaciones, tendremos otras en donde entregaremos y recibiremos algo a cambio. Estas son relaciones basadas en el principio de la reciprocidad, y son una bocanada de aire fresco frente al ahogo que nos produce el otro tipo de conducta, desarrollado por quienes se relacionan con nosotros solo desde la perspectiva de lo que pueden recibir de nuestra parte. Nadie puede sobrevivir en este mundo solo con el primer tipo, pues los seres humanos por condición casi genética necesitamos de la RECIPROCIDAD. Funcionamos con esa lógica, si no no operaríamos con mucha naturalidad con la lógica de causa-efecto como lo hacemos cotidianamente.
Además de estos dos modelos relacionales hay un tercero. Es el recibir sin dar. Es muy probable que éste sea el porcentaje menor que tengamos en nuestras vidas. Es muy probable que solo nuestros padres sean capaces de operar según este tipo de relaciones. Lo que sí es cierto es que necesitamos de este modelo. Necesitamos que alguien nos quiera aunque no hagamos nada por conseguir ese cariño. Necesitamos a alguien que nos acepte y valore incondicionalmente para seguir adelante. Nadie podría vivir sin esto, nadie que se haga llamar humano podría prescindir de este tipo de relaciones.

Estamos al Cuidado de Dios

Hoy el cielo derramó grandes gotas de lluvia queriéndote demostrar que hay esperanza. Penetró en la semilla que surcó el labrador, esperanzado en que rendirá frutos a su tiempo. Otras gotas cayeron sobre el océano para hacer el mar más profundo y que los hombres puedan navegar en él. Mojó a la niña y también a la anciana que apresuradas corrían buscando guarida. Y allí donde había sequía, la lluvia hizo su trabajo dejando fluir el agua fría.
El arcoíris se mostró en todo su esplendor. Llenó de colores el ancho cielo y los hombres recordaron un viejo pacto de esperanza y redención. El sol volvió a salir, iluminando y acariciando con sus cálidos rayos. Secó la tristeza de quien tenía el corazón triste y lastimado.
¡Sí, yo sé lo que se siente al atravesar las esquinas, cabizbaja, mirando al cielo desesperada porque parece que nada bueno pasa! Sé también lo que es no tener un euro en el bolsillo o que tu salud te falla. Mas veo en la naturaleza, ejemplo de sabiduría, gracia y belleza. Como aquel Padre Amante cuida de su creación con perfección, de tal manera que a los lirios del campo vistió y a las aves y seres vivientes alimenta.

Y a ti y a mí que somos su más preciada y amada creación, nunca nos desamparará porque él es nuestro Salvador.

Comunión con Jesús

 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. Filipenses 3;8
Nunca olvidaré la vez en que tuve el privilegio de sentarme junto a Billy Graham a cenar. Me sentí honrado, aunque algo nervioso, al no saber qué sería adecuado decir. Pensé que sería interesante empezar la conversación preguntándole qué le había gustado más de sus años de ministerio. Después, con torpeza, empecé a sugerir posibles respuestas. ¿Le había gustado más conocer a presidentes, reyes y reinas? ¿O quizá predicar el evangelio a millones en todo el mundo?
Antes de terminar mis sugerencias, Graham me detuvo. Sin vacilar, me dijo: «Mi comunión con Jesús. Percibir su presencia, aprender de su sabiduría, tener su guía y su dirección… ése ha sido mi mayor gozo». Al instante, me sentí avergonzado y desafiado. Avergonzado porque no estaba seguro de que mi respuesta hubiera sido la misma que la de él, y desafiado porque deseaba que así lo fuera.
Es lo que Pablo tenía en mente al considerar que sus mayores logros no tenían valor en comparación con «la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús» (Filipenses 3:8). Piensa en lo estupenda que sería la vida si Jesús y nuestra comunión con Él fueran nuestro objetivo supremo.
Señor, perdóname por ir en pos de cosas que importan mucho menos que mi comunión contigo. Gracias por enriquecer mi vida con tu presencia y tu poder.
Para permanecer fiel donde Dios te puso, dale el primer lugar a Cristo en tu corazón.