1 Pedro 3:4 habla de “lo íntimo del corazón”, lo cual se refiere a que la persona real está oculta bajo su apariencia. Cuando nos relacionamos los unos con los otros, debemos esforzarnos por conocer quiénes son realmente los otros, su interior, y no hacer juicios rápidos contra ellos o juzgar según su apariencia. Cuando no nos esforzamos por conocer “lo íntimo del corazón”, nos equivocamos de una de estas dos maneras: 1) aprobamos a alguien porque parece ser lo que no es; o 2) desaprobamos a alguien por su apariencia o por sus acciones, cuando realmente en su interior, ese individuo es una persona maravillosa.
David jamás hubiera sido elegido por el hombre para ser rey, pero Dios miraba su corazón. Hasta su propia familia lo hacía de menos. ¡Ni siquiera lo habían incluido en el proceso de selección (1 Samuel 19:1-13)! Pero el Señor vio el corazón de David, el corazón de un pastor. Dios vio a un adorador, a alguien con un corazón conforme al suyo, alguien que era maleable y amoldable en sus manos. Esas son las cualidades que busca en nosotros.
Suelo pensar en las geodas, rocas rústicas, de fea apariencia, que parecen horrorosas en su exterior pero son absolutamente espléndidas en su interior. Algunas son interiormente, verdaderas piedras preciosas, pero su exterior es rugoso y terriblemente falto de atractivo.