Uno de nuestros amigos estaba cómodamente sentado en un avión, a punto de despegar de un pequeño aeropuerto. El personal de cabina acababa de cerrar la puerta y estaba ocupándose de los últimos preparativos. Fuera llovía a cántaros. De repente, nuestro amigo vio a un hombre vestido con impermeable que corría en dirección al avión y empezó a golpear con fuerza la puerta. Desde el interior la azafata intentó explicarle que era demasiado tarde. Pero el hombre golpeaba cada vez con más insistencia hasta que, al final, la azafata le abrió la puerta. Para gran sorpresa de todos, aquel hombre era el piloto.
¿Hacia dónde va nuestra sociedad? Muchas personas actúan como el personal de aquel avión, que se embarcan para un viaje sin el piloto a bordo. Sin embargo, el piloto está fuera llamando a la puerta.
¿Se ha dado cuenta usted de que Jesús está llamando a la puerta de su corazón, de su vida? Quizá lo esté haciendo por medio de una enfermedad, de un accidente, de una situación difícil, mediante la lectura de un pasaje de la Biblia o incluso a través de este mensaje…
¡Ábrale su corazón! ¡Invite a Jesucristo a entrar! Él desea, al igual que ese piloto, conducirle por el camino de la paz. Desea "cenar con usted", o sea, crear lazos de confianza con usted. Como es Dios, solo Él puede responder a las necesidades de su corazón. Dígale sencillamente: Señor Jesús, te abro la puerta; te necesito.
Jesús dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9).
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