1 Pedro 3:4 habla de “lo íntimo del corazón”, lo cual se refiere a que la persona real está oculta bajo su apariencia. Cuando nos relacionamos los unos con los otros, debemos esforzarnos por conocer quiénes son realmente los otros, su interior, y no hacer juicios rápidos contra ellos o juzgar según su apariencia. Cuando no nos esforzamos por conocer “lo íntimo del corazón”, nos equivocamos de una de estas dos maneras: 1) aprobamos a alguien porque parece ser lo que no es; o 2) desaprobamos a alguien por su apariencia o por sus acciones, cuando realmente en su interior, ese individuo es una persona maravillosa.
Todos tenemos nuestras pequeñas rarezas o ciertas acciones, comportamientos y maneras que otras personas no comprenden fácilmente. Dios mismo no juzga por las apariencias, y debemos seguir su ejemplo (1 Samuel 16:7).
David jamás hubiera sido elegido por el hombre para ser rey, pero Dios miraba su corazón. Hasta su propia familia lo hacía de menos. ¡Ni siquiera lo habían incluido en el proceso de selección (1 Samuel 19:1-13)! Pero el Señor vio el corazón de David, el corazón de un pastor. Dios vio a un adorador, a alguien con un corazón conforme al suyo, alguien que era maleable y amoldable en sus manos. Esas son las cualidades que busca en nosotros.
Suelo pensar en las geodas, rocas rústicas, de fea apariencia, que parecen horrorosas en su exterior pero son absolutamente espléndidas en su interior. Algunas son interiormente, verdaderas piedras preciosas, pero su exterior es rugoso y terriblemente falto de atractivo.
Como las geodas, solemos ser rústicos, ásperos y ordinarios en el exterior, pero Dios sabe cuánta belleza ha puesto en nuestro interior. Así como el buscador de oro sabe que debe ser paciente cuando cava buscando oro, Dios sabe que debe ser paciente con nosotros entretanto el Espíritu Santo sigue obrando en nuestra vida, cavando en ella, hasta que finalmente, hace surgir los tesoros que estaban en nuestro interior.
Lo que se siembra en las vidas de otras personas, seguramente se cosechará en la propia. Si sembramos aspereza y juicios precipitados, cosecharemos asperezas y juicios precipitados. Así que, cuando la tentación de juzgar o criticar esté a su puerta, resístala. En cambio, ponga lo mejor de sí para ver lo mejor de los demás, y vea lo que Dios valora de cada uno: lo íntimo del corazón.
Recuerde también examinar su propio corazón y asegúrese de tener los motivos y actitudes de corazón correctos. Nuestros pensamientos y actitudes secretos deben ajustarse a lo que Dios manda. Podemos esconder a otra gente lo que está dentro de nosotros, pero a Dios no podemos esconderle nada. Nuestro ser exterior es nuestra reputación ante la gente, pero lo íntimo del corazón es nuestra reputación ante Dios. Deberíamos estar mucho más preocupados por nuestra reputación en el cielo que por nuestra reputación en la Tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario