Una de las ideas más comunes que se tiene del infierno es que es un espantoso lugar de fuego inextinguible, en donde serán arrojadas las almas de los pecadores impenitentes. Pero, ¿afirma esto Jesús? ¿Enseñó Él que solo las almas inmortales de los impíos serán atormentadas toda la eternidad en el infierno, y no sus cuerpos físicos de carne y huesos? Pues veamos lo que Jesús realmente nos dice al respecto en Mateo 5,29:
“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo TU CUERPO sea echado al infierno” (Mateo 5,29).
Pues bien, siguiendo las enseñanzas de Jesús, también los cuerpos de los impíos serán arrojados en el infierno para ser “atormentados” día y noche. De modo que la idea que se tiene de que solo las almas inmortales son atormentadas para siempre en el infierno no es bíblica en absoluto, pues también los cuerpos físicos estarán allí, cuerpos físicos que no estuvieron dispuestos a perder una mano o un ojo por el Reino.
Esto suscita las siguientes preguntas: ¿Cuándo serán arrojadas en el infierno las almas, con los cuerpos físicos de los impíos, para ser “atormentadas” día y noche? ¿Será en el momento de la muerte? Y si es en el momento de la muerte, ¿cómo es que los cadáveres de los impíos permanecen en sus tumbas corrompiéndose hasta hacerse polvo? ¿No deberían esos cuerpos físicos inertes, estar con sus almas inmortales atormentándose en el infierno? Aquí se abren dos posibilidades:
a) Que el Infierno (Gehenna) sea solo un símbolo de destrucción eterna donde cuerpo y alma son destruidos para siempre, o
b) que el Gehenna es un lugar real, en cuyo caso los muertos impíos no podrían estar ahora allí, dado que sus cuerpos inertes aún se están corrompiendo y desaparecen como polvo. Tendrían primero que resucitar físicamente, ser juzgados, y lanzados a ese lugar con sus cuerpos físicos y todo. ¡Y eso solo podría ocurrir en un futuro! Y finalmente, si los impíos son destinados al infierno solo después de la resurrección para juicio, es lógico suponer que los justos son conducidos a su paradero final solo en la resurrección de ellos, cuando Cristo vuelva en gloria. La retribución no podría recibirse definitivamente en el momento de la muerte, sino únicamente en el evento de la resurrección.
Con todo, existe aún un problema por resolver, y es que Jesús dice en Marcos 9:43,44: “Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga”. ¡Ojo, no lo tomemos en sentido literal!, pero aquí Jesús está diciendo que aquellos cuerpos que van al infierno van con sus propios gusanos, lo que indicaría que son cuerpos putrefactos. Mas, ¿Cristo resucitaría a personas cuyos cuerpos continúan pudriéndose aun después de ser traídos a la vida? Además, se dice que esos gusanos no mueren. ¿Acaso Jesús nos está diciendo que en el infierno existirán gusanos inmortales? ¿Tiene esto sentido? ¿No será, más bien, que todo este lenguaje es figurado o simbólico? Esta parte es razonable porque también en Marcos aparece el fuego eterno o ignis inextinguibilis, cuando se dice: «Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextinguible, donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga…» (Marcos 9,43-44). Pero lo cierto es que la palabra gehenna, a la que en la traducción latina de la Biblia se le añade la anotación “al fuego inextinguible”, no se refería sino a una metáfora basada en los vertederos de basura que, en tiempos de Jesús, ardían en el valle de Ge‑Hinnom, en las afueras de Jerusalén. Y la frase que le sigue procede de Isaías y tiene un sentido muy diferente en el original: ‘y, al salir, verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí, cuyo gusano nunca morirá y cuyo fuego no se apagará, y serán horror a toda carne’ (Isaías 66,24)”. Por tanto, tomar literalmente la enseñanza del infierno presenta un problema enorme que distorsiona el carácter del Creador.
b) que el Gehenna es un lugar real, en cuyo caso los muertos impíos no podrían estar ahora allí, dado que sus cuerpos inertes aún se están corrompiendo y desaparecen como polvo. Tendrían primero que resucitar físicamente, ser juzgados, y lanzados a ese lugar con sus cuerpos físicos y todo. ¡Y eso solo podría ocurrir en un futuro! Y finalmente, si los impíos son destinados al infierno solo después de la resurrección para juicio, es lógico suponer que los justos son conducidos a su paradero final solo en la resurrección de ellos, cuando Cristo vuelva en gloria. La retribución no podría recibirse definitivamente en el momento de la muerte, sino únicamente en el evento de la resurrección.
Con todo, existe aún un problema por resolver, y es que Jesús dice en Marcos 9:43,44: “Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga”. ¡Ojo, no lo tomemos en sentido literal!, pero aquí Jesús está diciendo que aquellos cuerpos que van al infierno van con sus propios gusanos, lo que indicaría que son cuerpos putrefactos. Mas, ¿Cristo resucitaría a personas cuyos cuerpos continúan pudriéndose aun después de ser traídos a la vida? Además, se dice que esos gusanos no mueren. ¿Acaso Jesús nos está diciendo que en el infierno existirán gusanos inmortales? ¿Tiene esto sentido? ¿No será, más bien, que todo este lenguaje es figurado o simbólico? Esta parte es razonable porque también en Marcos aparece el fuego eterno o ignis inextinguibilis, cuando se dice: «Si tu mano te escandaliza, córtatela; mejor te será entrar manco en la vida que con ambas manos ir a la gehenna, al fuego inextinguible, donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga…» (Marcos 9,43-44). Pero lo cierto es que la palabra gehenna, a la que en la traducción latina de la Biblia se le añade la anotación “al fuego inextinguible”, no se refería sino a una metáfora basada en los vertederos de basura que, en tiempos de Jesús, ardían en el valle de Ge‑Hinnom, en las afueras de Jerusalén. Y la frase que le sigue procede de Isaías y tiene un sentido muy diferente en el original: ‘y, al salir, verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí, cuyo gusano nunca morirá y cuyo fuego no se apagará, y serán horror a toda carne’ (Isaías 66,24)”. Por tanto, tomar literalmente la enseñanza del infierno presenta un problema enorme que distorsiona el carácter del Creador.
De que habrá un castigo para los impenitentes es innegable, pero éste dista mucho de parecerse a la idea que tuvo Dante del mismo en su “Divina Comedia”.
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