Son muy normales las supersticiones en los no conversos cada vez que termina y empieza un año nuevo: las uvas de la suerte, el color amarillo de la ropa interior, algunas monedas de cierto valor en un vaso, una vela de tal color, darle la vuelta a la manzana del barrio con una maleta, entre otras. Y nosotros los creyentes ¿cómo logramos terminar y empezar un nuevo año en victoria?
Veámoslo a continuación.
1. EVALUANDO EL AÑO QUE PASÓ
¿Cómo me fue? ¿Qué logré y qué faltó por lograr? ¿Qué metas y objetivos se alcanzaron y cuáles quedaron pendientes? ¿Qué podemos mejorar? ¿Por qué no me fue mejor? ¿Por qué no se consiguieron algunas cosas? ¿En qué fallé y me equivoqué? ¿Cuáles fueron los errores que cometí? ¿Qué se dejó de hacer?
Estas preguntas nos pueden llevar y ayudar a realizar una buena evaluación del año que terminó y al mismo tiempo, son una buena base para iniciar el otro año que nos espera; servirá como termómetro para saber cómo de bien, regular o mal nos fue durante todo el año y nos ayudará para no volver a cometer los mismos errores y equivocaciones del pasado, como también a mejorar algunas o muchas cosas que no nos favorecieron, pero sobre todo para ser prudentes, sabios e inteligentes (Hechos 14: 26-28).