lunes, 30 de diciembre de 2013

La Poesía Del Salmo 23 - Salmos

Los Salmos
Capítulo 23
23:1 Jehová es mi pastor; nada me faltará.
23:2 En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
23:3 Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
23:4 Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
23:5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
23:6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa de Jehová moraré por largos días.

  
No hay título inspirado para este Salmo y no se necesita ninguno, porque no registra ningún suceso especial, y no necesita otra clave que la que todo cristiano puede hallar en su propio pecho.
Es la "Pastoral celestial" de David; una oda magnífica, que ninguna de sus hermanas musicales puede superar.
El clarín de guerra aquí cede a la flauta de la paz, y el que ha estado gimiendo últimamente los males del Pastor, de modo afinado practica y canta los goces del rebaño.
Esta es la perla de los Salmos, cuyo fulgor puro y suave deleita los ojos; una perla de la que el Helicón (dios de la mitología griega) no tiene de qué avergonzarse, aunque el Jordán la reclama.
Se puede afirmar de este canto deleitoso, que si su piedad y su poesía son semejantes, su dulzor y su espiritualidad son insuperables.
La posición de este Salmo es digna de que se note. Sigue al veintidós, que es de modo peculiar el Salmo de la cruz. No hay verdes prados ni aguas tranquilas antes del Salmo veintidós. Es sólo después de que hayamos leído "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" cuando llegamos a "El Señor es mi pastor".
Hemos de conocer por experiencia el valor de la sangre derramada y ver la espada desenvainada contra el Pastor, antes de que podamos conocer verdaderamente la dulzura de los cuidados del Pastor.
Se ha dicho que lo que es el ruiseñor entre los pájaros lo es esta oda entre los Salmos, porque ha sonado dulcemente en el oído de muchos afligidos en la noche de su llanto y les ha traído la esperanza de una mañana de gozo. Comparable también a una alondra, que canta al remontarse, y se remonta cantando, hasta que se pierde de vista, y aun entonces oímos sus gorjeos.
Agustín (San) dijo que vio en un sueño el Salmo ciento diecinueve, que se elevaba delante de él como un árbol de vida en medio del paraíso de Dios. Este Salmo veintitrés puede ser comparado a las flores más hermosas que crecen a su alrededor. El primero ha sido comparado al sol entre las estrellas, y sin duda, ¡este 23 es como la más rica de las constelaciones, incluidas las Pléyades!
Algunas almas piadosas se sienten turbadas porque no pueden usar en todos los tiempos, o incluso con cierta frecuencia, el lenguaje de este Salmo en su sentido gozoso. Estas almas deben recordar que David, aunque vivió muchos años, nunca escribió más que un Salmo veintitrés. 

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