“Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste”
(Jeremías 20:7)
Parece que hay personas que no se han enterado de sus auténticos motivos para ser cristianos, para asistir a la iglesia y servir al Señor en todo aquello que les es posible. Lo he explicado, créeme, pero parece ser un lenguaje extraño para algunos. Les entiendo y no les juzgo, tendré que seguir intentándolo. Yo no soy cristiano por tradición, ni voy a la iglesia para acallar una conciencia culpable. Y mucho menos sirvo a Dios para realizarme personalmente. Sé que todos ellos son motivos razonables para muchos, pero no para un cristiano verdadero, no para mí. No necesito un libro para explicar lo que me hace estar en Cristo aunque bien podría escribir uno. La razón por la que profeso mi fe con entusiasmo, acudo a la iglesia con regularidad y estoy en el ministerio a tiempo completo es porque estoy fascinado con Dios. Sí, así es, lo que Dios es me deslumbra y me magnetiza haciendo de mí un feliz adorador.
La estéril religiosidad de otros no me impide vivir mi espiritualidad con Dios. El desamor de otros no me retiene para ser generoso. Las mayorías, con sus elecciones en serie no condicionan mi decisión de tomar mi cruz y seguir al Maestro. He decidido que nada me distraerá de Él ni de su llamamiento santo. Así he resuelto vivir, a pesar de mí y de los traspiés que las circunstancias suelen ponerme con más frecuencia de la que quisiera. Dios me sedujo a sabiendas, conquistó mi voluntad y sólo puedo estar rendido a su buen designio el resto de mi vida.
¿Qué es ser cristiano sino un romance con Dios? ¿Habrá otras maneras de interpretar la fe que no sea la relación con Cristo Jesús? No necesito un diccionario de teología para definir lo que siento y lo que a diario vivo. En mi limitado lenguaje, con mi tosca escritura, con mis canciones apenas bien entonadas, exalto a Aquel que es la razón de todo lo que soy. A lo que a otros puede parecerle fanatismo yo le llamo cristianismo. No era así antes, pero fui salvo y todo cambió; ahora entiendo todo aunque no puedo explicar mucho. Mi fe es razonable y a la vez va más allá de la razón humana.
He cruzado el mundo por amor a Él. Dejé a los míos, padre, madre, hermana, familia, amigos, todo ello por su vehemente indicación. Un gobierno intransigente y totalitario me quitó mi casa y todo lo material que tenía, por seguir a Jesús a un país con una ideología distinta. Este amor me ha costado todo y sin embargo me parece muy poco. Dime, Señor, que más y yo lo daré, no quiero retener nada para mí o lo perderé. Lo entrego todo Señor: esposa, hijas, honor. Tómalo todo, es tuyo, no lo reclamaré. Señor, si algo puedo pedir, si algo quiero, es a ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario