domingo, 30 de octubre de 2016

Reparar corazones

Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Mateo 5;14
Hace poco, fui a la tienda de una costurera para que me reparara algunas prendas de vestir. Cuando entré, me animó ver algunas cosas colgadas en la pared. Un cartel decía: «Nosotros podemos reparar ropa, pero solo Dios puede reparar tu corazón». Cerca, había un cuadro de María Magdalena llorando angustiada cuando el Cristo resucitado estaba por revelársele. Otro cartel preguntaba: «¿Necesita oración? Oraremos por usted».
La dueña me dijo que tenía la tienda desde hacía quince años. «Estamos sorprendidos de cómo el Señor ha obrado mediante estas expresiones de fe que hemos colocado. Hace un tiempo, una persona aceptó a Cristo aquí mismo. Nos maravilla ver obrar a Dios». Le dije que yo también era creyente y la felicité por hablarles de Cristo a otros en su lugar de trabajo.
No todos podemos hablar abiertamente de Cristo donde trabajamos, pero sí podemos encontrar formas creativas y prácticas de mostrar a otros amor, paciencia y bondad inesperados. Desde que salí de esa tienda, he estado pensado en diversas maneras de poner en práctica la declaración del Señor: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5:14).

Señor, ayúdame a descubrir maneras prácticas de reflejar tu luz en mi vida para alumbrar espiritualmente los lugares que frecuento.

Dios derrama su amor en nuestro corazón para que fluya hacia los demás.

sábado, 29 de octubre de 2016

La Maldición De Los Malos Hábitos

Hace unos años un zoológico de Denver, Colorado, recibió un oso polar. Desafortunadamente, el zoológico no tenía un hábitat particular para este oso. Pero, ¡albricias!, estaban en medio de una campaña para recaudar fondos, de manera que alteraron los planes para que incluyera el hábitat preciso para este oso polar.
No obstante, el oso esperó tres años en una jaula que solamente le permitía dar tres pasos de un lado a otro. Y ese fue su estilo de vida en tres años. Finalmente, el oso fue introducido a su nuevo y hermosísimo hábitat; con unas cascadas preciosas, una cueva grande, un tremendo césped y un lago enorme para que pudiera nadar y jugar.
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Pero durante las siguientes semanas, el oso continuaba dando tres pasos de un lado a otro, estaba atascado. No solamente estaba encarcelado por el zoológico, también estaba atascado mentalmente en un hoyo. El oso había llegado a sentirse cómodo en su entumecimiento. Se había convertido en una criatura de hábitos.
Qué triste, el oso eligió vivir a un nivel inferior del que el zoológico le estaba ofreciendo. Muchas personas son iguales que ese oso, entumecidos por sus malos hábitos. Viviendo a un nivel inferior del que Dios les ha ofrecido.
Muchas personas son más esclavas que libres. Así como el oso polar, han llegado a sentirse cómodos en su entumecimiento, conformes, atascados, criaturas de hábitos.  Encarcelados por los atascos subliminales de los malos hábitos, tan profundamente arraigados en su vidas que ni siquiera saben que están ahí.

La oración y la santidad

En la medida que desarrollamos una vida de oración, también crecemos en la santidad con Dios.
La palabra del Señor dice en 1 Pedro 1:15-16 “…Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: sed santos, porque yo soy santo…”
Resultado de imagen de La oración y la santidadEl significado de la palabra Santidad no es ausencia de pecado, más bien es reflejar el carácter de Dios en nuestro propio carácter. Es en este sentido que Dios dice: Sed santos, es decir, estad apartados; pero, ¿apartados de qué? Apartados del MUNDO.
1 Juan 2.15-17 dice: “…No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre…”
Esto nos habla de tres cosas a las cuales debemos renunciar como cristianos:
I. El Mundo.
No se refiere al globo terráqueo, no se refiere a la gente del mundo, se refiere al sistema mundano de pensamiento, a la forma en que el mundo piensa acerca de los deseos, porque estos deseos privilegian la carne antes que los deseos de Dios. En lugar de dar rienda suelta a los deseos de la carne, debemos darle prioridad a la voluntad de Dios; ésta es una nueva forma de pensar.

Como una madre

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 1 Juan 4:10
Una joven, que había perdido a su madre cuando era niña, le decía a una amiga: «¡Si pudiera robarle a alguien, yo le robaría una madre!»
Si hiciésemos una clasificación de los afectos, el de una madre por sus hijos aparecería sin duda ocupando el primer lugar en la lista. Pues bien, a ese amor el profeta Isaías compara el amor de Dios por su pueblo: Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros” (Isaías 66:13). Sin embargo, el amor materno es una débil imagen del “amor de Cristo, que excede a todo conocimiento” (Efesios 3:19). Dios nos mostró este amor al entregar a su Hijo amado para que muriese por nuestros pecados en la cruz. Lo envió “en propiciación por nuestros pecados”. Así, toda persona que acude a Él encuentra un Dios favorable, dispuesto a perdonarle si acepta la salvación que nos ofrece por medio de Jesucristo.

Frutos del Espíritu

Una persona nacida de nuevo tiene algo especial, tiene frutos del espíritu, ¿cuáles son esos frutos?
El que encabeza es el Amor. Este primer fruto es Jesucristo viviendo en esa persona, y precede al siguiente fruto que es el... 
Resultado de imagen de Frutos del EspírituGozo; este fruto denota un espíritu nuevo de gozo en medio de alegrías o tristezas. Este gozo es producto de saber que ya no se pertenece a sí mismo, se pertenece al Rey de reyes. No depende de si se tiene o no tiene dinero, al contrario, se goza cualquiera que sea su estado (abundancia o escasez).
Paz; este tercer fruto es algo especial que hay en el corazón agradecido del nuevo nacido, no hay enemistad entre la otra parte y Él, o sea, entre Dios y Él.
Paciencia, este fruto se va desarrollando a medida que se va avanzando en la vida cristiana; no es sencillo, pero los frutos anteriores hacen que ésta sea puesta en juego. 
Benignidad, que significa bien concebido, o sea, otra nueva naturaleza, hecha para el bien y no para lo malo. Ésa es el corazón de un Cristiano que vive agradando a Dios.
Bondad, producto de su nueva naturaleza, de la de su Padre, bueno, generoso.
Templanza, es un equilibrio, es la moderación del carácter, un actuar con sabiduría apegado a la palabra De Dios.
Mansedumbre, es un fruto que da suavidad en el trato con los demás, es una nueva cualidad que da El Espíritu Santo dentro de la persona, aunque ésta fuera iracunda en el pasado.
Fe; este fruto es también algo especial, pues nos hace seguir confiando hasta ver al autor y consumador de la Fe un día. La fe nos hace ser aceptos a Dios.

viernes, 28 de octubre de 2016

Este regalo

Y me ha dicho: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 2 Corintios 12;9
Hace varios años, escribí un ensayo sobre mi colección de diferentes bastones y trípodes, y pensaba que algún día, quizá tuviera que usar un andador para caminar. Bueno, ese día ha llegado. Una combinación de problemas lumbares y neuropatías periféricas me han dejado empujando un andador de tres ruedas. No puedo hacer caminatas, ni pescar ni hacer muchas cosas que me encantaban.
Sin embargo, estoy tratando de aprender que mi limitación es también un regalo de Dios, y con este regalo tengo que servir. Este regalo y no otro. Lo mismo se aplica a todos nosotros, sean nuestras limitaciones emocionales, físicas o intelectuales. Pablo llegó a decir que se gloriaba en su debilidad, para que se manifestara en él el poder de Dios (2 Corintios 12:9).
Considerar de este modo nuestras limitaciones nos permite cumplir nuestras obligaciones con confianza y valor. En vez de quejarnos, sentir lástima de nosotros mismos o aislarnos, nos ponemos a disposición del Señor para cumplir con sus propósitos.
No tengo ni idea de qué planea Él para ti y para mí, pero no debemos preocuparnos. Nuestra tarea hoy es aceptar las cosas como son y estar contentos. En el amor, con la sabiduría y la providencia de Dios, esta situación es lo mejor para mí (nosotros).

Señor, confío en que me darás todo lo que hoy necesito.
El contentamiento te permite crecer donde Dios te ha plantado.

El hombre que plantó miles de flores para que las oliera su esposa ciega

Un descomunal gesto de amor que supuso dos años de trabajo constante. «La medida del amor es amar sin medida». No existen límites ni imposibles.
Un japonés ha cultivado un inmenso jardín de flores para que su esposa invidente pudiese olerlas, en Shintomi, en la provincia de Miyazaki.
Allí es donde viven el señor y la señora Kuroki, dos granjeros de avanzada edad, rodeados de un mar de rosas que atrae a más de 7.000 visitantes cada año.
No es un espacio público, sino el jardín de su domicilio particular. Una preciosa alfombra que el señor Kuroki decidió elaborar cuando la ceguera, además de robar la vista a su esposa, le dejó también sin la sonrisa.
La historia que conduce a la maravilla que vas a ver en vídeo, comienza en 1956, cuando la pareja recién casada decidió trasladarse a ese hogar. Tuvieron dos hijos y vivieron felices durante varios años, hasta que la salud de la señora Kuroki se deterioró. Unos problemas de vista derivados de su diabetes se agravaron hasta dejarla completamente ciega. Fue un durísimo golpe para toda la familia.
La mujer, deprimida, se volvió huraña y se recluyó en el interior de su casa, negándose a salir más allá de lo estrictamente necesario. El señor Kuroki no podía soportar ver el sufrimiento de su amada y comenzó a cavilar, buscando maneras de animarla. Fue así como apareció en su mente uno de los regalos que todo enamorado ha hecho alguna vez: flores. Pero Kuroki sabía que no bastaría un ramo. Necesitaría muchas, muchísimas flores.
Kuroki empezó a plantar semillas de ‘shibazakura’, una especie marcadamente aromática. Pronto comprobó que el olor de las flores atraía a su esposa hacia el exterior y se afanó en su tarea: no paró de trabajar durante dos años, hasta cubrir totalmente de rosas su jardín. Y así es como ha logrado sacar de la depresión y del encierro al amor de su vida, que vuelve a sonreír a diario. Desde luego, le sobran motivos para hacerlo.
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. 1 Corintios 13; 4-8

No Son Muchos

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No son muchos, pero Dios los puso ahí para ayudarnos y brindarnos su hombro cuando más los necesitamos, para hacerme comprender un poco más el calibre del amor de mi padre celestial.
En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia. -Proverbios 17:17
No son muchos pero Dios los puso ahí.
Un poquito más cercanos, me los regaló a mí
para hacerme comprender un poco más
el calibre del amor de mi Padre Celestial.

No son muchos, pero no los hay mejores en la tierra,
sin temor a los leones en la arena,
solo pendientes de que alguien me proteja
aunque el precio sea mayor.

Son amigos y no tengo que dar nombres ni apellidos,
porque ellos mismos ya se saben aludidos.

No son muchos pero Dios los puso ahí,
peregrinos de otra talla, tan insólitos aquí,
que me respetan y regañan a la vez,
y me quieren como soy aunque me conocen bien.
Están cerca, no me es fácil engañarles
porque llevan mis heridas y miserias en su pecho,
aunque jamás me echan en cara lo que han hecho
aun teniendo una razón.

Son amigos, no hace falta dar sus nombres ni apellidos
porque de sobra ellos se saben aludidos.

No son muchos pero Dios los puso ahí
peregrinos incansables, luchadores de marfil,
forasteros con nostalgia en el hogar,
en sus frentes brilla el sol, en sus manos siempre hay pan,
y en sus labios no hay engaño ni hay traición, porque son sellos
y jamás he visto zánganos mas bellos,
ni me he reído tanto como junto a ellos,
aun en medio del dolor.

Son amigos y no quiero dar sus nombres ni apellidos,
ellos lo saben y se dan por aludidos.

Supera tus errores, vuelve a comenzar

Un error según el diccionario, es algo equivocado o desacertado. Puede ser una acción, un concepto o una cosa que no se realizó de manera correcta. Partiendo de este punto, habernos equivocado o cometido un error, independientemente del tiempo que haya pasado, recordarlo sin haberlo superado siempre nos traerá, con el recuerdo, un sentimiento de dolor y en ocasiones de impotencia por no poder hacer nada al respecto.
Hay momentos en que quisiéramos tener una especie de máquina del tiempo, para regresar y corregir eso que en el pasado hicimos mal y de lo que hoy vivimos arrepentidos. Tenemos cierta tristeza por no haber hecho lo que en su momento debió ser lo correcto e intentamos cambiarlo, y duele no poder hacerlo, no poder retroceder para evitar ese error cometido, pero duele más vivir cargando con la culpa de todos los errores pasados en el presente.
Todos nos equivocamos, dejaríamos de ser humanos si no cometiéramos errores; algunos fallamos en unas cosas y otros en otras, esa es nuestra naturaleza humana. Sucede que el error lo notamos cuando las cosas ya han pasado, cuando analizamos y el resultado no es el que esperábamos, pero también cuando nos equivocamos nos damos cuenta que nos falta mucho que aprender, y que en ocasiones es la única manera de valorar y comprender las situaciones de la vida.
Duele darse cuenta del error cometido, duele haber tomado una decisión o actitud equivocada, pero detrás de todo el sentimiento está la parte más importante: el aprendizaje que nos ha dejado haber cometido esa equivocación. Aceptar que cometimos un error es el primer paso para superarlo, pues una persona que no acepta que se equivocó difícilmente puede corregir su rumbo, pero el segundo paso es perdonarse a sí mismo; de nada sirve reconocer que cometiste un error si no lo vas a superar, si a cada momento, en lugar de pensar en la lección que recibiste, solamente piensas en que echaste a perder algo importante y no hay nada más que hacer.