Hace unos años un zoológico de Denver, Colorado, recibió un oso polar. Desafortunadamente, el zoológico no tenía un hábitat particular para este oso. Pero, ¡albricias!, estaban en medio de una campaña para recaudar fondos, de manera que alteraron los planes para que incluyera el hábitat preciso para este oso polar.
No obstante, el oso esperó tres años en una jaula que solamente le permitía dar tres pasos de un lado a otro. Y ese fue su estilo de vida en tres años. Finalmente, el oso fue introducido a su nuevo y hermosísimo hábitat; con unas cascadas preciosas, una cueva grande, un tremendo césped y un lago enorme para que pudiera nadar y jugar.
Pero durante las siguientes semanas, el oso continuaba dando tres pasos de un lado a otro, estaba atascado. No solamente estaba encarcelado por el zoológico, también estaba atascado mentalmente en un hoyo. El oso había llegado a sentirse cómodo en su entumecimiento. Se había convertido en una criatura de hábitos.
Qué triste, el oso eligió vivir a un nivel inferior del que el zoológico le estaba ofreciendo. Muchas personas son iguales que ese oso, entumecidos por sus malos hábitos. Viviendo a un nivel inferior del que Dios les ha ofrecido.
Muchas personas son más esclavas que libres. Así como el oso polar, han llegado a sentirse cómodos en su entumecimiento, conformes, atascados, criaturas de hábitos. Encarcelados por los atascos subliminales de los malos hábitos, tan profundamente arraigados en su vidas que ni siquiera saben que están ahí.
Ahora bien, cuando pensamos en los malos hábitos tendemos a pensar en los más feos, así que ahí va la definición de un mal hábito:
“Un mal hábito es una actividad repetida y excesiva que molesta mucho a otros y que es nocivo para tu salud”.
El problema es que los malos hábitos proveen gratificación instantánea, son un escape del dolor de la realidad de la vida. Puede ser dar portazos, insultar, romper cosas, maldecir, gritarle a tu esposa... Puede ser injuriar a los familiares, arrojar objetos, encender un cigarro, o echarse un trago. Todas estas cosas llegan a controlarnos, pero lo que sucede realmente es que nos hacen prisioneros de nuestros propios reflejos condicionales.
Y entre más ignores estos malos hábitos o los trates de justificar diciendo: “¡Es que así soy yo!”, más arraigados y destructivos llegan a ser. Por lo regular, crecen sin que te des cuenta hasta que ya han hecho serios avances en tu vida.
Jesucristo dijo: “Si el hijo los libera entonces ustedes serán verdaderamente libres”. Juan 8;36
De manera que no esperes más, hoy es el día ideal para liberarte de los malos hábitos.
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