miércoles, 26 de abril de 2017

Dureza de corazón

La dureza de corazón nunca trae buenas consecuencias, y aunque temporalmente parece que hemos conseguido nuestro propósito, con el paso del tiempo la razón nos conduce a lo contrario. Nos deja ver que no obtuvimos, en aquel momento, una victoria, sino que hemos fertilizado una raíz de amargura que no nos permite vivir con alegría.
Efectivamente, la dureza de corazón, en el mejor de los casos, nos hace vivir con tristeza por algo que no hemos disuelto con justicia. Pero en los peores casos, nos convierte en un individuo violento y malvado; en una persona que su dureza es tan grande, que le lleva a castigar despiadadamente o, incluso, a cometer un crimen contra alguien inocente.
Resultado de imagen de La dureza de corazónYo pude ver esa dureza de corazón con violencia en el año 1980, en Cuba. En aquel entonces, los cubanos que decidían abandonar el país, por la razón que fuera, eran perseguidos y golpeados salvajemente por una turba fanática y endemoniada que lo hacía caminar delante de ella por toda la ciudad, ofendiéndolo de palabra y castigándolo duramente hasta dejarlo sin fuerzas y, en ocasiones, seriamente herido.
Aquellos circos romanos, de entonces, en las afueras de los coliseos, me impresionaron grandemente y durante varios años tuve sueños que se convertían en pesadillas, donde yo me veía azotado por esa enardecida y despiadada multitud que tenía un corazón tan duro, que no permitía la entrada de Dios. Cuando llegué a Miami y acepté a Jesucristo como mi Señor, volví a soñar con aquella turba y una vez más me veía acosado por ella. Su corazón estaba tan endurecido que no escuchaban mis explicaciones.
Cuanto más les explicaba que era inocente y que yo no planeaba abandonar el país, menos escuchaban los enloquecidos de la pandilla, y más me acechaban para cumplir con lo que su corazón les dictaba: un castigo, sí, pero injusto hasta la saciedad.

martes, 25 de abril de 2017

La sabiduría que viene de Dios

Cita Bíblica: Santiago 1:2-11
Estamos en una época en la que abundan nuestras promesas y compromisos. Estamos llenos de ánimo y nos sentimos poderosos para llevar a cabo cualquier empresa, como emprender algún negocio, o retomar algo que estábamos haciendo, o pensar en servir de mejor manera en nuestra iglesia...; pensamos y pensamos y luego, seguimos pensando. Abunda la frase “Esta vez sí…” pero llega el fin del año y nos sentimos frustrados por no haber realizado lo que planeábamos hacer y, llenos del sentimiento de culpabilidad, nos volvemos a comprometer con cosas que no vamos a cumplir; esto pasa una y otra vez en el ciclo de la vida de muchos de nosotros.
En mi iglesia, son frecuentes las palabras que se dicen acerca de 4 principios: “determinación, disciplina, compromiso y perseverancia”. ¡Cuánta falta nos hace al pueblo de Dios aplicar estos cuatro principios! Pero yo añadiría otro: Sabiduría.
sabiduria que viene de Dios
Salomón define la sabiduría como un tesoro que todo hombre debe buscar con gran ímpetu y esfuerzo. Ahora bien, existen muchos filósofos a lo largo de la historia que han hablado de lo que, en su opinión, es la sabiduría; aunque nos basaremos en lo que Santiago define como “La sabiduría que viene de Dios”. Si tenemos temor de Dios y algo de prudencia..., ésta es la sabiduría que vale la pena tener.
Veamos, entonces, lo que habla Santiago en este pasaje. Es el comienzo para invitar a la sabiduría que viene de Dios a ser parte de su vida diaria:
1.     La sabiduría que viene de Dios nos ayuda a ver las dificultades como oportunidades (versos 2 y 3):
En estos primeros dos versículos, Santiago dice que debemos estar gozosos cuando estemos en dificultades, porque cuando nuestra fe se pone a prueba produce perseverancia. La Biblia dice constantemente que la fe puesta a prueba es más valiosa que el oro.
Ahora, seamos sinceros con nosotros mismos: ¿Realmente saltamos de felicidad cuanto los problemas tocan la puerta de nuestra casa? ¿Somos lo suficientemente avispados como para decir “Dios, estoy en una situación difícil pero yo confío en ti y sé que me ayudarás”? ¿Realmente, cuando nos vemos frente a frente con la prueba, la vemos como una oportunidad para ser mejores y tener una fe más firme y valiosa?
Si su respuesta es negativa a estas preguntas, necesita la sabiduría de Dios para ver las dificultades desde una perspectiva diferente: La perspectiva de Dios.

La carrera por la corona

«¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio?».
1 Corintios 9: 24, NVI
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En la epístola a los Hebreos se presenta la naturaleza que debería caracterizar la carrera cristiana por la vida eterna: «Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12: 1, 2). La envidia, la malicia, los malos pensamientos, las malas palabras, la codicia, son «pesos» de los que el cristiano debe despojarse para correr con paciencia la carrera hacia la inmortalidad. Todo hábito o práctica que conduce al pecado o deshonra a Cristo, debe abandonarse, cueste lo que cueste. La bendición del cielo no puede descender sobre ningún ser humano que viola los eternos principios de la justicia. Un solo pecado acariciado es suficiente para degradar el carácter y extraviar a otros.
Los competidores de los antiguos juegos, aun después de haberse sometido a la renuncia personal y a un entrenamiento estricto, no estaban seguros de la victoria. «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio?» (1 Corintios 9: 24). No importaba cuánto se esforzaran los corredores, ya que el premio se otorgaba solo a uno. Solo una mano podía tomar la codiciada corona. Un corredor podía esforzarse todo y más por obtener el premio, pero segundos antes de finalizar la carrera otro podía arrebatárselo.
Este no es el caso en la lucha cristiana. Nadie que cumpla con las condiciones quedará defraudado al final de la carrera. Nadie que sea ferviente y perseverante dejará de tener éxito. La carrera no es del más veloz ni la batalla del más fuerte. Tanto el santo más débil, como el más fuerte, pueden obtener la corona de la gloria inmortal. Todo el que, por el poder de la gracia divina, pone su vida en conformidad con la voluntad de Cristo puede ganar la corona. Demasiado a menudo se considera como asunto sin importancia, demasiado trivial para exigir atención, la puesta en práctica de los principios presentados en la Palabra de Dios en los detalles de la vida. Pero en vista de lo que está en juego, nada de lo que ayude o estorbe es pequeño. Todo acto pesa en la balanza que determina la victoria o el fracaso de la vida. La recompensa dada a los que venzan estará en proporción con la energía y el fervor con que hayan luchado.

¿De qué manera afectan al cristiano los malentendidos?

La conversación tomó un giro diferente. Nadie lo esperó. Sin embargo, en poco tiempo el diálogo desencadenó un cruce de palabras alteradas. Y luego Raúl se preguntaba “¿Qué produjo ésta situación?” Los días siguientes, el malentendido se dimensionó y, además de que no se hablaban, debió soportar las indirectas de quien se sentía ofendido. 
¿Le ha ocurrido algo así? Sin duda que sí. Todas las personas, de una u otra manera, hemos experimentado situaciones en las que fuimos malinterpretados. La meta es que, con ayuda de pautas bíblicas, aprendamos qué pasos seguir.
I. Los malentendidos tocan a la puerta de toda persona.
1.  Afrontar un malentendido se convierte en una carga dura de sobrellevar.
2. Suele ocurrir que cuando hemos sido víctimas de un malentendido, de nada valen las explicaciones.
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a. En tanto más nos esforcemos por corregir las situaciones, más se agrava el asunto.
b. Conforme se enreda la situación, más dolor experimentamos.
3. Dos pasos del malentendido:
a. Una palabra o actitud que inconscientemente se malinterpreta.
b. Algo que hacemos que nuestro interlocutor interpreta como una ofensa o provocación.
4. Incluso los cristianos somos propensos a interpretar mal a otros creyentes:
a. Los grandes siervos de Dios experimentaron malas interpretaciones.
b. A través de situaciones como los malentendimos, aprendemos del error y crecemos.
II. David, un creyente que sufrió un malentendido
1. David acababa de matar a Goliat (1 Samuel 17) y enfrentó un malentendido con el rey Saúl:
a. El rey era muy inseguro.
b. El temor de perder el protagonismo despertaba celos, temor y resentimiento en el rey Saúl.
2. Un incidente en apariencia intrascendente, un malentendido, cambio la vida de David (1 Samuel 18).
a. El recibimiento apoteósico del pueblo inicialmente era para el rey Saúl (versículo 6)
b. La alegría se tornó en amargura cuando resaltaron la hazaña de David (versículo 7)
c. El cántico despertó los celos del rey Saúl (versículo 8a)
d. El desagrado del rey Saúl lo proyectó hacia David pensando que solo faltaba que le dieran el reino (versículo 8 b)
e. En adelante el rey Saúl experimentó un cambio radical hacia David (versículo 9)
3. Sin proponérnoslo puede ocurrir que nos veamos inmersos en un malentendido. David no pretendía ni la gloria ni el reino.

Tres Mujeres

Una hermosa historia cuenta de una cristiana que soñó con tres mujeres que estaban en oración.
Mientras permanecían de rodillas, el Maestro se les acercó.
Se acercó a la primera, se inclinó hacia ella con gracia y ternura, con una sonrisa llena de amor y le habló con voz pura, dulce y musical.
Apartándose de ella, se acercó a la segunda, pero solamente le puso la mano sobre la cabeza inclinada, y le dio una mirada de aprobación.
Pasó junto a la tercera de forma casi abrupta; no se detuvo a hablarle, ni siquiera la miró.
Resultado de imagen de Tres MujeresLa mujer, en su sueño, pensó: ¡Qué grande debe ser su amor por la primera! A la segunda le dio su aprobación sin las demostraciones de amor que le hizo a la primera; la tercera debe de haberle ofendido profundamente, porque Él no le dirigió una sola palabra y ni siquiera una mirada al pasar. ¿Qué habrá hecho, y por qué tanta diferencia de trato hacia ellas? Mientras trataba de comprender la acción del Señor, Él mismo se le acercó y le dijo:
— Mujer, ¡qué mal me has interpretado! La primera mujer necesita todo el peso de mi ternura y cuidado para poder afirmarse el pie en el camino angosto. Ella necesita mi amor, mi interés y ayuda todo el día. Sin él, fallaría y caería.
La segunda tiene una fe más fuerte y un amor más profundo, y puedo estar tranquilo porque confía en mí sin importar lo que haga la gente.
La tercera, que según tú no noté y hasta descuidé, tiene una fe y un amor de la más fina calidad. A ella la preparo por medio de un proceso rápido y drástico para un servició sublime y santo. Ella me conoce tan íntimamente, y confía en mí hasta tal punto, que no depende de palabras, ni de miradas ni de ninguna demostración externa de mi aprobación. No desmaya ni se desalienta ante ninguna de las circunstancias por las que la hago pasar. Confía en mí aun cuando el sentido, la razón y los instintos más finos del corazón natural se rebelarían.
Sabe que estoy trabajando en ella para la eternidad, y aunque lo que hago no se lo explica ahora, lo entenderá después.
Callo en mi amor, porque amo más que lo que las palabras pueden expresar, o el corazón humano puede entender. Callo por amor a ti, para que aprendas a amarme y a confiar en mí dando respuesta espontánea y espiritual a mi amor, sin que ningún estímulo externo pida tal respuesta.
Dios hizo la mujer como un regalo viviente. Mirémosla y tratémosla como tal.
Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Génesis 2:22.
Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo. Génesis 6:18.

lunes, 24 de abril de 2017

Él Caminará Conmigo en el Valle Oscuro

Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Salmos 23:4.
Con estas dulces palabras se nos describe la certeza que puede tener un moribundo en el lecho de muerte. ¡Cuántos las han repetido con gozo en su última hora! Pero este versículo puede aplicarse también a las angustias del alma en el curso de la vida.
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Algunos, como apunta el apóstol Pablo, morimos cada día por tener una tendencia a la melancolía. John Bunyan, escritor y predicador inglés del siglo XVII, sitúa el valle de sombra de muerte mucho antes, en el curso del río que corre al pie de los montes celestiales. Algunos de nosotros hemos atravesado varias veces este valle oscuro y terrible de la «sombra de la muerte», y podemos certificar que solo el Señor ha podido ayudarnos en los desvariados pensamientos, en medio de tantos horrores misteriosos y terribles abatimientos de que está erizado este paso.
El Señor nos ha sostenido y guardado libres de todo temor al mal, aun cuando estábamos a punto de desfallecer. Hemos sido afligidos y oprimidos por todas partes; sin embargo, hemos sobrevivido por haber sentido la presencia del gran Pastor y porque hemos confiado en que su cayado impediría que el enemigo nos causara alguna herida mortal. Si en el presente andamos en oscuridad bajo las negras alas de una gran tribulación, glorifiquemos a Dios con una tranquila confianza en su promesa.
Hoy me siento seguro de saber que en medio del valle de sombra de la muerte su vara y su cayado me infunden aliento.
Señor, gracias por sostenerme en el momento más angustioso de mi vida y ser así mi refugio. Amén.

Pidiendo disculpas

Siempre me ha tocado pertenecer a la minoría. Desde niña solía hacer las cosas de manera distinta, era de las que prefería leer un buen libro antes que salir a trepar árboles, de las que guardaba en la mochila el bocadillo anticipadamente, de las que conversaba temas de “mayores” con su madre y encontraba absurdas muchas cosas. A medida que fui creciendo estas diferencias se fueron manifestando en las distintas facetas de mi vida, siempre intentando no ser arrastrada por la corriente, y aunque me costara mucho, ir a veces en contra de las manecillas del reloj. Pues este mismo comportamiento me acompaña hasta el día de hoy.
Entre mi grupo de amigos soy la que no bebe alcohol ni fuma cigarrillos; soy la que tiene una opinión política que no suele ser la más popular; soy la que se divierte más viendo una película acostadita en la cama que en una disco bailando; soy la que cree en el matrimonio, en el amor para toda la vida; soy la que cree en la virginidad hasta el matrimonio, la que piensa que Dios tiene el hombre para ella, sin importar lo fuerte que griten las circunstancias. Soy de las que ora ante un problema, y la que le agradece a Dios por cada cosa que logra; soy la que tiene música cristiana en su reproductor de mp3, la que tiene la Biblia al lado de la cama para empezar y terminar el día leyéndola; soy la que habla con Dios durante todo el día y está segura que Él escucha. Soy de las que llora cuando ve la manifestación plena del Espíritu Santo, la que se arrodilla y levanta las manos. Soy esto y millones de cosas más que no me hacen ser la más popular, pero sí la más plena.
Pues resulta que en algún momento de mi vida, pensé que debía ocultar todo esto y reservarlo para los amigos que compartían este estilo de vida conmigo, pensé que si iba a comer a otra casa no sería necesario dar las gracias por la bendición de los alimentos, y si escuchaba algo con lo que no estaba de acuerdo lo mejor era callar, pero ahora no, ahora no lo pienso así.

El pecado ya no es atractivo

«Porque, si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida». Romanos 5: 10
Resultado de imagen de El pecado ya no es atractivoEs la justicia de Cristo lo que nos hace ser aceptables ante Dios y lo que hace posible nuestra justificación. No importa lo pecaminosa que haya sido nuestra vida, que si creemos en Jesús como nuestro Salvador personal, podemos comparecer ante de Dios con las vestiduras inmaculadas de la justicia de Cristo. La fe en Cristo da vida al pecador que hasta hace poco estaba muerto en transgresiones y pecados. Mediante la fe podemos ver que Jesús es nuestro Salvador, y que, vivo por los siglos de los siglos, puede salvar «perpetuamente a los que por él se acercan a Dios» (Hebreos 7: 25)
En el rescate realizado en nuestro favor, nos damos cuenta de la anchura, longitud, altura y profundidad del amor de Dios, apreciamos la plenitud de la salvación que ha sido comprada a un precio infinito, y al apreciar esta realidad, nuestro espíritu se llena de alabanzas y gratitud. Contemplamos la gloria del Señor y somos transformados a su imagen por el Espíritu Santo. Vemos el manto de justicia de Cristo tejido en el telar del cielo, forjado por su obediencia y atribuido al alma arrepentida mediante la fe en Él.
Cuando apreciamos los incomparables encantos de Jesús, el pecado deja de parecernos atractivo; porque contemplamos al Distinguido entre diez mil (ver Cantares 5: 10), a Aquel que es enteramente codiciable (ver Cantares 5: 161). Y entonces comprobamos por experiencia propia el poder del evangelio, cuya vastedad de designio es igualada únicamente por su preciado propósito.

El don de dar

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. (2 Corintios 9:7).
Un pastor le propuso un desafío interesante a su iglesia: «¿Qué sucedería si le diéramos a alguien necesitado el abrigo que estamos usando?». Entonces, se sacó su propio abrigo y lo colocó al frente de la iglesia. Decenas de otras personas siguieron su ejemplo. Esto fue durante el invierno, así que el viaje a casa no fue muy cómodo ese día. Sin embargo, para muchas personas necesitadas, esto significó un cálido abrazo.
Cuando Juan el Bautista estaba en el desierto de Judea, le hizo una seria advertencia a la multitud que había ido a escucharlo. «Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él:
—¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera?  Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. (Lucas 3:7-8). Sobresaltados, le preguntaron: «¿Qué haremos?». Juan les contestó: «El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo» (versos 10-11). El verdadero arrepentimiento produce un corazón generoso.
Dado que «Dios ama al dador alegre», las ofrendas nunca tendrían que basarse en la culpa o la presión sentida (2 Corintios 9:7). Pero, cuando damos con libertad y generosidad, descubrimos que, sin duda, es mucho mejor dar que recibir.

Señor, gracias por bendecirnos de tantas maneras. Perdónanos porque muchas veces damos por sentada tu bondad. Muéstranos qué tenemos que podamos usar para bendecir a otros hoy.
… el que saciare, él también será saciado. Proverbios 11:25