«¿No saben que en una carrera todos los corredores compiten, pero solo uno obtiene el premio?».
1 Corintios 9: 24, NVI
En la epístola a los Hebreos se presenta la naturaleza que debería caracterizar la carrera cristiana por la vida eterna: «Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12: 1, 2). La envidia, la malicia, los malos pensamientos, las malas palabras, la codicia, son «pesos» de los que el cristiano debe despojarse para correr con paciencia la carrera hacia la inmortalidad. Todo hábito o práctica que conduce al pecado o deshonra a Cristo, debe abandonarse, cueste lo que cueste. La bendición del cielo no puede descender sobre ningún ser humano que viola los eternos principios de la justicia. Un solo pecado acariciado es suficiente para degradar el carácter y extraviar a otros.
Los competidores de los antiguos juegos, aun después de haberse sometido a la renuncia personal y a un entrenamiento estricto, no estaban seguros de la victoria. «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio?» (1 Corintios 9: 24). No importaba cuánto se esforzaran los corredores, ya que el premio se otorgaba solo a uno. Solo una mano podía tomar la codiciada corona. Un corredor podía esforzarse todo y más por obtener el premio, pero segundos antes de finalizar la carrera otro podía arrebatárselo.
Este no es el caso en la lucha cristiana. Nadie que cumpla con las condiciones quedará defraudado al final de la carrera. Nadie que sea ferviente y perseverante dejará de tener éxito. La carrera no es del más veloz ni la batalla del más fuerte. Tanto el santo más débil, como el más fuerte, pueden obtener la corona de la gloria inmortal. Todo el que, por el poder de la gracia divina, pone su vida en conformidad con la voluntad de Cristo puede ganar la corona. Demasiado a menudo se considera como asunto sin importancia, demasiado trivial para exigir atención, la puesta en práctica de los principios presentados en la Palabra de Dios en los detalles de la vida. Pero en vista de lo que está en juego, nada de lo que ayude o estorbe es pequeño. Todo acto pesa en la balanza que determina la victoria o el fracaso de la vida. La recompensa dada a los que venzan estará en proporción con la energía y el fervor con que hayan luchado.
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