lunes, 11 de abril de 2016

El Hachero

Érase una vez un hachero que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que el hachero se decidió a hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le asignó una zona. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó 18 árboles.
-Te felicito, dijo el capataz, sigue así.
Animado por las palabras del capataz , el hachero se decidió a mejorar su propio desempeño al día siguiente; así que esa noche se acostó bien temprano.
A la mañana siguiente, se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más que 15 árboles.
-Me debo haber cansado, pensó, y decidió acostarse con la puesta del sol. Al amanecer, se levantó y decidió batir su marca de 18 árboles.
Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron 7, luego 5 y el último día estuvo toda la tarde tratando de terminar de cortar su segundo árbol.

domingo, 10 de abril de 2016

Evangelizando al mundo sin Cristo

Jerusalén era un hervidero de personas. El sol quemaba los rostros de los transeúntes que sin pedir permiso se abrían paso. El río humano iba y venía, no tenía una dirección determinada. A los costados, en las casas de barro y madera, se amontonaban los vendedores. Ofrecían una variada gama de productos. Generalmente, eran comidas para el viaje. Decenas de parroquianos regresarían esa misma tarde, después de los servicios de adoración a Dios, a sus respectivas provincias.
El hombre abordó el carruaje. No prestó atención a un comerciante que le ofrecía telas a muy buen precio. “Estoy afanado”, se limitó a decirle mientras le apartaba con cortesía. “Vamos”, ordenó a quienes guiaban el ostentoso vehículo de tracción animal. Le quedaba un largo viaje, de varios días, hasta llegar a su destino final: Etiopía, en África. Allí servía a la reina de Candace.

Vivir

Vivir, es vibrar cada instante, ante la emoción de percibir la maravilla de la creación de Dios que nos rodea.
Vivir, es entender que cada minuto que transcurre no volverá.
Vivir, es saber dar lo mejor de nosotros, es vibrar con la bondad y llevar a su máxima expresión nuestra capacidad de ser.
Vivir, es aprender más cada día, es gozar los momentos bellos y desafiarse a sí mismo ante las adversidades.
Vivir, es amar intensamente a través de una caricia, es escuchar en silencio la palabra del ser amado, es perdonar una ofensa, es sentir la presencia del otro, es besar con amor a quien nos ama.
Vivir, es contemplar apaciblemente la alegría de un niño, escuchar al adolescente aceptando sus inquietudes sin protestar, acompañar con gratitud la ancianidad en su soledad.
Vivir, es comprender al amigo ante la adversidad y tener la capacidad de regocijarse ante sus triunfos y realización.
Vivir es sentir que nuestro existir no fue vano, y en la medida en que nos atrevamos a dar lo mejor de nosotros en cada momento, logremos manifestar la grandeza de nuestra alma para amar.
Vivir es vibrar y sentir, es amar y gozar, es observar y superar, es dar y aceptar, es comprender que nuestro tiempo es lo único que poseemos para realizar plenamente nuestro ser.
Vivir es aprender a convivir con el otro respetando su persona como obra de Dios. Vivir es mirar a Dios con el corazón abierto reconociéndolo como Señor y Rey.
Tened sumo cuidado, por vuestra vida, de amar al SEÑOR vuestro Dios. Josué 23:11
Por lo cual yo también lo he dedicado al SEÑOR; todos los días de su vida estará dedicado al SEÑOR. Y adoró allí al SEÑOR. 1 Samuel 1:28
 

¿Los Bienes Espirituales o los Bienes Materiales?

La gente siempre va a tener el deseo de prosperar, y la voluntad de Dios es que sus hijos no pasen penurias, no he visto justo desamparado, ni a su descendencia que mendigue pan”, dijo el salmista David. Salmos 37.25
question231456Es lícito tener como propósito en la vida, el prodigarse de bienes que permitan a la familia una mayor comodidad. Lo que no es lícito es tener el corazón puesto en esos bienes, al extremo de envidiar a los que los tienen.
Se cuenta la historia de un rey de la India, que era religioso y muy rico, y que sin embargo demostraba un absoluto desinterés por los bienes materiales, a pesar de tenerlos en abundancia. Cierto día, uno de sus súbditos quiso preguntarle al soberano el secreto de su gran fortuna. 
- Majestad, ¿Cómo puede mantener su vida espiritual en medio de tanta riqueza?
- Te lo revelaré si recorres todo el palacio para que comprendas la magnitud de mi riqueza, pero llevarás una vela encendida; si se apaga serás decapitado. Al término del paseo, el monarca preguntó:  
- ¿Qué piensas de mis riquezas?
- Prácticamente no observé nada, todo el tiempo me preocupé de que la vela no se apagara.
- Ese es mi secreto. Vivo tan preocupado de mi vida interior, que las riquezas no son mi prioridad.

¿Los bienes espirituales o los bienes materiales?

Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riqueza; susténtame del pan necesario. Proverbios 30:8
No confiéis en la violencia, ni en la rapiña os envanezcáis; si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas. Salmos 62:10
A los ricos de este mundo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. 1a de Timoteo 6:17.
Uno de los grandes problemas del hijo e hija de Dios, es vivir sufriendo carencias materiales. A muchos les cuesta creer en la provisión del Señor en esta área de sus vidas, y se enfrascan en una contienda consigo mismos, entre la revelación de la Palabra que les señala confiar en las dádivas de Dios, y aquella que los presiona para dedicar más horas al trabajo para ganar más dinero. 
Recuerde que la Biblia enseña claramente y sin discusión que el que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Efesios 4:28. La voluntad del Señor siempre ha sido que sus hijos no pasen necesidades materiales, y para ello se ha provisto de hijos e hijas que trabajan, para que una parte de sus ganancias sean destinadas a los hermanos que no tienen suficiente; esto se logra mediante el amor al prójimo. 
El monarca de la historia, acertadamente, enseñó a su súbdito que los bienes materiales no deben ser la razón para vivir. Dios tiene suficientes riquezas para compartir con aquellos que de corazón lo buscan. 


Un comentario no va a acabar conmigo

Un comentario no va a acabar conmigo, es una afirmación para aquel desanimado que ha escuchado que no es bueno en cierta área, para quien ha sufrido las duras críticas de personas que no han visto el esfuerzo y entusiasmo que pone en las cosas, o para todos los que han vivido escuchando a gente negativa que no aporta ningún tipo de crecimiento hacia ellos.
comentariosComentarios positivos y negativos siempre vamos a escuchar, y aunque queramos evitar algunos, la mayoría de las veces es imposible. Sin embargo, somos nosotros y nadie más que nosotros quienes decidimos si los creemos o no, y si permitimos que nos causen daño, vengan de quien vengan.
Puede que los comentarios que en los últimos días hayas recibido ante lo que haces, sean todos negativos. Tu esfuerzo puede haber sido mucho, pero poco el valor que le dieron a lo que hiciste, y puede que las personas más cercanas a ti sean las que los hayan dicho; pero a pesar de todo lo que escuchaste, eres tú quien toma la decisión de creerlos o no, de hacerlos parte de lo que piensas de ti mismo, o simplemente ignorarlos y tomarlos solo como una crítica constructiva.
Algunas personas suelen ser duras en el momento de dar una opinión sobre ciertas cosas, y puede que no se den cuenta de que lastiman con sus comentarios; hay otras que conscientemente critican y lanzan comentarios dolorosos. Estos son dos tipos de personas que actúan como piedrecitas en el camino, o quizá hasta lleguen a ser motivos de tropiezo, pero nunca serán causa real de tu caída siempre y cuando tengas claros tus propósitos y los de Dios, tus motivos y los motivos que Dios tuvo para colocarte en el lugar en que te encuentras o en la actividad que desarrollas.

sábado, 9 de abril de 2016

Acuérdate de su Obra

Se ha establecido en todo el quehacer humano lo que bien podría llamarse “la cultura del compra de todo", no importando el precio, ni si ya lo poseemos o no. Lo importante es gastar, consumir y acumular cosas a cualquier precio, a tal punto que esto se ha convertido en una obsesión.
Claro está que todos los que vivimos prácticamente al día, no podemos entrar en el selecto club de los compradores obsesivos; simplemente, que muchas veces nos alcance para llegar con comida a fin de mes, es ya un milagro que celebramos con un culto de acción de gracias.
La iglesia enseña en materia de mayordomía, que todo aquello que poseemos pertenece a Dios, pero qué difícil nos resulta preguntarle al que es dueño de todo, si aprueba o no todo lo que compramos para dar satisfacción a nuestro afán de tener cosas. Cuántas ofrendas generosas para planes de la iglesia a favor de otros, podríamos dar si solo pensáramos dos veces antes de comprar cosas, que sencillamente o no nos hacen falta o ya las tenemos.

Viviendo en Comunion con Dios

Hace varios años un médico le preguntó a una anciana cristiana: —Si yo le pidiera dinero a Dios, ¿me lo daría?
La anciana le respondió con otra pregunta: —Si a usted le presentaran al presidente de la nación, ¿se animaría a pedirle dinero inmediatamente?
—No, esperaría a conocerlo mejor, contestó el médico.
—Bueno, concluyó la mujer, tendrá usted que conocer a Dios mucho mejor antes de esperar que Él le dé su petición.
Una vez escuché el siguiente comentario en cuanto a este incidente: “Muchas personas son presumidas y le piden cosas a Dios sin ser sus amigos, sino simples conocidos.” Es muy cierto.
La oración es como dos amigos conversando, y La Biblia es el turno de Dios para hablar. Cuando leo las Escrituras, a menudo descubro que estoy susurrando una oración. Cuando oro, la Palabra de Dios viene a mi mente. Cuando escucho Su Palabra, mi alma se inclina en adoración.
En la Biblia Dios nos habla a nosotros. En la oración nosotros le hablamos a Dios. La lectura de la Biblia y la oración son como hilos trenzados que forman el cordón de la íntima comunión entre Dios y nosotros.
Es aconsejable leer las grandes oraciones de Moisés, Nehemías, Esdras y Daniel. En sus peticiones, le hablaron a Dios con las mismas palabras de Dios, según se hallan en la Escritura. Este es el idioma de la oración que Dios se deleita en contestar. Cuando ore, permita que Dios traiga Escrituras a su mente. Y luego use esas palabras para hablarle a Dios.
Antes de pasar tiempo leyendo y estudiando la Biblia cada día, pida a Dios que su corazón sea sensible a Su Palabra. Martín Lutero dijo: “Haber orado bien es haber estudiado bien.” No podemos tener lo uno sin lo otro.

Antes que clames, yo responderé

Solemos creer que Dios no nos escucha, pues no contesta tal como nosotros creemos que debería, pero…
Esta es la historia de un médico que trabajó en África, contada en 1ª persona.
Una noche trabajé duro con una madre en su parto, pero a pesar de todos nuestros esfuerzos, ella falleció dejándonos un pequeño y prematuro bebé, y una niña de dos años que lloraba desconsoladamente. Tuvimos grandes problemas para mantener vivo al bebé, de hecho no teníamos incubadora ni electricidad para hacer funcionar una. Tampoco teníamos alimentos especiales para estos casos. Y aunque estábamos sobre la línea del Ecuador, a menudo las noches eran frías con peligrosos vientos.
Una estudiante que me ayudaba, fue a buscar una manta de lana que teníamos para los bebés. 

Otra fue a atizar el fuego y a traer una bolsa con agua caliente. Ésta volvió casi de inmediato, muy preocupada, para decirme que la bolsa se rompió al llenarla (las bolsas de agua caliente se rompen fácilmente en climas tropicales). ¡Y era nuestra última bolsa!, exclamó.
Como se acostumbra en Occidente, no hay por qué llorar por la leche derramada, de modo que en África central se puede considerar igualmente, no llorar por bolsas de agua caliente rotas. Aunque éstas no crecen en los árboles, y no hay farmacias en los bosques donde comprarlas.
“Muy bien” dije, “pon al bebé lo más cerca posible del fuego y acuéstate entre el bebé y la puerta para evitar las corrientes de aire frío. Tu trabajo es mantener con calor al bebé.”
Al mediodía, como hacía todos los días, fui a orar con los chicos del orfanato que querrían reunirse conmigo. Les hacía sugerencias sobre cosas por las cuales orar, y también les conté acerca del pequeño bebé. Les expliqué nuestro problema de mantener al bebé con calor suficiente, la bolsa de agua caliente que se había roto, y que el bebé podía morir fácilmente si se enfriaba. También les conté de su hermana de 2 años, que lloraba porque su madre había muerto.
Mientras orábamos, una de las niñas, de nombre Ruth, hizo la habitual sincera oración que los niños hacen en África. “Dios, por favor, envíanos una bolsa de agua caliente hoy, mañana será demasiado tarde porque el bebé habrá fallecido. Por favor envíala esta tarde”.

 Mientras trataba de contenerme por la "gracia" de su oración, ella añadió: “y también ¿podrías, por favor, enviarnos una muñeca de juguete para la niña? Así ella puede ver que Tú realmente la amas."
Como sucede a menudo con las oraciones de los niños, yo fui sacudido por ella. ¿Podría yo decir amén honestamente? ¡Yo no creía que Dios pudiera hacer esto!


 Oh sí, yo sé que Él puede hacer todo; la Biblia lo dice así. Pero hay límites, ¿no es cierto? La única forma en que Dios podía contestar esta oración en particular, sería si alguien enviaba una en un paquete postal desde el exterior. Hacía ya casi 4 años que estaba en África y nunca había recibido un paquete así. 

Y si alguien enviaba uno ¿incluiría una bolsa de agua caliente? ¡Yo vivía sobre el Ecuador!

¡Arrojo la toalla…no puedo más!

Esforzaos y sed valientes; no temáis, ni tengáis miedo de ellos; porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará. (Deuteronomio 31: 6)
Durante diez años, Tomás Edison intentó construir una batería de almacenamiento de cargas eléctricas. Sus esfuerzos acabaron en gran medida con sus finanzas.
Cuentan sus biógrafos que en Diciembre de 1914, cuando Tomás ya no era precisamente un joven, se produjo un incendio espontáneo en su estudio. En unos minutos todos los compuestos empaquetados, discos, cintas y otras sustancias inflamables, ardieron en llamas.
Y aunque los bomberos vinieron de ocho pueblos circundantes, el intenso calor y la poca presión de agua, hicieron inútil el intento de apagar las llamas.
Todo quedó destruido. El daño sobrepasaba los dos millones de dólares; los edificios de cemento, considerados como construidos a prueba de fuego, estaban asegurados apenas por la décima parte de esa cantidad.
Charles, el hijo del referido inventor, buscó con desesperación a su padre de sesenta años,  temeroso de que la confusión, el desaliento o la depresión dañaran su ánimo. Sin embargo, lo encontró contemplando el fuego con una pasmosa y admirable serenidad.
A la mañana siguiente, Tomás Edison, mientras observaba las ruinas, exclamó: “Se puede sacar algo valioso de este desastre, pues significa que ardieron todos nuestros errores, y que gracias a Dios, podemos comenzar de nuevo”.
Según se sabe, tres semanas después del incendio, Tomas Edison se las ingenió para inventar el primer fonógrafo.
Querido amigo/a, en la vida cotidiana, ante las tragedias o los sufrimientos, cunde en nosotros el desánimo dispuesto a acabar con nuestros sueños.