domingo, 24 de mayo de 2020

Nacer de nuevo

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, dignatario de los judíos. Éste vino a Jesús de noche y le dijo:
—Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Le respondió Jesús:
—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le preguntó:
—¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Respondió Jesús:
—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: “Os es necesario nacer de nuevo.” El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que nace del Espíritu.
Le preguntó Nicodemo:
—¿Cómo puede hacerse esto?
10 Jesús le respondió:
El Nuevo Nacimiento | La sana doctrina bíblica—Tú, que eres el maestro de Israel, ¿no sabes esto? 11 De cierto, de cierto te digo que de lo que sabemos, hablamos, y de lo que hemos visto, testificamos; pero no recibís nuestro testimonio. 12 Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las celestiales? 13 Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. 14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, 15 para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:1-15 RV95)

   Nicodemo era una persona notable y rica entre los judíos. Sin duda hubiera ocupado un lugar en los periódicos hoy en día. También era un maestro en los asuntos de fe, lo que conllevaba tener una una sólida reputación ética y doctrinal. Si a esto se le añade el hecho de su condición de fariseo, con la que el capítulo 3 del evangelio de Juan inicia su descripción, es entendible que Nicodemo fuera una prueba palpable de la vacuidad de la religión.
   Es decir, alguien que sabe tanto; que ha cumplido tantas reglas; que ha aconsejado sobre tantas y tantas cosas, y que ha consagrado su vida a cultivar la espiritualidad en términos de la Ley de Dios, debería ser la persona más indicada en saber disfrutar de las bendiciones eternas. Sin embargo, el comportamiento de Nicodemo es, hasta cierto punto, sorprendente: va a ver a Jesús de noche.

   Nicodemo no quiere que su reputación se vea comprometida con su discipulado; Juan sugiere que Nicodemo después se convirtió en un discípulo secreto de Jesús. Juan 19:38-39. Esto llama la atención, porque se supone que alguien que ha sido formado en un ambiente religioso y que ha venido siendo formado en el temor del Señor, se ha preparado toda la vida para establecer una comunión perfecta con el Señor. Los fariseos que cuidaban tanto la pureza de sus costumbres debían, de una manera natural, estar dispuestos a recibir con más ardor al Cristo que anunciaba el A.T. Y sin embargo, al contrario, su formación religiosa les llevaba a la hostilidad hacia Jesús, cuando no a una relación secreta. Entonces Nicodemo fue a Jesús de noche, evidenciando el fracaso de toda una vida religiosa.

   La conversación entre Jesús y Nicodemo no puede ser entendida omitiendo Juan 2:23-25; es decir, omitiendo el hecho de que Jesús conocía el corazón de los hombres. Él sabía qué es lo que realmente le preocupaba a Nicodemo, así que su respuesta es a la verdadera pregunta de Nicodemo; está respondiendo a su corazón, no a sus palabras. Nicodemo da un largo rodeo de milagros, pero la fe en los milagros no conduce a nada, se debe fijar en el autor de ellos, en lo que éste ha venido a realizar, en el milagro indispensable. Jesús, consecuentemente, responde: De cierto, de cierto te digo: El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios.

      La respuesta de Nicodemo manifiesta dudas en su posibilidad. No es posible que Nicodemo pensara que Jesucristo estuviera hablando de manera literal. Por otra parte, los judíos y paganos de la época de Jesús estaban familiarizados con la idea del renacimiento. Los rabinos decían que los prosélitos del judaísmo eran como niños nacidos de nuevo, y en el mundo gentil las religiones de misterio ofrecían una unión mística con algún dios. Cuando ésta se producía (a través de ceremonias destinadas a afectar los sentidos del participante), el iniciado era considerado como un “nacido de nuevo”. De ahí que, “cuando el cristianismo vino al mundo con un mensaje de renacimiento, traía precisamente lo que todo el mundo estaba demandando sin conseguirlo verdaderamente. Por lo tanto, la respuesta de Nicodemo debe ser entendida como una figura de singular fracaso: Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? (verso 4). Es decir, que ni los prosélitos judíos ni los iniciados griegos evidenciaban un nuevo nacimiento verdadero, más allá de las declaraciones rituales y los hábitos superficiales. ¿Es posible, verdaderamente que un hombre pueda nacer de nuevo?

   Mucho del “cristianismo” moderno tiene más de los juegos psicológicos de las religiones de misterio o de la frialdad sacramental del legalismo, que de la verdadera experiencia cristiana. Nicodemo era un hombre que no quería seguir jugando a la religión; vino a Jesús de noche buscando una respuesta definitiva. Jesús lo sabía, y por eso va a abrir los ojos de su interlocutor: Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer otra vez. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Juan 3:5-8).

   La respuesta del Señor quita todo el peso del nuevo nacimiento, del dominio de los hombres. No es el oficiante del ritual quien tiene el poder, ni son los elementos del acto sacramental los que determinan su valor. El nuevo nacimiento no depende del incienso ni la música ni la afectación de los sentidos, ni tampoco de la afiliación a una nueva religión. No es el resultado del proselitismo. Es un acto que proviene de la gracia de Dios. No es nacido de la carne, sino del Espíritu; no es el resultado de la voluntad de la carne sino del Espíritu, que sopla por donde quiere sin que sepas de dónde viene y a dónde va. La pura gracia está más allá de lo que pueda hacer el hombre; está más bien, en el plano de lo que puede recibir.

   Llegados a este punto, muchos pueden sentirse identificados con la pregunta de Nicodemo: ¿Cómo puede hacerse esto? La religión no nos hace los suficientemente sabios para entender estas verdades; la comprensión está en relación con la naturaleza de nuestra fe. Nicodemo no entenderá las cosas hasta que no reciba el testimonio de Jesús (verso 11), lo mismo que muchas personas en el mundo cristiano de hoy, que aceptan las doctrinas sin recibirlas verdaderamente, porque no creen lo suficiente. El nuevo nacimiento no se puede ganar por nosotros, porque nadie ha subido jamás a la presencia del Padre sino el Hijo. Es quien ha traído gracia sobre gracia al ser humano; Él es quien, finalmente, será levantado como la serpiente en el desierto, para que todo aquel que en Él cree no se pierda sino que tenga vida eterna.


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