sábado, 30 de mayo de 2020

Los milagros de Cristo en la cruz

Mateo 27:45-56
Es interesante resaltar que Cristo no solamente hizo milagros en Su vida ministerial (el último antes de la cruz, fue la resurrección de Lázaro – Juan 11:39-44). Sino que también los hizo en el momento de Su muerte en el Calvario. Veámoslo:
1.     TRES HORAS DE TINIEBLAS Y OSCURIDAD (MATEO 27:45)
Toda la tierra quedó sumida en la oscuridad (Marcos 15:33-34; Lucas 23:44-47). Fue una oscuridad intensa (acompañada de un gran silencio) de tres horas, que cubrió toda la tierra desde el mediodía hasta las tres (3 p.m.); una concentración de fuerza como la oscuridad que Dios mandó a Egipto (Éxodo 10:21-23). ¡Jesús estuvo sufriendo en la cruz por tres horas (desde las 9 a.m. hasta el mediodía o 12 p.m.).
Cristo en la Cruz
No fue un simple fenómeno natural ni un eclipse de sol, sino algo sobrenatural y milagroso. De hecho, nunca un eclipse solar ha tenido tres horas de duración (lo máximo conocido, y extraordinariamente, solo ha tenido una duración de poco más de media hora, y lo normal es solamente de uno a siete minutos).
Además, el período de los días de celebración de la pascua en Jerusalén, el 14 del mes de Nisán (o días cercanos), coincidió con la luna llena, y entre la tierra y el sol no estaba la luna sino justo en el otro extremo. Es decir, la tierra queda en medio entre el sol y la luna, y por lo tanto el sol no puede ser eclipsado.
2.     EL VELO SE RASGÓ EN DOS (MATEO 27:51a)
El velo era una gruesa “cortina” interior: 18 metros de altura y 10 centímetros de espesor, y que incluso a “dos caballos” atados a cada uno de sus extremos les era imposible rasgarla, compuesta por 72 cuadrados cosidos, y tan pesada que se necesitaban 300 hombres para levantarla (según cuenta la historia). Predominantemente de color azul, y muy decorado con todo tipo de imágenes.
El velo “se rasgó” en dos cuando Cristo murió en la cruz (Marcos 15:37-39; Lucas 23:44-46). Y de “arriba abajo” (Mateo 27:51; Marcos 15:38): hecho que demostraba que los hombres no lo hicieron (era muy pesado). Recordemos que se necesitaban 300 hombres para levantarlo. Al rasgarse el velo, los misterios que habían estado ocultos en el Lugar Santísimo a lo largo de muchas generaciones, fueron expuestos a la mirada de todos los creyentes.
Esta fue una de las “señales asombrosas” que acompañaron la muerte de Jesús: fue un poder sobrenatural, milagroso, (no humano), que el “velo” se rasgara en dos (por la mitad). Era el velo en el Templo de Herodes y de “arriba abajo”. ¡Cuál sería la sorpresa para los sacerdotes que estaban realizando sus sacrificios vespertinos (3 pm), y el templo estaba lleno de peregrinos! ¡Fue el fin del templo, de los sacerdotes, de los sacrificios y del judaísmo!
El “velo” rasgado en dos simbolizaba que Cristo hizo posible que todos los creyentes entraran directamente a la presencia de Dios (lugar santísimo). ¡De hecho, el “velo” mantenía apartados a los hombres de Dios!, y solo entraba el sumo sacerdote y únicamente estaba allí (lugar santísimo) mientras rociaba la sangre del cordero sobre el altar, y luego salía rápido y esperaba otro año para volver a entrar.
Significa también que Cristo “abrió” el camino, la apertura, la entrada libre a Su presencia (lugar santísimo). ¡El acceso directo a todo acto de devoción en Su presencia!  (Hebreos 6:19, 20; 9:1-7). Analicemos lo que la Biblia enseña al respecto:
“Así que, hermanos, tenemos libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre (muerte o sacrificio) de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, (Hebreos 10:19,20). (Efesios 2:18; Hebreos 9:8,12). ¡Ahora debemos entrar a Su presencia con corazón sincero y fe! (Hebreos 4:16; 10:22; 11:6).
Aprovechemos esta cobertura que tenemos, de entrar a Su presencia (lugar santísimo) todas las veces que queramos y cuando queramos. ¡Qué privilegio tenemos! Recuerde que antes solo lo hacía el sumo sacerdote y una vez al año). Lo importante es que cada vez que vayamos a Su presencia o al trono de la gracia, lo hagamos confiadamente (Hebreos 4:16; 10:22; 11:6).
3.     LA TIERRA TEMBLÓ (MATEO 27: 51b)
Fue un terrible y gran terremoto (verso 54). Cuando Cristo murió, la misma tierra dio testimonio de Su inocencia del que así fue perseguido, contra la impiedad de los perseguidores. ¡Él es el rey de la tierra! Observamos en la Biblia, que cada vez que el Señor se manifestaba, temblaba la tierra (Éxodo 19: 18; 2 Samuel 22: 8; 1 Reyes 19: 11; Salmos 18: 7; 77: 18; Isaías 29: 6; Jeremías 10: 10; Nahúm 1: 2, 5).
Lo inamovible fue sacudido por la muerte de Cristo. Pero Cristo no tocó la tierra: Él fue elevado sobre la tierra en el madero. Él moría, pero por Su poder, en el acto de la muerte, hizo que la tierra temblara bajo Sus pies. Además, llegará el día cuando el Cristo con poder y gloria, en Su venida triunfal aparezca sobre la tierra, y a su tiempo todas las cosas que son, serán enrolladas y desechadas.
4.     LAS ROCAS SE PARTIERON (MATEO 27: 51C)
La parte más firme, sólida y dura de la tierra (las piedras y rocas) sintió también los efectos de la muerte de Cristo en un instante. Estaba clamando y proclamando la gloria del que moría (Lucas 19: 40). ¡De hecho, Cristo es la roca! (Hechos 4:11, 12; 1 Corintios 3: 11). “Él no murió por las rocas. Sin embargo, las rocas fueron más tiernas que los corazones de los hombres, por quienes Él derramó Su sangre” (Charles Spurgeon).
5.     SE ABRIERON LOS SEPULCROS (MATEO 27: 52)
La fuerza del mismo terremoto que hendió las rocas o piedras, también abrió los sepulcros o tumbas (los destruyó y resquebrajó).
6.     MUCHOS SANTOS SE LEVANTARON (MATEO 27: 52, 53)
Hubo una resurrección literal, física, corporal, real y glorificada de muchos cuerpos de santos. ¡Fueron levantados, despertados por el poder del Señor, y volvieron a la vida! (Daniel 12: 2). ¡La muerte del creyente es como un sueño! (Juan 11: 11-14). ¿Quiénes fueron esos santos que se levantaron? ¿A quiénes se aparecieron, en qué forma y con qué frecuencia? ¿Qué dijeron o hicieron? ¿Son secretos de Dios? (Deuteronomio 29: 29).
Lo cierto es que cuando “Cristo resucitó”, al tercer día (de Su muerte), ellos (los santos que “salieron” de sus sepulcros) “entraron” a la ciudad y se “aparecieron” (testificaron resurrección) a muchos (no a todos). ¡Solo lo hicieron así después que Cristo resucitó! (1 corintios 15: 20-23).
¡Lo cierto es que estos que se “levantaron” (abandonaron sus tumbas). Eran los “trofeos” visibles y manifiestos de la “victoria” de Cristo en la cruz (obra redentora), sobre los poderes de la muerte!
Pudieron haber sido los santos de la antigüedad (patriarcas), o aquellos que sin haberle visto ni conocido pusieron su esperanza en lo prometido de Dios, cosa que ahora también esperamos en el día final los creyentes que hemos confiado en Él para la salvación (Romanos 8: 11; 1 Corintios 15: 20-23, 50-53; 1 Tesalonicenses 4: 16, 17).
7.     CONVERSIONES MILAGROSAS (MATEO 27: 54)
Tenemos primero la conversión salvadora del “malhechor” o  ladrón (Lucas 23: 39-43). De hecho el término “paraíso” (verso 43) es una palabra antigua persa, que se traduce como jardín y es sinónimo de cielo (2 Corintios 12: 2-4).
También tenemos la conversión del “centurión” (cien soldados a su cargo o una centuria) y los que estaban con él custodiando a Jesús, y todos dijeron: “Verdaderamente éste era el Hijo de Dios” (Mateo 27: 54).  En el caso específico del “centurión”, dio gloria a Dios y dijo: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lucas 23: 47). El “centurio” era el encargado de los soldados que arrestaron a Jesús, y quienes se quedaron con Jesús para que no escapara o nadie se lo llevara. Y estuvieron con Él en los juicios políticos y religiosos que le hicieron a Cristo. Ellos habían sido los que se burlaron, escupieron y le pegaron.
Ellos (los soldados) le habrían arrojado la túnica vieja de un soldado (como si hubiese sido una túnica real). Los mismos que le colocaron una caña en Su mano (cetro) y la corona- espina en Su cabeza. Todo este proceso de Cristo hasta la cruz fue visto y oído por estos soldados ¡Y algunos de ellos lo clavaron en la cruz! (pudieron haber sido cuatro). Eran hombres inmisericordes y endurecidos que trataron al Señor como el peor de los malhechores. Echaron suertes para quedarse con la ropa de Jesús, se sentaron a verlo morir (como a los otros), escucharon todas las palabras que Cristo expresó desde la cruz, etc. Después ellos experimentan lo imposible e inesperado: algunos de los milagros de Cristo en el calvario (la oscuridad, el terremoto, las rocas partidas).
Es en este contexto cuando los soldados y el centurión dicen: “verdaderamente éste era el Hijo de Dios” (Mateo 27: 54). Tal vez lo habían oído del mismo Señor  (Juan 19: 7) “y verdaderamente este hombre era justo” (Lucas 23: 47). ¡Así se registra la conversión de estos, que tanto daño le hicieron al Señor Jesucristo! ¡Ellos llegaron a la fe, en el momento mismo que Cristo murió!
CONCLUSIÓN: qué maravilloso es que aún en el calvario, Cristo hizo estos milagros. ¡AMÉN!


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