sábado, 30 de mayo de 2020

Los pecados de la lengua

“La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu.” (Proverbios 15:4)

El que no controla su lengua no controla su espíritu.

Hemos de ser conscientes de la gran frecuencia que tienen los pecados de la lengua entre nosotros. Debemos reconocerlos y evitarlos imperiosamente, porque cuando se hacen habituales es muy difícil no cometerlos. Hablamos de pecados de la lengua, y con ello nos referimos a los chismes, la maledicencia, la calumnia, las mentiras, etc.
Pecados Respetables: Los Pecados de la Lengua – Iglesia Bautista PilarEn la Sagrada Escritura encontramos numerosos pasajes que nos indican que la persona que no domina su lengua, no puede refrenar su cuerpo. Si tenemos la disciplina y la voluntad de hacerlo, Dios nos ayudará a remediar este defecto. Pero tiene que haber de parte nuestra, un propósito de conversión firme, determinado a volver hacia Dios.
Las personas que no saben refrenar su lengua se vuelven odiosas para sus prójimos. Porque nadie quiere a su lado al que muy posiblemente lo calumniará cuando se marche. Tampoco son gratas las personas que, precisamente por no refrenar su lengua, no saben guardar un secreto y ventilan lo que es privado. Todo esto es parte de los pecados de la lengua, que en el fondo son faltas a la verdad y a la caridad para con el prójimo (Proverbios 11:9).

Hay muchos pecados que cometemos con la palabra

Debemos meditar más a menudo cómo usamos el don de la palabra. Dios nos ha dado una lengua fundamentalmente para que la usemos en su alabanza. No para hablar cosas triviales, obscenas, o que vayan en contra de nuestro hermano. Por eso, el que medita mucho antes de hablar, es más difícil que peque.
Los chismes son muy comunes. Sobre todo en las comunidades, donde la vida de los demás está en boca de los que se dedican a desprestigiarlos. Todo esto debemos evitarlo, porque el único que tiene la potestad de juzgar es Dios. Nosotros no conocemos ni siquiera nuestro propio corazón, como para juzgar al resto. (Proverbios 11:13).
La calumnia es acusar o adjudicar una falta a alguien con la finalidad de dañarlo. Muchos piensan que como son simples palabras, no es un pecado grave. Pero a través de la calumnia se ha arruinado la vida de muchas personas inocentes. Aunque no lo parezca, se puede herir y dañar más con la palabra que con los golpes o las armas.
La difamación es decir en público cosas negativas contra el buen nombre, la fama o el honor de alguien. Sobre todo cuando lo que decimos es falso. En este sentido es como la calumnia, y tiene terribles consecuencias. Desgraciadamente, estos pecados lastiman a todos, al que los comete y contra quienes los comete.
Debemos practicar el silencio y la moderación de la lengua
¿Qué remedio existe contra los pecados de la lengua? Pues refrenarla mediante la práctica del silencio exterior e interior. Se dicen muchas palabras durante el día, pero pocas son necesarias. Si meditamos más en la Palabra de Dios, y ella es la que llena nuestros diálogos, no habrá lugar para el pecado.
Tenemos que hablar entre nosotros con moderación. Es un signo de madurez saber dominar lo que decimos, para no causar daño con palabras vanas. Si nos dedicamos más asiduamente a la oración y la alabanza, no irán a nuestros labios palabras malintencionadas. Es mejor saber oír que saber hablar (Santiago 1:19).
Si pedimos al Espíritu Santo que nos inspire y nos dé su fuerza, podemos modificar estas costumbres. Pero es necesario empezar poco a poco cada día, sabiendo que cada palabra inoportuna que refrenamos es una pequeña batalla ganada. Así nuestra fe será vivida en espíritu y en verdad, porque seremos discípulos de Aquél que es la Verdad misma (Santiago 1:26).

Conclusión

Sin darnos cuenta, cometemos muchos pecados con la lengua. Porque con ella decimos chismes, calumnias, injurias, difamaciones... Todo esto es muy grave y puede acarrearnos la condenación. La lengua fue hecha para bendecir a Dios, no para herir a nuestro hermano.
El que es capaz de refrenar su lengua puede dominar todo su cuerpo. Con ella cometemos grandes males, si no sabemos refrenarla con moderación y disciplina. Por eso es un trabajo diario el aprender a controlarla. Y necesitamos que el Espíritu Santo nos asista con su poder, para que lo único que haya en nuestra lengua sea la Palabra de Dios (Filipenses 4:8).


No hay comentarios:

Publicar un comentario