“Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad” (Salmo 86:15)
Dios podría destruirnos en milésimas de segundos; pero su misericordia es muy grande, primero porque nos creó y segundo porque nos redimió con Cristo, lo que no significa que acepte el mal, pues Él es justo.
La misericordia, es la bondad divina. Por un lado, la ira de Dios se debe a la maldad humana; y por otro lado, su misericordia nos exige arrepentimiento, y cuando "su pueblo" o una sola persona se vuelve a Dios, Él lo perdona.
En aquel entonces, hubo una súplica nacional que se hizo a sabiendas de:
1. La misericordia de Dios, tal como se puso de manifiesto cuando hizo volver de Babilonia a los cautivos.
2. Una oración que brotó de aquellas aflicciones.
3. Un mensaje profético de salvación que anunció al pueblo la paz y la prosperidad. (RV95)
El salmista pide al Señor que incline su oído, que le escuche, que le dé razón, porque está afligido y menesteroso. Es interesante notar que este hombre reconoce su necesidad espiritual y se identifica como piadoso. Él no es un místico, ni un hipócrita que se vale de la religión para ser “aprobado por los hombres”; al contrario, es una persona que mantiene comunión con Dios, y es escuchado por su vida íntegra.
Sión, monte Santo, lugar de morada de Jerusalén, lugar de la “madre espiritual de todos los pueblos”: Ten esperanza que un día morarás como la “Nueva Jerusalén”, donde no habrá violencias, ni muertes, sino paz en Jesucristo. Hoy, en medio de asaltos, robos y maldad, es clave confiar en la misericordia del Señor. Sirva al prójimo. Ore a su favor. Perdone para que Dios lo perdone y experimente su gracia. Adore al Señor. Siga caminando con Cristo y testificando de su poder. ¡Hágalo!
Señor, grande en misericordia, ten piedad de nosotros…
No hay comentarios:
Publicar un comentario