viernes, 2 de enero de 2015

¡Navidad!, No Es Como Solía Ser - Crecimiento personal-espiritual

¡Navidad! ¡No es como solía ser, como las recuerdo de antaño! Entonces sabíamos cómo celebrarla, aunque era un fuerte trabajo para mamá y escaseaba el dinero. Recuerdo cómo revolvíamos los postres de Navidad. Su aroma, mientras se horneaban, nos hacía sentir que la temporada navideña nos había alcanzado.
Nos gustaba guardarlos y verlos en un mostrador bajo las escaleras, con un lazo doble atado y agrupados de dos en dos. Pero siempre golosineábamos un poquito para asegurarnos de que estuviesen lo suficientemente buenos para agradar a la Tía May, porque mamá decía que “Todo lo que ella hace sale bien y no quiero que sus postres sean mejores que los míos”. Pero ahora se compran en los supermercados en un recipiente de plástico y cuestan demasiado si se es jubilado. ¡La Navidad no es como solía ser!
Comí muchos roscones dulces cuando era niña esperando hallar una moneda de plata o algo así en el interior. Hoy se venden en cajas de celofán… en fin, solo probarlos me da indigestión. Y no hallaremos ninguna moneda dentro del relleno. Los dulces navideños hoy son cuadrados... para partir pedazos pequeños. El trocito que obtuve el año pasado difícilmente hubiera alimentado a un ratón. De todas formas, el delgado e insípido mazapán, duro como el hormigón,... bueno, ¡casi rompió mis dientes! Solíamos lavar las frutas nosotros mismos y colocarlas en bandejas sobre la rejilla de la chimenea, junto al fuego; y luego, una vez mezcladas, se echaban en el molde y lamíamos la cuchara, raspando el tazón para comernos lo que quedaba. El olor de aquel dulce horneándose es un recuerdo que atesoro. Son cosas sencillas como aquellas, las que hicieron de mi niñez algo placentero.
¡La Navidad no es como solía ser!
El árbol de Navidad era mágico y nos deleitaba. Tenía velas de verdad sobre sus ramas vertiendo una luz misteriosa. Hoy no se permitiría: sería un riesgo de incendio, por lo que ahora tenemos bombillas eléctricas. Colgábamos nuestros caramelos, que dos costaban cinco céntimos en un pino de verdad… hoy día no se ven muchos.
Un encantador ángel coronaba nuestro árbol; lo creíamos divino. ¡Ahora un Papá Noel en una nave espacial de plástico cuesta un euro! Nuestros adornos eran hechos de cadenas de papel hechas a mano por los niños, ¡aunque solíamos embarrarnos bastante de pegamento!
Hoy se gasta una fortuna solo para decorar, y podemos obtener un aerosol de nieve artificial. Todavía disfruto de recibir tarjetas y cartas en el correo. Pero mientras unas pocas traen escenas de la Navidad, muchas tienen Papás Noeles, ratoncitos navideños, renos de narices de colores o patinadores sobre hielo…
¡La Navidad no es como solía ser!
¡Nunca ha visto una fiesta navideña como las que solíamos tener! Todos nuestros tíos, tías y primos llegaban. Había pasteles y cremas, algunas en forma de conejo, hacíamos locuras de Navidad y usábamos sombreros hechos de tela. Jugábamos a ,los acertijos y otros juegos al terminar el té. Pero ahora me mandan callar si hablo, sus ojos están pegados al televisor.
No sería malo que hablasen en voz alta para que pudiera oírles y además, mi vista está fallándome por lo que tengo que esforzarme para ver. Me sientan en una esquina y me preguntan si estoy bien. Murmuro que supongo que sí aunque quisiera que hubiese un poco más de luz. Dicen que duermo cuando cierro mis ojos, pero no saben que pienso en alguien que me besó bajo el muérdago. Era un guapo joven soldado y yo tenía solo dieciséis años… ¡mucho ha pasado en setenta años desde entonces! No pasa un día en que no extrañe a mi esposo, Fred, aunque ya hace 30 años que murió. ¡La Navidad no es como solía ser!
Recuerdo a los cantantes de villancicos tocando a mi puerta pidiendo el aguinaldo. Sonaban como ángeles y siempre les pedíamos más. “Una vez en la ciudad de David” o mi favorita, “Noche de Paz”. ¡Sus rostros amables parecían brillar con una luz no de este mundo! Pero ahora aplauden y gritan, tocan sus guitarras y cantan canciones extrañas, y salen disparados en sus coches.
Solía preguntarme al cantar los villancicos, por qué decían que Jesús había venido al mundo a morir. Pero qué consuelo cuando al final lo comprendí: “Él murió para que pudiésemos ser perdonados; ¡murió para hacernos buenos!” Perdónenme por quejarme… no debería hacerlo. Debe ser mi artritis y las horas que paso sola.
Necesito sacar las cosas de mi corazón, pero le agradezco al Señor que siempre me escuche, Él tiene tiempo ¡y nunca se aburre! Él conoce el dolor y la fatiga de la vida… la sintió también. Así que, cuento mis bendiciones y les digo que ¡la verdadera Navidad no ha cambiado en absoluto!
Seguro que muchos de los miembros del club de los 50 años y mayores, se sentirán algo identificados con este pensamiento y, si bien reconocemos que hace referencia a un contexto quizá muy distinto al de muchos de ustedes, lo cierto es que la festividad ha ido cambiando con el tiempo. Por un lado, su secularización y su comercialización han tenido un serio impacto sobre la manera como la mayoría, incluso los mismos creyentes, la celebran. Pero más que anhelar volver a celebraciones que consideremos más... apropiadas a nuestros gustos, siempre necesitaremos mantener clara la razón de la Navidad… no se trata de lo que nosotros podamos hacer o no, sino de lo que el Hijo de Dios vino a hacer… e hizo por nosotros.
Los demás elementos de la festividad podrán agregar vistosidad a la celebración pero nunca sustancia. Ojalá que el Cristo de la Navidad sea honrado en todo su esplendor por cada uno de nosotros..

No hay comentarios:

Publicar un comentario