viernes, 2 de enero de 2015

Cristianos, olvidemos el agravio y el rencor

El amor no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. 1 Corintios 13:5
¿Trató alguna vez de perdonar a alguien y se ha dado cuenta de que no puede hacerlo? Usted ha clamado y orado por eso y le ha pedido a Dios que le ayude, pero aquellas experiencias pasadas cargadas de rencor no quieren irse.
Perdonar ofensasPara poner fin a esos fracasos en el futuro, es preciso que su perdón esté basado en la necesidad y en la voluntad, no en los sentimientos. El perdón verdadero no tiene nada que ver con la manera en que usted se sienta; es un acto de la voluntad, basado en la obediencia a Dios y en la fe en Él.
Lo cual significa que una vez que usted haya perdonado a alguien, deberá considerar a esa persona perdonada para siempre. Cuando los sentimientos pasados vuelvan y Satanás trate de convencerlo de que realmente no ha perdonado, resístalo, y dígale: “No, ya he perdonado a esa persona por fe. Me niego a vivir en esos sentimientos del pasado”.
Entonces, de acuerdo a 1 Juan 1:9, crea firmemente que ha sido perdonado y limpiado del pecado del rencor, de toda injusticia relacionada con éste y de cualquier recuerdo de haber sido agraviado.
Quizá haya oído a alguien decir: “Yo perdono, pero nunca olvido”. Así de simple no es perdón; lo es de segunda clase, que usted, como creyente, se supone que no debe aceptar. Debe perdonar de una manera sobrenatural: “como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32). Ya que Él nunca nos recordará nuestro fallo. En eso sí consiste el perdón, porque como humanos que somos, no podremos olvidar completamente, pero sí podremos no recordárselo.
Debe perdonar como Dios perdona, para liberar, sin condiciones y para siempre, a la otra persona del sentimiento de culpa, y para restaurar las cosas como si nada hubiera pasado. No solo tiene que perdonar, sino sobre todo, olvidar lo que pasó. Al hacerlo, algo sobrenatural sucederá en usted. El dolor ocasionado por aquella experiencia desaparecerá. El poder de Dios borrará los efectos y usted podrá olvidarlo de una vez por todas.
No sea como los rencorosos que llevan cuenta de los agravios y ofensas que sufren. Aprenda a perdonar y a olvidar, y se le abrirá un mundo nuevo de bendiciones.

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