Se cuenta la historia de un soldado que en plena batalla, dijo a su oficial directo: —Señor, mi amigo no ha regresado. Solicito permiso para ir en su búsqueda—. El oficial contestó; permiso denegado, no quiero que usted arriesgue su vida por un hombre que ya debe estar muerto—. El soldado, desobedeciendo la orden, se internó en el campo de batalla en busca de su amigo. Casi una hora después, regresó mortalmente herido cargando el cadáver de su amigo. El oficial al ver lo que había acontecido, montó en cólera contra el soldado y lo increpó duramente,—¡te dije que ya estaba muerto!, ahora en vez un soldado muerto, he perdido a dos valiosos hombres. Dime soldado, ¿valía la pena que corrieras peligro para traer un cadáver?—, el soldado moribundo, respondió,—¡por supuesto que sí!, cuando lo encontré todavía estaba vivo, y me dijo, “sabía que vendrías por mí”.
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. Juan 15: 13-15
¡Qué gran muestra de amor!, y en la historia ha quedado el acontecimiento, no la identidad de aquellos hombres. Quizá para preservar la motivación, que tuvo el soldado, de ir en busca de su amigo herido, el amor. La amistad entre dos personas se cultiva con el paso del tiempo de manera que, tiene la capacidad para sacar del corazón de ambos, entre otras, la fraternidad, la lealtad, el compañerismo, la sinceridad...
Los hijos e hijas de Dios Creador tienen un Amigo magnífico en Él, siempre fiel, siempre cercano, y siempre atento. Las revelaciones del Cielo de Dios, más aún, las revelaciones de Dios mismo, les fueron dadas por Jesucristo el Señor; todo lo que saben de la Deidad, se lo deben a Él, porque los considera amigos.
El soldado que moría en el campo de batalla, no dudaba de que su amigo lo rescataría, sabía que no sería dejado abandonado. Cristo Jesús, el Señor, no dudó en entregar su vida por sus amigos. El Calvario o el Gólgota, y la Cruz, fueron testigos de tan inmenso amor por la humanidad. No existe en el mundo un ser humano que no tenga la oportunidad de ser amigo de Jesús. Si usted quiere un amigo como Él, tan solo debe dar el paso adecuado, acéptelo como su Salvador personal.
El soldado que moría en el campo de batalla, no dudaba de que su amigo lo rescataría, sabía que no sería dejado abandonado. Cristo Jesús, el Señor, no dudó en entregar su vida por sus amigos. El Calvario o el Gólgota, y la Cruz, fueron testigos de tan inmenso amor por la humanidad. No existe en el mundo un ser humano que no tenga la oportunidad de ser amigo de Jesús. Si usted quiere un amigo como Él, tan solo debe dar el paso adecuado, acéptelo como su Salvador personal.
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