Días atrás me encontré con un amigo que estaba desconsolado, se había quedado sin trabajo, su matrimonio no andaba bien, se le terminaba el dinero que tenía y para colmo, tenía que pagar al banco a fin de mes.
Todos, de cierta forma y en algún momento de nuestras vidas, pasamos por preocupaciones, desesperanza e incertidumbres; y tampoco sabemos qué nos espera el día de mañana.
Las reacciones ante estas situaciones son muy diferentes. Algunos acuden a adivinos para hacerse una limpieza ¿de qué? y quitarse la mala suerte, cuando en realidad lo único que hacen es ensuciarse el alma. Otros no quieren luchar y piensan que el suicidio es una solución para no sufrir más; creen que de esta forma, sus problemas se resolverán. Otro gran porcentaje se refugia en el alcohol y las drogas, creyendo que así podrán olvidar y encontrar alivio, pero no se dan cuenta que este método es pasajero y no soluciona nada. Al contrario, lo empeora completamente.
Existe también un grupo más pequeño que acude a Dios. Nuestro pasado, presente y futuro debería estar en sus manos, pues no hay un lugar más seguro. Él es muro de fuego alrededor de todos aquellos que le teman, es la roca donde podemos construir nuestra vida, familia y sociedad, nuestro pronto auxilio en medio de las tribulaciones. Sólo en sus manos misericordiosas vamos a encontrar paz en medio de la tormenta.
No acudas más a los adivinos o a los vicios que ningún beneficio te traen, busca a Dios, Él tiene las manos extendidas ofreciéndote lo que necesitas.
Si quieres saber verdaderamente, qué te depara la vida más adelante, corre a los brazos de Dios, que en Él tu pasado, tu presente y tu futuro están asegurados.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmos 46 (RVR1960)
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