viernes, 27 de junio de 2014

Entre apóstoles y apostolados

No había visto a este pastor amigo en unos... dos años. Lo encontré en la sala de espera de un aeropuerto. Fue una alegría intercambiar experiencias, recuerdos y momentos vividos en el pasado en el ministerio. Entonces, me vino a la mente una pregunta que habitualmente hago, a compañeros de ministerio a quienes no he visto en mucho tiempo. “¿Y cuál es tu próxima meta? ¿Hacia dónde Dios te está llevando para los próximos años?” Y mi amigo, con una sonrisa en los labios, me dijo: “Estoy viajando a... esa ciudad, porque recibiré la unción apostólica del apóstol fulano”. 

Me di cuenta de que mi amigo había sido atraído, como muchos más, por la corriente del momento. El aviso por los altavoces de la aerolínea para abordar, interrumpió sin misericordia alguna, nuestra charla. Ya en el avión, mi pensamiento me animó a decir la expresión: “la Iglesia de hoy está entre apóstoles y apostolados”. Es innegable que la Biblia en Efesios 4:11 habla de ministerios múltiples. Es decir, una red completa puesta al servicio de la edificación del cuerpo de Cristo, para que cada miembro desarrolle, proyecte y fructifique el ministerio dado por Dios. 
Sin embargo, recordemos que en los últimos cien años, la Iglesia cristiana evangélica se ha movido fundamentalmente, a través de la exaltación de nuevos enfoques que, al inicio toman vigencia y luego disminuyen en fuerza; enfoques que traen frustración, tanto a los ministros que corren en la búsqueda de alguna renovación, como del cuerpo de creyentes que espera la dirección de sus líderes. ¿Cómo afecta esto a la Iglesia? 

Veamos, necesitamos hacer la distinción entre forma y fondo. La forma en nada afecta, pero el fondo o fundamento sí. Pablo en la carta a los Efesios, explica claramente el fondo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Efesios 4:11-13.

O sea, Jesús es quien constituye, selecciona y nombra cada uno de los ministerios, no es un maestro, profeta o apóstol quien lo hace. Estos ministerios son múltiples, diferentes, únicos y equilibrados en su distribución. Ésta no depende de una escala jerárquica. La finalidad de los ministerios es “perfeccionar a los santos para la obra del mismo ministerio”, no es tenerlos para simplemente conocerlos. Es perfeccionarse con ellos y enseñar. Y la finalidad en general, es edificar a todo el cuerpo de Cristo. La meta final es que todos, tanto los ministros como los creyentes, lleguemos a la unidad de la fe. De manera que, cuando un ministerio en particular divide y fracciona, ha perdido la meta final: que todos lleguemos al conocimiento del Hijo de Dios, a la estatura de la plenitud de Cristo. El efecto final es ser como Jesús lo fue y, aunque era el Señor, nunca exigió supremacía alguna sobre los demás, sino que dio la mejor lección de humildad. Cuando mantenemos este fondo, la forma pasa desapercibida, y ésta solo podrá servir para hacer más práctica la labor de la extensión del Reino. 

El ministerio apostólico se inicia con Jesús, en el momento de nombrar a sus apóstoles, establecerlos “para que estuviesen con él, enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios” (Marcos 3:13-15). Es decir, les hizo un firme llamado a: 
• Mantener un compañerismo íntimo con Jesús. 
• Mantener un compromiso real con la predicación de su Palabra.
• Mantener la autoridad para sanar enfermos y echar fuera demonios. 
El libro de los Hechos amplía estas características a nivel global, poniendo en evidencia que los apóstoles desarrollaron roles como: 
• Ser promotores de la obra de Jesús. 
• Confirmar a la Iglesia a través del discipulado. 
• Abrir senderos donde no había. 
• Ser visionarios.

Cada apóstol desarrolló roles particulares, lo que significa que no había un patrón a seguir, o un solo modelo o combinación de dones como normativa a idealizar. A la luz de las Escrituras, no hay nada que trate del nombramiento de apóstoles como cargos de influencia, por encima de los demás apóstoles originales. Pero la Biblia sí muestra en Efesios 4, un cierto equilibrio que debe existir entre los ministerios: pastores, maestros, apóstoles (enviados, misioneros, visionarios), evangelistas y profetas. Quiera Dios que, como líderes de esta época, podamos centrarnos cada día más en la Escritura, sin tener que correr tras nuevas corrientes propulsadas por líderes carismáticos que, con equivocadas motivaciones, en el fondo lo que buscan es ser reconocidos, aplaudidos y casi venerados por un pueblo, que cada día aumenta en el analfabetismo bíblico y desesperadamente, busca lo mágico, atractivo y novedoso. 

No olvidemos que como líderes, nuestro ejemplo, mentor, Señor y modelo por excelencia es Jesús el Nazareno, quien con su ejemplo de humildad y sencillez, nunca proclamó un título ni un lugar de preeminencia, sino que se humilló tomando forma de siervo. Y por haberse humillado, Dios le exaltó hasta lo sumo y le dio un Nombre que es sobre todo nombre (Filipenses 2). Volvamos entonces, al planteamiento original y tomemos el camino de la sencillez; el camino de la cruz para luego ir al trono. Líderes copiados copian todo a otros. Líderes originales solo miran al único modelo de liderazgo en su sencillez y plenitud: Jesús de Nazaret.
• ¿Qué modelo estás siguiendo en tu liderazgo? 
• ¿Estás mirando a Jesús como tu único modelo o a quién estás tratando de imitar? 
• Tu decisión hoy es…

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