lunes, 2 de junio de 2014

La tormenta - Reflexión

kirby había esperado aquel día toda la semana. Él y su mejor amigo Austin, habían juntado todo tipo de envases para usar como moldes en su castillo de arena. Incluso habían dibujado un plano. Sabían que ese año podían ganar el premio al mejor castillo de arena de su categoría.

Llegaron temprano a la playa y delimitaron su área de trabajo. Enseguida se pusieron  a trabajar. Había niños de todas las edades construyendo castillos de arena, pero el de Kirby y Austin crecía rápido y se veía magnífico.

Kirby acabada de volcar el último molde de arena sobre la torre, cuando un niño que perseguía a otro, muy robusto, pasó corriendo. Justo cuando el niño grandote llegó al castillo lo saltó, pero el que le perseguía no tenía las piernas tan largas y derrumbó una parte grande. Y lo peor, ambos se rieron mientras se alejaban corriendo. Austin estaba atónito,... pero Kirby estaba furioso.

-¡No…No…No!  -gritó-. ¿Por qué?  Entonces tomó el cubo más grande y comenzó a derribar el castillo mientras gritaba. Echaba arena a todas partes, y en pocos segundos el precioso castillo ya no existió.

-¡Kirby! -le gritó Austin-. Lo podíamos haber arreglado. ¡Oh!, ¡vaya, qué mal!, y se alejó.

La mamá de Austin, que les había acompañado a la playa, se acercó y se juntó junto a Kirby.

-Kirby, le dijo, cuando permites que tu ira te indique qué debes hacer, nadie gana, y tú menos que nadie. Al final, fuiste tú con tu ira, quien destrozó el castillo, y no esos niños.

Cuando alguien te haga enfadar, cuenta hasta diez antes de actuar o hablar. Pídele a Dios que te ayude a no responder con ira, porque la ira en sí misma daña más que lo que la causó. Contrólala.

El que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua. Proverbios 15:18


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