Muchas veces pensamos y hasta decimos que nos queremos morir; pero la vida es muy valiosa para desprendernos de ella. Todos somos muy importantes; piensa que, aunque para en el mundo no seas nadie, para alguien eres el mundo.
Muchas veces creemos que otros son perfectos, pero no hay nadie perfecto, todos somos iguales; pasa que hay gente que tiene cosas que tú no tienes, igual que tú tienes cosas que ellos no tienen.
Muchas veces te sientes mal por la forma como actúas y reaccionas, pero lo que ocurre es que algunos influimos con más facilidad que otros; las virtudes de los demás siempre son más visibles para ti, que las tuyas propias.
Muchas veces te aferras a algo o a alguien; no está mal, pero trata de no hacerlo indispensable para tu vida. Si te acostumbras a usar siempre muletas, nunca andarás bien.
Muchas veces te desprecias, te miras al espejo y te insultas; no lo hagas, acepta tu realidad como el hecho de que sólo Dios puede transformar tu vida.
Muchas veces nos desesperamos y desilusionamos, pero si todo lo que esperáramos o deseáramos se cumpliera, ¿dónde estarían las sorpresas?
Muchas veces nos traicionan los que creíamos amigos; y entonces, aparecen los verdaderos amigos que nos consuelan.
Por todos esos motivos, no bajes los brazos, ¡nunca! Por todo eso vive la vida al máximo, sonríe, sé feliz, disfruta de la vida y confía en el Señor. Por todo eso ama la vida, que quizás no sea muy larga, pero puede ser intensa y significativa.
Puede que te toque vivir cosas difíciles, pero con el Señor lo mejor está por venir. No hagas que tu vida sea un infierno, trata de vivir cada momento como si fuese el último. Toma con cuidado las decisiones importantes y si te equivocas, puedes derribar lo que construiste a lo largo de toda tu vida.
Nunca cambies, sé tú mismo siempre; piensa que siempre habrá gente que te va a recibir con los brazos abiertos. Nunca creas que es tarde para volver a empezar. Nunca es tarde para realizar un sueño; no hay nada imposible para Dios.
Acuérdate siempre que existe una palabra clave para volver a empezar: perdón.
La vida es gratis, es un regalo y los regalos no hay que rechazarlos. Pero para que ese “regalo” tenga algún sentido, tienes que preguntarle a quien te la regaló, de otra manera te estarás perdiendo el verdadero significado de tu existencia.
Esta reflexión nos anima, en primer lugar, a aceptarnos tal y como somos, lo que no significa el rehusarnos a cambiar, sino tan sólo saber cuál es nuestro punto de partida, caso de que vaya a producirse el cambio, y después, saber disfrutar la vida al máximo. Y ese disfrute pleno jamás será posible, a menos que nos alineemos con los planes de Dios para nuestras vidas. ¿Por qué no consultar con el Diseñador Supremo, antes de embarcarnos en iniciativas que bien pudiesen dar al traste, con todo lo que Él ha preparado de bueno para nosotros? Es probable que nos equivoquemos en más de una ocasión al tomar decisiones, pero debemos saber que el Señor jamás rechaza a una persona arrepentida, que necesita una nueva oportunidad.
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