Esta pregunta vino a mi mente cuando visité con mi familia, Campo Barnabás, una entidad para niños con necesidades especiales, localizada en Purdy, Missouri. Mi hija Megan, como muchos otros increíbles adolescentes, dedicó su semana para cuidar y demostrar amor y compasión a un niño en esa entidad.
Esos adolescentes pagaban una tasa para poder servir a otros. Cuando le pregunté a mi hija por qué estaba dispuesta a trabajar y pagar por ese privilegio, ella dijo: “para poder ir a un gran campamento y para trabajar con los niños más increíbles”
Megan fue al inicio designada para trabajar en la cocina, pero Dios organizó la semana de tal manera, que le dio la oportunidad de servir en particular a un niño con necesidades especiales, lo cual resultó ser una experiencia única, encantadora e inolvidable para ella.
¡Imagínese pagar para servir a una persona en condiciones no favorables y amarle cada minuto! Y relacione esto con el hombre y la mujer típicos del mercado de trabajo actual. Más de la mitad de los adultos que participaron en una encuesta laboral, declararon que no les gustaba su trabajo. Consideraban sus empleos como un “mal necesario” y los desempeñaban únicamente, para ganar el dinero suficiente para mantener el estilo de vida que escogieron.
Estas personas odian que el reloj les diga que es hora de ir al trabajo y anhelan que les muestre finalmente, la hora de ir a casa.
¿Cuál es, en su opinión, la diferencia entre aquellos a los que verdaderamente les gusta su trabajo y los que lo odian? Aunque existan muchas respuestas diferentes, una razón importante es la vocación y la dirección de Dios para nuestra vida.
¿Cuál es, en su opinión, la diferencia entre aquellos a los que verdaderamente les gusta su trabajo y los que lo odian? Aunque existan muchas respuestas diferentes, una razón importante es la vocación y la dirección de Dios para nuestra vida.
Si usted está haciendo lo que Dios le infundió como tarea vocacional, esa misión para la cual le equipó y le dotó para hacer, probablemente está sintiendo más alegría en vez de sufrimiento en su trabajo.
El rey Salomón, en Eclesiastés 5:19-20, enseñó “Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón”.
Siglos más tarde, escribiendo a los seguidores de Jesucristo de la antigua ciudad de Colosa, el apóstol Pablo menciona que, la satisfacción y la realización en el trabajo son determinadas en gran manera, por nuestro foco de atención: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23-24).
¿A usted le gusta, y se manifiesta por ello gran alegría en su corazón, desempeñar sus responsabilidades en el trabajo? Si la respuesta es si, usted es una persona bendecida y probablemente, forma parte de una minoría.
Cuando a las personas les gusta lo que están haciendo, posiblemente serán excelentes en su trabajo, porque lo realizan con entusiasmo. Mientras que si a usted no le gusta su trabajo, sería de sabios hacer una pausa y evaluar lo que está haciendo. Pregúntele a Dios si está siguiendo su vocación y la dirección que Él le dio a su vida.
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