lunes, 7 de abril de 2014

¡Quiero ser feliz!

Si quieres ser feliz, no busques en el lugar equivocado, busca a Dios, sólo en Él encontrarás todo lo que necesitas.


La búsqueda de la felicidad ocupa, en todos los seres humanos, el primer lugar en la escala de motivación. Todos compartimos el mismo deseo, la misma filosofía. El objetivo principal en la vida es ser felices. 
Nadie desea vivir para sufrir o para lamentar cada paso que dé. Nuestro mayor deseo es encontrar la senda que conduce a la felicidad verdadera, esa prosperidad que satisface el alma y deleita el espíritu, brindándonos paz sin medida.
Salomón fue el rey más sabio y próspero de todos los reyes de Israel (Eclesiastés 1:16). Antes y después de él, ningún rey gozó de tanta sabiduría, ciencia y prosperidad. Se dedicó a buscar el significado de las cosas, y en particular, el verdadero significado de la vida y la felicidad. 
A diferencia de los filósofos de la antigüedad, Salomón tenía una perspectiva más amplia y completa sobre la vida y la esencia de la felicidad. Los grandes filósofos griegos, por ejemplo, buscaban también respuestas a todos los interrogantes referentes a la existencia y la felicidad, pero sus conceptos eran derivados, fundamentalmente, de la gran capacidad de observación y análisis que poseían, mientras que Salomón, no sólo fue dotado de una mente brillante capaz de hacer conjeturas precisas y detalladas, sino que a todo ello le agregó su experiencia personal (Eclesiastés 2:3). Él no solamente veía cómo se hacían o desarrollaban determinadas cosas, sino que además, debido a su gran riqueza y posición de liderazgo, pudo experimentarlas en su vida personal.
Según el relato bíblico, no se privó de nada. Entregó su vida a los placeres, a la adquisición de bienes materiales y su fama superó a la de todos sus contemporáneos.
Nunca hubo en Israel, ni antes ni después, un rey como él.
Además, podríamos agregar que, cuando escribió este libro, el libro de Eclesiastés, que ahora estamos tomando como base, Salomón estaba en la etapa final de sus días, aunque no a punto de morir, más bien en su etapa de madurez. Esto le da a su punto de vista, peso y equilibrio, ya que en esta su etapa, puede saber qué es lo que tiene verdadero valor en la vida. Siempre prestó atención a la gente mayor, a sus consejos, a sus vivencias, y pudo comprender en poco tiempo lo que a ellos les llevó años aprender, o quizás, toda una vida.
Normalmente, en momentos como ese, las personas no se lamentan por no haber tenido la casa de sus sueños o el último modelo del coche que tanto deseaban, en esos momentos posiblemente lamentemos lo que no dijimos, o no hicimos, como por ejemplo, pedir perdón a aquellos que herimos con nuestras palabras, hechos o actitudes, perdonar a quienes nos hirieron, pasar más tiempo con nuestros seres queridos, haber ayudado más a quienes necesitaban de nosotros, habernos esforzado más en nuestro matrimonio o en nuestra relación con Dios, y seguro que podríamos agregar mucho más a esta lista.

La falta de dinero es una de las razones más habituales, que la gente usa para explicar su insatisfacción en la vida. Muchos dicen "Si tuviera suficiente dinero, haría esto o aquello y entonces sería realmente feliz". Pero muchas de esas personas, cuando llegan a tener ese dinero, realizan sus sueños pero siguen siendo igualmente desdichadas, lo que prueba que su problema no era la falta de dinero. Buscaron opulencia y más tarde, después de conseguirla, descubrieron que todavía eran infelices. Muchos, en el intento de alcanzar algún logro en su vida, olvidan la parte más esencial de ella. Y otros, después de conseguir algún tipo de éxito, deciden abandonar sus hogares separándose de sus familias, para luego comenzar otra familia y otra vida, creyendo encontrar en ella la verdadera felicidad; y con el paso del tiempo, los que siguen ese camino llegan a la misma conclusión, que la senda iniciada sólo era una ilusión, y que como consecuencia, llevan una vida de sufrimiento y dolor.

Es normal confundir posesiones de bienes terrenales, poder y riquezas, con triunfo y felicidad. Es obvio que el dinero no hace la felicidad, como tampoco lo hace la ausencia de éste. Es bueno poseerlo, lo malo es que el dinero te posea a ti. La esencia de la vida no se esconde en el dinero ni en los bienes materiales; son necesarios pero nunca elementales.
Salomón fue claro al final, en cuanto a su relación con las riquezas y los placeres de esta vida, y su conclusión fue la siguiente "...he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu y sin provecho debajo del sol." (Eclesiastés 2:11)
Comprendió también, que no hay felicidad en esta vida separados de Dios, ya que Él nos brinda la capacidad de disfrutar todas las cosas (Eclesiastés 2:24).
Lamentablemente, muchos tienen un vacío tan grande en sus corazones, que no pueden encontrar satisfacción prácticamente en nada. Dinero, popularidad, bienes materiales, éxito laboral o ministerial, logros académicos, vacaciones, placeres, etc..., nada de ello puede aliviar o satisfacer su profunda necesidad interior. En cambio, cuando la plenitud de Dios llena tu alma, descubres la felicidad en las cosas más simples de esta vida.
Salomón concluye su enseñanza con el siguiente resumen "Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre." (Eclesiastés 12:13)
Si quieres ser feliz, no busques en el lugar equivocado, busca a Dios, ámale con todo tu corazón, síguele, sólo en Él encontrarás todo lo que necesitas para ser verdaderamente feliz...
"prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en Él se refugian..." (Salmo 34:8).

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