“También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. ”
Lucas 15: 11-12
Todos tenemos al menos una necesidad que hemos puesto en manos de Dios, una petición especial que desearíamos ver cumplida hoy en día y no sabemos cuándo la veremos hecha realidad.
No ver cumplido el deseo de nuestro corazón no quiere decir que Dios lo olvide, lo ignore, o no lo tenga en "su lista de espera". Dios tiene ese plan perfecto trazado para nosotros con sus tiempos para cada acontecimiento.
En la parábola del hijo pródigo, vemos cómo el menor de los hijos pide a su padre la parte de bienes que le corresponde, pero la pregunta es ¿para qué quería ya la parte de sus bienes?, su padre todavía tenía vida, él vivía en su casa,... no tenía necesidad de pedir su parte de la herencia, no era momento todavía de disfrutar de ella, pero él deseaba hacerlo ya, así que: “No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente”. Lucas 15:13. El hijo pródigo quiso su herencia y disfrutar gastando sus bienes antes de tiempo. No era el momento ni la forma de hacerlo, pero esa decisión precipitada tuvo consecuencias: malgastó todo, se quedó sin nada y tuvo que volver a su padre con las manos vacías.
Realizar una petición delante de Dios es de lo mejor que podemos hacer, porque sabemos con seguridad que en Su tiempo será cumplida, pero querer adelantarnos a su provisión puede tener serias consecuencias. Cualquier área de tu vida que necesite de una respuesta y estés esperando en Él, desesperado por obtenerla, va a producir algo, el fruto de la paciencia; sin embargo, una precipitada decisión por querer hacer tú las cosas para que no se retarden, o sea, querer darle una “ayudadita” a Dios, no es buena idea; podemos terminar estorbando sus planes por querer vivir las cosas sin dejar que Él tome su tiempo.
Es difícil esperar, ¡claro que lo es!, duele hacerlo, ¡duele en verdad!, pero duele aún más sufrir las consecuencias de haber tomado una decisión desesperada, errónea por las prisas. Y no es que estemos por ahí sin hacer nada, esperando que todo caiga del cielo como el maná en el desierto, se trata de trabajar la tierra como el hermano del hijo pródigo, para disfrutar de lo nuestro en el tiempo correcto.
La respuesta para el hermano del hijo pródigo fue: “…Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas” Lucas 15:31; cómo una respuesta tan sencilla fue suficiente para comprender, que mientras Él estuviera cerca de su padre lo tenía todo. Esto es precisamente lo que necesitamos, sólo permanecer cerca de Dios y esperar a que nos bendiga, porque aunque por momentos parece que se haya olvidado, la verdad es que siempre está haciendo algo por nosotros.
No te adelantes a los planes que Dios tiene para tu vida, Él conoce mejor que nadie tus necesidades y nunca actúa con tardanza, sólo confía, espera, demuéstrale a Dios que eres consciente de que Él sabe lo que hace, cómo y cuándo, y mientras lo hace, desarrolla paciencia, dominio, fidelidad, fe, las cosas que haya que hacer,... entonces tu bendición llegará como una merecida recompensa.
“Espera en Jehová, y guarda su camino, y Él te exaltará para heredar la tierra; Cuando sean destruidos los pecadores, lo verás.”
Salmos 37:34
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