jueves, 3 de octubre de 2013

Galardón - Devocional

En Noviembre de 1979 unos estudiantes iraníes tomaron la embajada de Estados Unidos en Teherán, llevándose a 52 personas como rehenes.
Aunque el gobierno norteamericano mantuvo en secreto todo lo sucedido, el servicio secreto trabajaba en un plan para liberar a sus compatriotas. Después de algunos días, tomaron la decisión de viajar a Teherán, haciéndose pasar por cineastas.
Comenzaron la operación de rescate aprovechando la revuelta social que había, procurando acercarse lentamente a la embajada para rescatar a los rehenes, con sumo cuidado.
awardGrande fue la alegría de todos los que fueron rescatados, y más cuando veían desde el avión, cómo se alejaban del lugar que había convertido sus últimos días en una verdadera pesadilla.
Cuando llegaron a suelo americano, el presidente condecoró en secreto al agente que había diseñado el plan de rescate. Pero la medalla quedó en poder de la presidencia y no del condecorado, pues se trataba de un acto secreto. Esto fue así, hasta que en 1997 decidieron dar a conocer la operación y por ende, entregar la medalla al que legítimamente se la había ganado unos cuantos años atrás.
Esta historia sirve de comparación a que todo lo que hacemos en nuestra vida, nuestros actos, nuestras decisiones, siempre tendrán consecuencias, sean para bien o para mal. Sin embargo, a veces pasan años sin poder experimentarlas, pero la larga espera no debe hacernos pensar que no llegarán.
La prueba está en la Biblia: Hebreos 6:10 “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún”.
A veces pensamos que las cosas que hacemos nadie las ve o que quedan en el anonimato. Algunos hacen grandes obras de bien, pero no permiten que se dé publicidad a sus nombres. Otros llevan el mensaje de Dios a las cárceles y hospitales, sin lograr que nadie preste demasiada atención a su trabajo. Y otros, desde la soledad de una habitación, interceden por las necesidades de su prójimo, hacen el bien en secreto sin jactarse de sus propias acciones y sin lograr el reconocimiento público.
Pero Dios todo lo ve y está guardando un galardón para aquellos que perseveran hasta el final guardando sus mandamientos.
Jeremías 32:18-19 “…Dios grande, poderoso, Jehová de los ejércitos es su nombre; grande en consejo, y magnífico en hechos; porque tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus obras”.
Nada quedará para siempre en el anonimato. Un galardón mucho más grande, precioso y eterno espera a los fieles, cuando Dios recoja a su pueblo y sean publicados los “expedientes secretos” para otorgar a cada uno el pago que merece según sus obras.
Apocalipsis 22:12 “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”
Sin ningún atisbo de duda, las acciones de hoy siembran la semilla de un fruto que segaremos mañana.

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