Cuando finalmente me llegó el turno, me metí dentro del túnel lo más rápidamente que pude, pero las manos de mi padre me agarraron por los tobillos inmediatamente. Seguí haciendo la mayor fuerza posible para avanzar dentro del túnel, enojada porque mi padre me agarraba por los tobillos; cuando, de pronto, ya no pude moverme más y todo se volvió negro. No podía respirar, algo muy pesado me empujó contra el suelo: el túnel se había derrumbado, y yo estaba enterrada viva bajo una montaña de arena.
Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
miércoles, 31 de mayo de 2017
Un túnel en la arena
«Si el Señor no me hubiera ayudado, yo estaría ya en el silencio de la muerte. Cuando alguna vez dije: ”Mis pies resbalan”, tu amor, Señor, vino en mi ayuda» (Salmo 94: 17-18).
Estábamos de campamento con los Conquistadores en la playa, y el plan para la tarde era cavar un túnel en las dunas. Justo cuando comenzamos nuestra obra maestra, antes de mi turno, mi padre puso esta regla absurda: «Tienen que dejar siempre los pies afuera, que se vean». Todo el mundo parecía molesto, porque ¡vaya con la regla de mi padre! No se puede cavar muy hondo si los pies tienen que verse. Convencida de que la idea era absurda y ridícula, me quedé mirando, esperando mi turno.
La Práctica de la Presencia de Dios (2)
Hace más de 300 años, en un monasterio de Francia, un hombre descubrió el secreto para vivir una vida de gozo.
A la edad de dieciocho años, Nicolás Herman vislumbró el poder y la providencia de Dios por medio de una simple lección que recibió de la naturaleza. Pasó los siguientes dieciocho años en el ejército y en el servicio público. Finalmente, experimentando la “turbación de espíritu” que con frecuencia se produce en la mediana edad, entró en un monasterio, donde llegó a ser el cocinero y el fabricante de sandalias para su comunidad. Pero lo más importante, comenzó allí un viaje de 30 años que le llevó a descubrir una manera simple de vivir gozosamente. En tiempos tan difíciles como aquellos, Nicolás Herman, conocido como el Hermano Lorenzo, descubrió y puso en práctica una manera pura y simple de andar continuamente en la presencia de Dios.
El Hermano Lorenzo era un hombre gentil y de un espíritu alegre; rehuía ser el centro de atención, sabiendo que los entretenimientos externos “estropean todo”. Después de su muerte fueron recopiladas unas pocas de sus cartas. Fray José de Beaufort, representante del arzobispado local, ajuntó estas cartas con los recuerdos que tenía de cuatro conversaciones que sostuvo con el Hermano Lorenzo, y publicó un pequeño libro titulado La Práctica de la Presencia de Dios.
En este libro, el Hermano Lorenzo explica, de forma simple y bella, cómo caminar continuamente con Dios, con una actitud que no nace de la cabeza sino del corazón. El Hermano Lorenzo nos legó una manera de vivir que está a disposición de todos los que buscan conocer la paz y la presencia de Dios, de modo que cualquiera, independientemente de su edad o de las circunstancias por las que atraviesa, pueda practicarla en cualquier lugar y en cualquier momento.
Una de las cosas hermosas con respecto a La Práctica de la Presencia de Dios es que se trata de un método completo.
En cuatro conversaciones y quince cartas, muchas de las cuales fueron escritas a una monja amiga del Hermano Lorenzo, encontramos una manera directa de vivir en la presencia de Dios, que hoy, trescientos años después, sigue siendo práctica.
A la edad de dieciocho años, Nicolás Herman vislumbró el poder y la providencia de Dios por medio de una simple lección que recibió de la naturaleza. Pasó los siguientes dieciocho años en el ejército y en el servicio público. Finalmente, experimentando la “turbación de espíritu” que con frecuencia se produce en la mediana edad, entró en un monasterio, donde llegó a ser el cocinero y el fabricante de sandalias para su comunidad. Pero lo más importante, comenzó allí un viaje de 30 años que le llevó a descubrir una manera simple de vivir gozosamente. En tiempos tan difíciles como aquellos, Nicolás Herman, conocido como el Hermano Lorenzo, descubrió y puso en práctica una manera pura y simple de andar continuamente en la presencia de Dios.
En este libro, el Hermano Lorenzo explica, de forma simple y bella, cómo caminar continuamente con Dios, con una actitud que no nace de la cabeza sino del corazón. El Hermano Lorenzo nos legó una manera de vivir que está a disposición de todos los que buscan conocer la paz y la presencia de Dios, de modo que cualquiera, independientemente de su edad o de las circunstancias por las que atraviesa, pueda practicarla en cualquier lugar y en cualquier momento.
Una de las cosas hermosas con respecto a La Práctica de la Presencia de Dios es que se trata de un método completo.
En cuatro conversaciones y quince cartas, muchas de las cuales fueron escritas a una monja amiga del Hermano Lorenzo, encontramos una manera directa de vivir en la presencia de Dios, que hoy, trescientos años después, sigue siendo práctica.
Ni un solo gorrión
Estimada
es a los ojos del Señor la muerte de sus santos (Salmo
116:15).
Mi madre, tan digna y correcta toda su vida, estaba
ahora en la cama de un geriátrico, cautiva de la ancianidad debilitante. Su
estado en deterioro contrastaba con el hermoso día primaveral que se veía tentador al otro lado de la ventana.
Por más que nos preparemos emocionalmente, nunca
estamos verdaderamente listos para la sombría realidad del adiós. ¡Qué humillante que es la
muerte!, pensé.
Desvié la mirada al comedero para aves de fuera de la
ventana. Un pinzón se acercó a comer unas semillas. Al instante, me vino a la
mente un pasaje: «ni un solo gorrión cae a tierra sin que el Padre lo
sepa» (Mateo 10:29 NTV). Jesús les dijo esto a sus discípulos, al enviarlos a
una misión en Judea, pero el mensaje sigue siendo válido. «Más valéis vosotros
que muchos pajarillos», les aseguró (verso 31).
Mi mamá se despertó y abrió los ojos. Volviendo a su
infancia, usó un afectuoso término holandés y declaró:
«¡Muti se murió!».
«Sí, respondió mi esposa. Ahora, está con Jesús».
Dubitativa, mamá siguió. «¿Y Joyce y Jim?», preguntó respecto a sus hermanos.
«También están con Jesús, dijo mi esposa. ¡Pero pronto estaremos con
ellos!».
«Es difícil esperar», susurró mamá.
Padre
celestial, esta vida es muy difícil y dolorosa. ¡Pero Tú prometes que
nunca nos dejarás ni nos abandonarás!
La muerte es
la última sombra antes del amanecer celestial.
En Cristo Tienes Identidad
Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres. (2 Corintios 3:2).
En la actualidad vemos como la sociedad influye en las vidas de las personas en gran manera, desde la alimentación y las modas, hasta las creencias e ideologías. Es cierto que cada persona es diferente, pero con el pasar de los tiempos y el desarrollo de cada persona, va adquiriendo nuevos conocimientos, se va integrando a nuevos grupos y adopta nuevas conductas; incluso a veces la influencia social bombardea a los hijos de Dios y tiende a camuflarse en la Iglesia.
Además, ahora es difícil distinguir entre quién es cristiano y quién no, por eso debemos tener cuidado y poner atención, pues están viendo los niños y jóvenes, en qué modas están usando y con qué amistades se relacionan. No se trata de que no se relacionen con in-conversos, sino que estas amistades no corrompan las buenas costumbres, como lo dice la misma Biblia.
martes, 30 de mayo de 2017
La Práctica de la Presencia de Dios (1)
Hace más de 300 años, en un monasterio de Francia, un hombre descubrió el secreto para vivir una vida de gozo.
A la edad de dieciocho años, Nicolás Herman vislumbró el poder y la providencia de Dios por medio de una simple lección que recibió de la naturaleza. Pasó los siguientes dieciocho años en el ejército y en el servicio público. Finalmente, experimentando la “turbación de espíritu” que con frecuencia se produce en la mediana edad, entró en un monasterio, donde llegó a ser el cocinero y el fabricante de sandalias para su comunidad. Pero lo más importante, comenzó allí un viaje de 30 años que le llevó a descubrir una manera simple de vivir gozosamente. En tiempos tan difíciles como aquellos, Nicolás Herman, conocido como el Hermano Lorenzo, descubrió y puso en práctica una manera pura y simple de andar continuamente en la presencia de Dios.

El Hermano Lorenzo era un hombre gentil y de un espíritu alegre; rehuía ser el centro de atención, sabiendo que los entretenimientos externos “estropean todo”. Después de su muerte fueron recopiladas unas pocas de sus cartas. Fray José de Beaufort, representante del arzobispado local, ajuntó estas cartas con los recuerdos que tenía de cuatro conversaciones que sostuvo con el Hermano Lorenzo, y publicó un pequeño libro titulado La Práctica de la Presencia de Dios.
En este libro, el Hermano Lorenzo explica, de forma simple y bella, cómo caminar continuamente con Dios, con una actitud que no nace de la cabeza sino del corazón. El Hermano Lorenzo nos legó una manera de vivir que está a disposición de todos los que buscan conocer la paz y la presencia de Dios, de modo que cualquiera, independientemente de su edad o de las circunstancias por las que atraviesa, pueda practicarla en cualquier lugar y en cualquier momento.
Una de las cosas hermosas con respecto a La Práctica de la Presencia de Dios es que se trata de un método completo.
En cuatro conversaciones y quince cartas, muchas de las cuales fueron escritas a una monja amiga del Hermano Lorenzo, encontramos una manera directa de vivir en la presencia de Dios, que hoy, trescientos años después, sigue siendo práctica.
A la edad de dieciocho años, Nicolás Herman vislumbró el poder y la providencia de Dios por medio de una simple lección que recibió de la naturaleza. Pasó los siguientes dieciocho años en el ejército y en el servicio público. Finalmente, experimentando la “turbación de espíritu” que con frecuencia se produce en la mediana edad, entró en un monasterio, donde llegó a ser el cocinero y el fabricante de sandalias para su comunidad. Pero lo más importante, comenzó allí un viaje de 30 años que le llevó a descubrir una manera simple de vivir gozosamente. En tiempos tan difíciles como aquellos, Nicolás Herman, conocido como el Hermano Lorenzo, descubrió y puso en práctica una manera pura y simple de andar continuamente en la presencia de Dios.

El Hermano Lorenzo era un hombre gentil y de un espíritu alegre; rehuía ser el centro de atención, sabiendo que los entretenimientos externos “estropean todo”. Después de su muerte fueron recopiladas unas pocas de sus cartas. Fray José de Beaufort, representante del arzobispado local, ajuntó estas cartas con los recuerdos que tenía de cuatro conversaciones que sostuvo con el Hermano Lorenzo, y publicó un pequeño libro titulado La Práctica de la Presencia de Dios.
En este libro, el Hermano Lorenzo explica, de forma simple y bella, cómo caminar continuamente con Dios, con una actitud que no nace de la cabeza sino del corazón. El Hermano Lorenzo nos legó una manera de vivir que está a disposición de todos los que buscan conocer la paz y la presencia de Dios, de modo que cualquiera, independientemente de su edad o de las circunstancias por las que atraviesa, pueda practicarla en cualquier lugar y en cualquier momento.
Una de las cosas hermosas con respecto a La Práctica de la Presencia de Dios es que se trata de un método completo.
En cuatro conversaciones y quince cartas, muchas de las cuales fueron escritas a una monja amiga del Hermano Lorenzo, encontramos una manera directa de vivir en la presencia de Dios, que hoy, trescientos años después, sigue siendo práctica.
¿Cuál es el significado y la importancia de la ascensión de Jesucristo?
Cuarenta días después de la resurrección, Jesús y sus discípulos fueron al Monte de los Olivos, cerca de Jerusalén. Allí, Jesús les prometió a sus seguidores que pronto recibirían el Espíritu Santo, y les indicó que permanecieran en Jerusalén hasta que el Espíritu hubiera venido. Después, Jesús los bendijo y mientras les daba la bendición, comenzó a ascender al cielo. El relato de la ascensión de Jesús se encuentra en Lucas 24:50-51 y Hechos 1:9-11.
En la Escritura se expone claramente que la ascensión de Jesús fue literal, regresando corporalmente al cielo. Él se levantó gradual y visiblemente de la tierra, siendo observado por muchos atentos espectadores. Mientras los discípulos se esforzaban por echar una última mirada a Jesús, una nube lo ocultó de sus ojos, y aparecieron dos ángeles que les prometieron que Cristo regresaría “…tal como le habéis visto ir al cielo.” (Hechos 1:10-11).
Disfuncional
Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Romanos 3:23
La palabra disfuncional suele usarse para describir a personas, familias, relaciones, organizaciones, e incluso gobiernos. Mientras que
funcional significa algo que funciona como es debido, disfuncional es lo
opuesto: algo roto, que no se desempeña bien.
La buena noticia es que somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados (versos 24-25). Cuando invitamos a Cristo a nuestra vida y
aceptamos su perdón, Él comienza a transformarnos. No nos volvemos perfectos de
inmediato, pero ya no tenemos por qué seguir en un estado roto y
disfuncional.
A través del Espíritu Santo, recibimos fuerza a
diario para honrar a Dios con lo que decimos y hacemos, y para despojarnos «del viejo hombre, que está corrompido por los deseos engañosos, renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.»
(Efesios 4:22-24).
Señor,
acudimos a ti en busca de restauración y fuerzas.
Acercarnos a
Cristo nos ayuda a vivir de acuerdo a su diseño original.
lunes, 29 de mayo de 2017
El poder de lo pequeño
Generalmente me levanto de la cama antes que las aves y observo la luz del sol inundar mi oficina cada mañana.
Verán, ¡me enloquece esta hora del día! Pero lo que no me gusta es ser despertado bruscamente de un sueño profundo antes de mi tiempo habitual de levantarme.
algún tipo de esteroides.
Pero esta astuta criatura nunca se dejó ver. Aprecio la naturaleza tanto como cualquiera, ¡pero este gran ruido a estas horas de la mañana no es música a mis oídos! En un momento de agitación en que mi emplumado adversario me colocó, pensé en ubicar a un “deportista” en el vecindario que se encargase de él, pero aquello fue tan solo un anhelo fantasioso. Además, no creo en el “deporte de la cacería”.
En este tiempo, sin embargo, ya me he acostumbrado bastante a mi alarma residente en un árbol, y al mirar el lado positivo de esta situación, hasta podría agradecerle por la hora adicional de trabajo que he podido invertir cada día.
¡Huye!, no seas esclavo de la lascivia
Mi querido Timoteo:
Estaba un día mirando a través de la ventana de mi casa y vi algo que me llamó la atención. Eran unos jóvenes que parecían no tener sentido común, como si nada les importase. Por cierto, uno de ellos parecía estar totalmente falto de juicio; lo vi cruzar la calle, llegar a una esquina y encaminarse hacia la casa de una mujer. El día llegaba a su fin, y las sombras de la noche avanzaban. Este engaño ha llevado a muchos hombres, desgraciadamente, a la destrucción total de su persona, su familia, su ministerio y todo su futuro.
Con sus palabras seductoras lo convenció, y con halagos, mimos y abrazos lo sedujo. Él en seguida la siguió, yendo tras ella como buey que va camino al matadero, como ciervo que cae en la trampa, como ave que se lanza contra la red.»
Esta historia, mi querido Timoteo, es una paráfrasis de la sabiduría de Salomón que se encuentra en Proverbios, capítulo siete. La traigo a colación porque quiero tocar el tema que esta alegoría de Salomón presenta: advertir de uno de los peligros más perversos, una de las artimañas más sutiles, uno de los engaños más perspicaces de Satanás.
¿En qué consiste este engaño? En una sola palabra: lujuria. Es decir, la tentación de la naturaleza pecaminosa del hombre.
Las tentaciones que incitan, y a veces conquistan, al siervo de Dios, son múltiples: el poder, la posición, el dinero, el orgullo, pero hay una tentación que es quizá la más intensa de todas: la lascivia, el apetito carnal insaciable. Una de las maneras como esta tentación se expresa es por la pornografía. El vocablo viene de la palabra griega "porne", que significa «prostituta».
La adicción a la pornografía ha llegado al culmen de cautivar a millones de hombres en todo el mundo. En 1998 los adictos a la pornografía gastaron novecientos setenta millones de dólares viendo escenas pornográficas en la red electrónica mundial, y quienes han hecho estudios del avance de esta práctica calculan que para el año 2003 la cifra ascenderá a más de tres mil millones de dólares.
En una encuesta realizada por la organización "Cumplidores de Promesas", un sesenta y cinco por ciento de sus adherentes confesaron haber sido adictos a la pornografía, y en otra encuesta entre pastores y líderes laico-cristianos realizada por "Leadership Magazine" (revista sobre el liderazgo), salió a la luz que un sesenta y dos por ciento confesaron haber estado involucrados en la pornografía. Se calcula que uno de cada cinco líderes cristianos es adicto a la pornografía, lo cual nos obliga a preguntarnos: ¿Cómo es posible que este elevado número de personas, que se identifican como creyentes en Cristo y, aun más, como líderes dentro de la iglesia, estén envueltos en algo tan inmundo, impúdico, corrompido y destructivo?
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