Cuando finalmente me llegó el turno, me metí dentro del túnel lo más rápidamente que pude, pero las manos de mi padre me agarraron por los tobillos inmediatamente. Seguí haciendo la mayor fuerza posible para avanzar dentro del túnel, enojada porque mi padre me agarraba por los tobillos; cuando, de pronto, ya no pude moverme más y todo se volvió negro. No podía respirar, algo muy pesado me empujó contra el suelo: el túnel se había derrumbado, y yo estaba enterrada viva bajo una montaña de arena.
Durante un momento me sentí aterrorizada pensando que iba a morir, pero entonces sentí las manos de mi padre agarrándome con firmeza. Tiró fuertemente de mí dos veces y por fin fui libre. Tosiendo para recuperar el aliento y expulsar la arena, me dejé caer en los brazos de mi padre. Todo el mundo se abalanzó a nuestro alrededor, preguntándome si había tenido miedo a morir. Cada vez que mi padre cuenta esta historia, recuerda que yo dije: «Cuando sentí las manos de mi padre, dejé de tener miedo porque sabía que me salvaría».A veces la vida cava túneles alrededor de nosotros; y a veces somos aplastados por cargas enormes de dolor y sufrimiento, y no sabemos por qué tenemos que pasar por ciertas pruebas. Pero sí sabemos una cosa: cuando todo se derrumbe a tu alrededor, una manos te sujetarán. Dios tirará de ti y te liberará, de un modo u otro. Esto lo dice el Salmo 94, donde el autor admite que sin la ayuda de Dios ya estaría muerto. Cuando sus pies resbalaron, el Señor acudió en su ayuda.
El amor de Dios todavía acude en tu ayuda y es lo suficientemente fuerte como para librarte de cualquier peso que pueda estar aplastándote.
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