
Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
sábado, 27 de febrero de 2016
La práctica de la presencia de Dios (3)
3ª conversación que mantuvo Nicolás Hermann, el Padre Lorenzo, con Fray José de Beaufort.
El Hermano Lorenzo me dijo que el fundamento de su vida espiritual había sido la adquisición por fe de un elevado concepto y valoración de Dios; y una vez que lo hubo adquirido, ya no tuvo ningún otro cuidado sino el de rechazar fielmente todo otro pensamiento, para poder así hacer todo por amor a Dios. Que cuando no tenía ningún pensamiento acerca de Dios por un cierto tiempo, no se inquietaba, porque después de haber reconocido delante de Dios este lamentable hecho, volvía a Él con una confianza mucho mayor. Dijo que la confianza que ponemos en Dios honra al Señor enormemente, y hace descender sobre uno, grandes gracias.

viernes, 26 de febrero de 2016
Aclamad al Señor
La tierra está llena de la misericordia del Señor;
por Su Palabra fueron hechos
los cielos y las aguas del mar.
Oh, aclamad al Señor con los instrumentos
aclamad al Señor con júbilo;
aclamad al Señor con los instrumentos,
cantadle un cántico nuevo.
Este cántico, cuya letra y música fueron compuestas por Lori Black Mathis, está basado en el libro de los salmos (47, 150, etc.). Seguro que donde vives hay un sitio no solamente bello sino único; el Señor no se esmeró más en unos lugares que en otros. El Señor habló y se hizo; a veces nos cuesta entender esto pero cuando vemos los milagros de Jesús, que hizo muchas veces solamente hablando, nos damos cuenta que el Génesis además de cierto, reafirma nuestra fe. Dios habló y se hizo, así de sencillo, así de fascinante, así de inconcebible bajo nuestra razón, pero así de cierto. Y cuando uno se detiene y ve esa majestuosidad de obra de Dios, cuando uno contempla cómo ha cambiado la vida de aquellos que lo buscamos, no tiene por menos que aclamar con júbilo Su nombre. Y lo aclamamos con instrumentos musicales, lo aclamamos con nuestra vida, lo aclamamos y lo buscamos cada amanecer para que nos guíe durante la jornada, y para darle las gracias porque podemos comenzar la jornada con Él.
El ladrón arrepentido
Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Lucas 23:43
Jesús fue crucificado en medio de dos ladrones. “Uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:39;42).
Los doce Apóstoles
Un personaje inglés, llamado Oliverio Cromwell, descendiente de una familia de terratenientes, nació en Huntingdon, un pueblo al este de Inglaterra, el 27 de abril de 1599.
Se educó en un ambiente cristiano y protestante, teniendo una inquebrantable fe y un profundo conocimiento de la Biblia. Ostentaba el cargo de Lord Protector sobre Inglaterra, Escocia e Irlanda.
Se cuenta que en cierta oportunidad entró en la hermosa catedral de Westminster, en Londres, y viendo un grupo de estatuas de plata de los doce apóstoles, preguntó:
-¿Quiénes son éstos?, y alguien le contestó:
-Estos son los doce apóstoles. Entonces el Lord Protector dijo:
-Bájenlos de allí para que anden por el mundo haciendo bienes como su Maestro. En seguida las estatuas fueron fundidas para convertirlas en monedas.
Se cuenta que en cierta oportunidad entró en la hermosa catedral de Westminster, en Londres, y viendo un grupo de estatuas de plata de los doce apóstoles, preguntó:
-¿Quiénes son éstos?, y alguien le contestó:
-Estos son los doce apóstoles. Entonces el Lord Protector dijo:
-Bájenlos de allí para que anden por el mundo haciendo bienes como su Maestro. En seguida las estatuas fueron fundidas para convertirlas en monedas.
La práctica de la presencia de Dios (2)
2ª conversación que mantuvo Nicolás Hermann, el Padre Lorenzo, con Fray José de Beaufort.
El Hermano Lorenzo me dijo que él siempre había sido gobernado por el amor, sin ninguna actitud egoísta. Y desde que resolvió hacer del amor de Dios el fin de todas sus acciones, había encontrado razones para estar muy satisfecho con su método. También estaba contento cuando podía levantar una pajita del suelo por amor a Dios, buscándole solo a Él, y nada más que a Él, ni siquiera buscando sus favores.

Durante mucho tiempo había estado afligido mentalmente por creer que sería condenado. Ni todos los hombres del mundo podrían haberlo persuadido de lo contrario. Finalmente razonó consigo mismo de esta manera: Yo no me involucré en la vida religiosa excepto por amor a Dios, y me he esforzado para hacer solo para Él todo lo que hago. Sea lo que sea de mí, esté perdido o salvado, siempre seguiré obrando puramente por amor a Dios. Por lo menos tendré este bien, que hasta la muerte habré hecho todo lo posible para amarlo. Durante cuatro años había estado con esta angustia mental, y durante ese tiempo había sufrido mucho. Sin embargo, desde aquel tiempo había vivido en una libertad perfecta y una continua alegría. Puso sus pecados delante de Dios, tal como eran, para decirle que no merecía sus favores, pero sabía que Dios continuaría otorgándoselos abundantemente.
El Hermano Lorenzo dijo que a fin de tomar el hábito de conversar con Dios continuamente y de mencionarle todo lo que hacemos, al principio debemos dedicarnos a Él con cierto esfuerzo; pero que después de ocuparnos un poco de eso deberíamos encontrar que su amor nos mueve a hacerlo internamente sin ninguna dificultad. Él esperaba que después de los días agradables que Dios le había concedido, tendría un tiempo de dolor y sufrimiento. Aunque él no estaba inquieto por esto, porque sabía muy bien que no podía hacer nada por sí mismo. Dios no fallaría en darle la fuerza para soportarlos.
Cuando se le presentaba la ocasión de practicar alguna obra bondadosa, se dirigía a Dios, diciendo: “Señor, no puedo hacer esto a menos que me capacites”. Y entonces recibía fuerzas más que suficientes. Cuando había fallado en su deber, confesaba su falta diciéndole a Dios: “Jamás podría obrar de otra manera si me dejaras librado a mis propias fuerzas. Eres Tú quien debe impedir mi caída, y arreglar lo que está mal”. Después de la confesión, ya no sentía ninguna inquietud acerca de lo hecho.
El Hermano Lorenzo decía que, con respecto a Dios, debemos obrar con la más grande de las simplicidades,
hablando con Él franca y claramente, e implorando su ayuda en todos nuestros asuntos. Dios nunca había fallado en concederle su ayuda, y el Hermano Lorenzo lo había experimentado frecuentemente. Me contó que recientemente había sido enviado a Burgundia, para comprar la provisión de vino para la sociedad. Esta tarea le resultaba muy poco grata porque no tenía ninguna inclinación para los negocios, y porque era cojo y no podía ocuparse de su trabajo en el barco sino rodando sobre los toneles. Sin embargo, se entregó a esta tarea y a la compra del vino sin ningún descontento. Le dijo a Dios que se ocupó de este negocio, y que lo hizo muy bien. Mencionó que el año anterior había sido enviado a Auvergne con la misma comisión y, aunque no podía decir cómo, todo había resultado muy bien. De la misma manera cumplía con su trabajo en la cocina (al cual
por naturaleza tenía una gran aversión), donde se había acostumbrado a hacer todo por amor a Dios. Durante los quince años que había estado trabajando en la cocina, todo le había resultado fácil porque lo hacía con oración y movido por la gracia de Dios. Estaba muy feliz con el puesto que ocupaba ahora, pero que estaba listo a volver a lo anterior, debido a que siempre estaba agradando a Dios en cualquier condición, haciendo las cosas pequeñas por amor a Él.
El Hermano Lorenzo me dijo que él siempre había sido gobernado por el amor, sin ninguna actitud egoísta. Y desde que resolvió hacer del amor de Dios el fin de todas sus acciones, había encontrado razones para estar muy satisfecho con su método. También estaba contento cuando podía levantar una pajita del suelo por amor a Dios, buscándole solo a Él, y nada más que a Él, ni siquiera buscando sus favores.
Durante mucho tiempo había estado afligido mentalmente por creer que sería condenado. Ni todos los hombres del mundo podrían haberlo persuadido de lo contrario. Finalmente razonó consigo mismo de esta manera: Yo no me involucré en la vida religiosa excepto por amor a Dios, y me he esforzado para hacer solo para Él todo lo que hago. Sea lo que sea de mí, esté perdido o salvado, siempre seguiré obrando puramente por amor a Dios. Por lo menos tendré este bien, que hasta la muerte habré hecho todo lo posible para amarlo. Durante cuatro años había estado con esta angustia mental, y durante ese tiempo había sufrido mucho. Sin embargo, desde aquel tiempo había vivido en una libertad perfecta y una continua alegría. Puso sus pecados delante de Dios, tal como eran, para decirle que no merecía sus favores, pero sabía que Dios continuaría otorgándoselos abundantemente.
El Hermano Lorenzo dijo que a fin de tomar el hábito de conversar con Dios continuamente y de mencionarle todo lo que hacemos, al principio debemos dedicarnos a Él con cierto esfuerzo; pero que después de ocuparnos un poco de eso deberíamos encontrar que su amor nos mueve a hacerlo internamente sin ninguna dificultad. Él esperaba que después de los días agradables que Dios le había concedido, tendría un tiempo de dolor y sufrimiento. Aunque él no estaba inquieto por esto, porque sabía muy bien que no podía hacer nada por sí mismo. Dios no fallaría en darle la fuerza para soportarlos.
Cuando se le presentaba la ocasión de practicar alguna obra bondadosa, se dirigía a Dios, diciendo: “Señor, no puedo hacer esto a menos que me capacites”. Y entonces recibía fuerzas más que suficientes. Cuando había fallado en su deber, confesaba su falta diciéndole a Dios: “Jamás podría obrar de otra manera si me dejaras librado a mis propias fuerzas. Eres Tú quien debe impedir mi caída, y arreglar lo que está mal”. Después de la confesión, ya no sentía ninguna inquietud acerca de lo hecho.
El Hermano Lorenzo decía que, con respecto a Dios, debemos obrar con la más grande de las simplicidades,
hablando con Él franca y claramente, e implorando su ayuda en todos nuestros asuntos. Dios nunca había fallado en concederle su ayuda, y el Hermano Lorenzo lo había experimentado frecuentemente. Me contó que recientemente había sido enviado a Burgundia, para comprar la provisión de vino para la sociedad. Esta tarea le resultaba muy poco grata porque no tenía ninguna inclinación para los negocios, y porque era cojo y no podía ocuparse de su trabajo en el barco sino rodando sobre los toneles. Sin embargo, se entregó a esta tarea y a la compra del vino sin ningún descontento. Le dijo a Dios que se ocupó de este negocio, y que lo hizo muy bien. Mencionó que el año anterior había sido enviado a Auvergne con la misma comisión y, aunque no podía decir cómo, todo había resultado muy bien. De la misma manera cumplía con su trabajo en la cocina (al cual
por naturaleza tenía una gran aversión), donde se había acostumbrado a hacer todo por amor a Dios. Durante los quince años que había estado trabajando en la cocina, todo le había resultado fácil porque lo hacía con oración y movido por la gracia de Dios. Estaba muy feliz con el puesto que ocupaba ahora, pero que estaba listo a volver a lo anterior, debido a que siempre estaba agradando a Dios en cualquier condición, haciendo las cosas pequeñas por amor a Él.
jueves, 25 de febrero de 2016
¿Por qué Dios requiere fe?

Nuestra relación con Dios es similar a nuestra relación con otros en que todas las relaciones requieren fe. Nunca podremos conocer completamente a ninguna otra persona. No podemos experimentar todo lo que ellos experimentan, ni entrar en sus mentes para conocer lo que son sus pensamientos y emociones. Proverbios 14:10 dice, “El corazón conoce la amargura de su alma; y ningún extraño se entremeterá en su gloria.” Incluso somos incapaces de conocer totalmente nuestros propios corazones. Jeremías 17:9 dice que, “Engañoso es el corazón más que todas las cosas y perverso; ¿quién lo conocerá?” En otras palabras, el corazón humano es tal, que busca esconder lo profundo de su maldad engañando hasta a su dueño. Hacemos esto al echarles la culpa a otros, al justificar nuestra mala conducta, al minimizar nuestros pecados, etc. Y dado que somos incapaces de conocer plenamente a los demás, la fe es un ingrediente integral en todas las relaciones. Por ejemplo, una esposa se sube a un coche conducido por su esposo, confiando en que él conducirá con precaución, aunque a menudo él conduce más rápido de lo que ella lo haría por las carreteras en invierno. Ella confía en que él actúe de acuerdo a las circunstancias de todo momento por el bien de ambos. Todos nosotros compartimos información acerca de nosotros mismos con los demás, confiando en que ellos no nos traicionarán con esa información. Conducimos por la calle, confiando en que aquellos que conducen a nuestro alrededor sigan las reglas de tráfico. Así que, ya sea con extraños o con amigos íntimos y compañeros, debido a que no podemos conocer por completo a los demás, la confianza es siempre un componente necesario en nuestras relaciones.
Entonces, si no podemos conocer plenamente a nuestros finitos compañeros humanos, ¿cómo esperamos conocer plenamente a un Dios infinito? Aún si Él decidiera revelarse a Sí mismo totalmente, es imposible para nosotros conocerlo plenamente. Sería como tratar de vaciar el océano (igualmente infinito en volumen) en un frasco de un cuarto de litro (finito)… ¡imposible! No obstante, igual que podemos tener relaciones significativas con otros, que han acrecentado nuestra confianza por lo que conocemos de ellos y su carácter, así Dios ha revelado lo suficiente acerca de Él mismo a través de Su creación (Romanos 1:18-21), a través de Su Palabra escrita, la Biblia, (2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:16-21), y a través de Su Hijo, Jesucristo (Juan 14:9), para que podamos entrar en una significativa relación con Él. Pero esto solo es posible cuando la barrera de nuestro pecado ha sido quitada, al confiar en la persona y obra de Cristo en la cruz como el pago por nuestros pecados. Esto es necesario porque, así como es imposible que la luz y las tinieblas coexistan juntas, es igualmente imposible que un Dios santo tenga relación con un hombre pecador, a menos que su pecado haya sido pagado y quitado. Jesucristo, el Hijo de Dios, sin pecado, murió en la cruz para llevar nuestro castigo y cambiarnos, para que cualquiera que crea en Él pueda llegar a ser hijo de Dios y vivir eternamente en Su presencia (Juan 1:12; 2 Corintios 5:21; 2 Pedro 3:18 y Romanos 3:10-26).
El único Salvador es Jesucristo
Hace unos años descubrí el poder del único Salvador, Jesucristo. Después de tener una vida de desenfreno sufrí las consecuencias. Estando en plena oscuridad espiritual y acechado por malestares físicos y emocionales, busqué la salvación en muchos lugares pero no la encontré, hasta que llegué a los pies de Jesucristo. Él quebrantó el pesado yugo que me oprimía y restauró mi vida. No existe nadie más que tenga la autoridad de salvar almas y derrotar al diablo que Jesucristo. Solamente Él puede salvar. La Biblia declara lo siguiente:
De acuerdo a la Biblia, la palabra inspirada por DIOS, solamente existe un mediador y Salvador entre los hombres y DIOS, y es Jesucristo. Ni los santos, como deidades, ni otros dioses, y mucho menos familiares que han muerto, tienen autoridad para salvar. Esto es un engaño del enemigo. Y en la medida que más personas busquen la salvación en ello se perderán.
“¡En ningún otro hay salvación! Dios no ha dado ningún otro nombre bajo el cielo, mediante el cual podamos ser salvos” Hechos 4:12 (Nueva Traducción Viviente).
“Jesús le contestó: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí.” Juan 14:6 (Nueva Traducción Viviente).
Jesús llama a mi puerta
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Apocalipsis 3:20
Uno de nuestros amigos estaba cómodamente sentado en un avión, a punto de despegar de un pequeño aeropuerto. El personal de cabina acababa de cerrar la puerta y estaba ocupándose de los últimos preparativos. Fuera llovía a cántaros. De repente, nuestro amigo vio a un hombre vestido con impermeable que corría en dirección al avión y empezó a golpear con fuerza la puerta. Desde el interior la azafata intentó explicarle que era demasiado tarde. Pero el hombre golpeaba cada vez con más insistencia hasta que, al final, la azafata le abrió la puerta. Para gran sorpresa de todos, aquel hombre era el piloto.
Sobre el mal triunfó el Amor
No, no será Satanás quien al final se lleve la victoria.
No, no será el pecado, ni la muerte la triunfante…
No, no será el “maligno” quien se encargue de cerrar la historia,
dejando al ser humano lejos de Dios, y errante…
No, no será el pecado, ni la muerte la triunfante…
No, no será el “maligno” quien se encargue de cerrar la historia,
dejando al ser humano lejos de Dios, y errante…
Jesucristo, “eterno rey de gloria”,
te invita a arrepentirte, para cubrirte con su amor y perdonarte.
El tiempo del final está cercano…
Mas el Señor bendito te convida,
en el Apocalipsis, “a sus aguas de vida”.
te invita a arrepentirte, para cubrirte con su amor y perdonarte.
El tiempo del final está cercano…
Mas el Señor bendito te convida,
en el Apocalipsis, “a sus aguas de vida”.
Si crees en Jesucristo su hijo amado,
en su cielo, en su “casa”, bien cuidado,
ya lejos de muerte, de dolor y ruina… (Apocalipsis 21:4).
en su cielo, en su “casa”, bien cuidado,
ya lejos de muerte, de dolor y ruina… (Apocalipsis 21:4).
No, no será el triunfo del mal quien predomine
sobre esta infeliz humanidad esclavizada.
sobre esta infeliz humanidad esclavizada.
Tú no permitas que Satanás te alinee y te domine,
no permitas el vivir y el morir encadenado.
Puedes clamar a Jesús; que Él te redime
del juicio, de la condena y de las llamas.
no permitas el vivir y el morir encadenado.
Puedes clamar a Jesús; que Él te redime
del juicio, de la condena y de las llamas.
Somos “más que vencedores” porque somos del Señor,
que es “Señor de los señores”, que a Satanás derrotó…
Clavado en la cruz, en el Gólgota, dio el grito; “¡se consumó!”
“Sangre y agua de la roca” de su “costado brotó” (Juan 19:34).
Con esa sangre bendita, Cristo limpia al pecador (1ª Juan 1:7).
Satanás está vencido, sobre el mal triunfó el amor.
que es “Señor de los señores”, que a Satanás derrotó…
Clavado en la cruz, en el Gólgota, dio el grito; “¡se consumó!”
“Sangre y agua de la roca” de su “costado brotó” (Juan 19:34).
Con esa sangre bendita, Cristo limpia al pecador (1ª Juan 1:7).
Satanás está vencido, sobre el mal triunfó el amor.
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