En todas las esferas sociales, ya sea en la clase alta, media o baja, sea en el gran palacio o en una humilde choza, el problema es un huésped no deseado, pero aún así, no falta, y a decir verdad nunca falta a su “cita” con la humanidad; lo ha hecho desde el mismo momento de la creación, incluso antes, pues fue al mismo Dios a quien se le presentó el primer problema. ¿Cómo?, ¿que a Dios se le presentó un problema?
Sí, así es, pues uno de los seres creados, el de mayor confianza, se reveló contra Él y quiso ocupar su lugar, Isaías 14:13-14, pero Dios se enfrentó al problema y con su autoridad pudo solucionarlo, echando fuera a aquél primer rebelde Luz Bel, quitándole el deseo de ser igual o mejor que Él, demostrando que Dios es la solución a todo problema.
Así mismo, en este mundo en el taller de trabajo, en el colegio, en el deporte, etc., siempre habrá alguien que quiere ser mejor y más que los demás, y querrá ocupar el lugar del líder, o del capataz del trabajo, y ese es el problema. El problema de espíritu causa la muerte espiritual, y con ella se enfrenta el ser humano; este por lo general, sale derrotado por el mismo, y pierde su liderazgo pues no sabe cómo hacerle frente; si lo hace con violencia, hasta el puesto de trabajo pierde, o lo expulsan del colegio, o lo suspenden del equipo,... él no sabe que solo Dios es la solución a todo problema.
Esto también acontece en la iglesia del Señor Jesús, pues algunos de los creyentes que alcanzan cierto grado de conocimiento de las escrituras, ya se creen eruditos en ellas, y piensan en su corazón “yo sé más que el pastor que tenemos y puedo ser mejor que él”; y al igual que Luz Bel, hace “acuerdos” con otros “hermanitos" disconformes, para con la excusa del problema, matar espiritualmente y sacar al pastor de la iglesia. Pero el ministro, o ángel de Dios de la iglesia, revestido del poder de Dios y persona decidida, puede hacerle frente a ese problema y vencerlo pues está revestido con el poder de Dios, que es quien puede solucionar ese problema, Isaías 14:11 y 15– Ezequiel 28:16 al 19.