“Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos”.
(Lucas 22:31 – 32 NVI)
Somos esclavos de nuestros temores, nos pasamos la vida tratando de controlar las pruebas que hemos de atravesar. Interiormente tenemos un mar de sentimientos encontrados, lo que hemos soñado, aquello que en lo más profundo de nuestro corazón anhelamos, o eso que después de pedirle durante mucho tiempo a Dios que nos lo conceda, no lo recibimos.
Quizá usted sea una de esas mujeres decepcionadas del amor de su esposo, o simplemente sus deseos de alcanzar felicidad parecen lejanos e imposibles; o es un hombre cansado de la rutina de su hogar, que se siente desesperado por la cantaleta de su esposa y el agobio de los gastos que producen sus hijos, o que atraviesa desiertos por los cuales continúa caminando como si se encontrase en un laberinto sin salida; desiertos de desamor, desprecio, soledad, fracaso laboral, enfermedad, la pérdida de un ser querido... y ante este horizonte solo ve oscuridad.
Al primer tropiezo o dificultad nos derrumbamos, abandonamos la esperanza, caemos y nos dejamos desanimar, nuestra visión se nubla, y como un círculo vicioso vagamos en la vida repitiendo una y otra vez la historia. Nos preocupa y atormenta algo que aún no ocurre, nos ahogamos en nuestras preocupaciones, y acudimos a todo y a todos menos a Dios para darles solución.
Creemos que con nuestras fuerzas lo podemos todo, renegamos de Dios y nos alejamos totalmente de Él… pero nos equivocamos. Todo en nuestra vida tiene de nuevo sentido cuando decidimos confiar y creer en el poder restaurador de Aquél que en su voluntad espera lo mejor de nosotros.
No importa donde estés, procura no pasar desapercibida/o, da lo mejor para dejar una huella positiva en ese lugar. Nuestra determinación a hacer lo que le agrada a Dios en medio de cualquier situación es lo que nos da la victoria.
Mas con tus fuerzas no vas a lograr que esa situación que hoy atraviesas desaparezca; pero tener fe, creer que a Dios no le ha quedado grande tu vida, apostar a que su poder es mucho más grande que tus problemas, sí. Marcos 11: 22- 23 NVI.
Renunciar y no luchar no es la opción correcta, pero apropiarte de la fuerza que Dios te provee, perdonar y ser perdonado, consolar y ser consolado, sí.
Entender que nuestro paso por esta tierra es temporal, y que si queremos que nuestra morada final sea la que Cristo está preparando para nosotros, busquemos el tiempo suficiente para dejar afuera todo aquello que va en contra del propósito de Dios.
El verdadero poder de la prueba radica en el conocimiento que poco a poco se adquiere, sobre la capacidad de Dios para cambiar las circunstancias difíciles en algo positivo y maravilloso para tu vida. Es recibir una fuerza sobrenatural en medio de tus debilidades, y entender que cuanto más dura sea la prueba, tu crecimiento espiritual será más contundente. Es saber que cuando pase la tormenta, jamás volverás a ser igual, habrás recibido como fruto de la constancia, perseverancia y obediencia a Cristo, cien veces más de aquello que esperaste recibir por tus esfuerzos, porque nuestro Dios, es generoso, perdonador y le gusta sorprendernos cuando decidimos apostar por Él, antes que por cualquier cosa en este mundo 2 Corintios 12:9 NVI.
El fuego abrasador de la prueba es el que hace de ti una joya preciosa. Date la oportunidad de respirar la paz que el Señor te ofrece, de salir del circulo vicioso en el que te encuentras, de la guerra constante que hoy vives con el mundo que te rodea. Es una decisión que te corresponde tomar a ti; nadie más lo hará, solo tú puedes lograrlo. Puedes sonreír y esperar con paciencia a que Dios actúe. Calla y ora para que puedas disfrutar de cada promesa, de su amor y de su fidelidad para contigo. 1 Pedro 1:7-9 NVI.
Ha llegado la hora de renovar tu mente, permitiéndole actuar al Señor. Es una realidad que seguirás sufriendo pruebas o atravesando desiertos a lo largo de tu existencia, pero el tener presente que Dios ha prometido caminar a tu lado, fortaleciéndote, moldeando tu carácter, enseñándote que todo lo que vives tiene un firme propósito, y ser parte de un plan maravilloso, te proporciona las herramientas necesarias para poder enfrentarlas con determinación, entendimiento, consuelo y esperanza.
“Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas”.
(Isaías 43:2 NVI)
No hay comentarios:
Publicar un comentario