Entre otras cosas, impresionaba ver cómo
sus ojos se llenaban de lágrimas cuando recordaba el período de la radioterapia,
porque la hacía rememorar a quienes estaban viviendo el mismo proceso que ella.
Contó acerca de una joven de 25 años que tenía un hijito; también recordó a mujeres de
30, 40 y hasta 50 años que no podían ni siquiera levantarse al baño. Incluso
recordó a una mujer que agonizó toda la noche falleciendo a la mañana
siguiente. Si impresionantes fueron estas historias, más aún lo fueron las
palabras que siguieron a continuación de su relato: “al menos yo he vivido
mucho más”.
En medio del dolor físico y de lo angustioso
que puede llegar a ser un cáncer, esta mujer era capaz de ver más allá de su
propio cáncer y recordar las historias de dolor y pérdida de otras personas. Su
hija me comentaba que cuando estaba recién operada, la encontró un día en el
baño secándole el pelo a otra mujer hospitalizada que lo único que quería era
arreglarse para las visitas que vendrían.
Existe un concepto que es el de “alteridad”, que proviene del latín altertas, y es la condición de cambiar la perspectiva por la del otro. El
vocablo alter hace referencia al “otro” desde la perspectiva
del “yo”. El concepto de alteridad se utiliza en sentido filosófico para
referirse al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un
“otro”. Si la definición no es fácil de comprender, mucho menos lo es su
aplicación. Sin embargo, puede que a través de la vida de esta gran mujer
podamos aproximarnos un poco más. En medio de su propio cáncer fue capaz de
conectarse con el mundo de otras enfermas de cáncer como ella, y así evitar la (totalmente válida) autocompasión.
Conozco a alguien más como ella. Su nombre es Jesús, y cuando estuvo colgado en una cruz de madera no pensó en su dolor físico. Pensó en cómo evitar el dolor tuyo y mío, y en cómo ayudarnos a que tuviéramos una vida libre y feliz. Sabía que tú y yo viviríamos vidas distintas y para asegurarse de que, al menos, el final de nuestras vidas fuera igual, no vio las cosas desde Su propio punto de vista, sino desde el nuestro.
Si existieran más
personas como Jesús, y si existieran más personas como esta mujer el mundo
sería muy distinto a lo que es. Me gustaría parecerme un poco más a
ellos, dejar que mi dolor nuble mi vista y ser capaz de entender el mundo
doloroso de otras personas, lejanas o cercanas, pero personas con vidas
distintas. ¿Y a ti? ¿Te gustaría? ¿Lo intentamos?
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