sábado, 4 de febrero de 2017

Perdidas Y Encontradas

“Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré” (Salmos 91:15).

Tenía que ir corriendo al supermercado antes del trabajo para comprar helados para una reunión.
-¿Necesitas que te compre algo?, me preguntó mi amiga por teléfono.
Le pregunté si podía conseguirme una bebida caliente para una mañana tan fría. Una hora más tarde, ella me llamó y me dijo:
-¿Podemos vernos en la entrada de la oficina para darte tu bebida?
Resultado de imagen de gafas Perdidas Y EncontradasEntonces me entregó la bebida por la ventanilla de su coche.
-¿Pasa algo?, le pregunté, al notar que no tenía la sonrisa de siempre.
-Como el día está soleado, estaba usando mis gafas de sol favoritas, pero se me cayeron en la tienda. Así que, voy a volver para ver si alguien las encontró y las puedo recuperar, me dijo.
Al ver su cara triste, me ofrecí a ir con ella. Antes de entrar en su coche, busqué cuidadosamente alrededor del asiento y en el suelo, por si acaso sus gafas estaban allí.
-Ya las he buscado por todas partes, me dijo.
Yo insistí en seguir buscando en los asientos de atrás y en el maletero, pero mis esfuerzos fueron en vano.
-Nadie ha devuelto ningunas gafas de sol, le dijo el empleado de la tienda a mi amiga, mientras yo seguía recorriendo los lugares donde ella había estado.
Caminé por el pasillo hasta la caja. Y las gafas de sol aún no aparecían.
“Señor”, supliqué, “por favor, ayúdanos a encontrar las gafas de sol”. Y continué orando, y alabándolo por lo que Él haría.
-Me llevará mucho tiempo encontrar unas gafas de sol como ésas, sollozó mi amiga cuando entramos de nuevo en el coche.
En silencio, trató de recomponerse mientras yo continuaba mi oración: “Señor, no se trata de unas sencillas gafas de sol; se trata de que mi amiga sepa que Tú te preocupas por los más sencillos detalles de nuestra vida”. Entonces me agaché para recoger mi bebida, cuando de pronto mi mano chocó contra algo. Automáticamente lo levanté. ¡Las gafas de sol de mí amiga!
-¡Qué alegría! -exclamé-. No sé lo que pasó. Pero yo estaba orando, y de repente el Señor las puso en mi mano.
Clamé, y Él respondió, como prometió que lo haría.

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