domingo, 5 de febrero de 2017

La alegría de un niño

Hoy por la mañana, mientras me dirigía a dejar a mi mamá a su trabajo, vimos pasar por la calle una niña pequeñita de la mano de su madre. La niña brincaba y sonreía mientras caminaba por lo que parecía era su camino al colegio, y mientras mi mamá la veía sonriente me dijo: “recuerdo cuando tenías esa edad, que hacías siempre lo mismo, brincabas y jugabas todo el tiempo”. No pude evitar sonreír pues inmediatamente lo recordé; siempre fui una niña muy inquieta, estaba siempre jugando y sonriendo, recuerdo mi infancia y me parece muy linda, la disfruté mucho a pesar de no tener lujos ni todo lo que deseaba, siempre fui feliz con la vida que Dios me dio.
Recordar cuando éramos pequeños, para la mayoría de las personas nos resulta siempre algo agradable, pues nos hace recordar todos esos momentos en que era muy fácil estar contento a pesar de las necesidades, y no se diga de los regaños por alguna travesura; la alegría siempre estaba presente de una manera permanente y natural en cada niño.
La felicidad de un niño es contagiosa. Esas risitas inocentes, esas demostraciones de afecto desinteresadas, esa facilidad para olvidar cuando tienen un conflicto con otro niño, la humildad y la disposición de convivir, en fin, para ellos los problemas son “cosas de mayores” y para sus padres no hay nada más motivador que verlos sonreír.
¡Cuánto más será la alegría de Dios al vernos sonreír a pesar de todo lo que pasa a nuestro alrededor!, al ver que disfrutamos de la vida que nos da, contentos con lo que tenemos, olvidándonos de lo que aún no llega.
Todos llevamos un niño en nuestro interior, pero a veces por distintos motivos lo olvidamos. Sea cual sea tu edad aún hay cosas que haces como las que hacen los niños, como bromear o juguetear con alguien, entretenerte con alguna caricatura aunque digas que son tus hijos o tus hermanitos los que las ven, pequeñas cosas que a veces sin pensarlo hacemos. Disfrutamos de momentos con los niños, porque en medio de tantas cosas nos contagian siempre su alegría, haciéndonos olvidar un poco las cosas pesadas de la vida.
Lo que caracteriza a los niños es su corazón puro, sin malicia, su confianza, su humildad, su capacidad de perdón, sus ganas de vivir, el amor que comparten con quien los rodea, que no hacen distinción de personas, no se preocupan en exceso por sus necesidades porque saben que serán suplidas. De todas esas cualidades proviene su alegría, ésa es la razón por la que siempre están contentos a pesar de lo que sucede a su alrededor.

Vivir y responsabilizarnos como adultos, pero confiar y disfrutar siempre como niños es la clave de la alegría de la vida.

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